La groupie del siglo XX
Una película cuenta el encuentro entre Freud y un compositor que descubrió la infidelidad de su mujer; misterios de una biblioteca de autor
La revancha de Alma Mahler. El director alemán Percy Adlon y su hijo Felix hicieron un descargo inobjetable de la esposa de Gustav Mahler en la película Mahler sobre el diván , exhibida durante la 10ma Muestra de Cine Europeo en el Instituto Italiano de Cultura y en la Alianza Francesa. Alma Schindler alcanzó la celebridad como la seductora serial de los artistas más destacados de Alemania y del Imperio austrohúngaro (Gustav Klimt, Max Burckhart, Alex Zemlinsky, Mahler, Walter Gropius, Oskar Kokoschka y Franz Werfel). Esa acumulación de nombres famosos siempre hizo sospechar que Alma fuera la groupie más acabada, pero también más dramática, del siglo XX. La lista de sus esposos, amantes y desdichas, más que un historial amoroso, parece la de víctimas de una epidemia. Los Adlon se valieron de la documentación que existe acerca de la única sesión que Gustav Mahler tuvo con Sigmund Freud en la ciudad holandesa de Leiden, para hacer conjeturas sobre lo que pudo haber pasado en esa conversación. Al comienzo de la película, un párrafo advierte al espectador que lo que se cuenta ocurrió (es decir, la sesión psicoanalítica y las circunstancias que la rodearon), pero no se sabe cómo. La sesión fue peripatética porque Mahler se negó a tenderse sobre un diván y sólo pudo hablar mientras Freud y él caminaban por las calles de Leiden. Esa cita sucedió en 1910. Mahler estaba perturbado porque había descubierto que su esposa le era infiel con Walter Gropius. Según los cineastas, Mahler llegó a entender durante el paseo que había sacrificado a su mujer para llevar adelante su carrera de director de orquesta y compositor, y trató posteriormente de reparar el error (un error de veinte años). Alma había renunciado a su propia vocación musical para convertirse en suprema sacerdotisa y mártir del culto a su esposo. Después de la sesión con Freud, Mahler le dedicó la Octava sinfonía a "Almita" y llegó a elogiar y a interpretar las composiciones de ésta. Un año más tarde de la caminata con Si gmund, Gustav murió en Viena.
El film de los Adlon podría estar firmado por una feminista que buscara mostrar la opresión de los hombres sobre las mujeres; pero hay en la filmografía de Percy Adlon un antecedente que quizás ilumine la historia de otro modo. Su primer largometraje fue Céleste (1981), otra biografía filmada. El personaje protagónico es Céleste Albaret, el ama de llaves de Marcel Proust. También ella consagró su vida a un varón y a una obra ajena. Con una diferencia fundamental: Céleste no necesitó ninguna prueba (ni siquiera la lectura) para darse cuenta de quién era su señor. Tampoco buscó ser musa. Jamás se quejó de su suerte. Por el contrario, los años pasados junto al escritor fueron los que le dieron sentido a su existencia. Hubo otro film notable de Adlon, Sugarbaby , en el que su actriz fetiche Marianne Sägebrecht trabaja en una funeraria y se ocupa de lavar los cuerpos de los muertos y acondicionarlos para el viaje final. Lo hace con el amor y el cuidado que una madre pone en bañar a su pequeño hijo. Esas mujeres parecieran estar más allá de cualquier tiranía machista. Se entregan con devoción a servir la condición humana. Es curioso: hoy casi nadie piensa que servir sea noble.
Toda biblioteca personal, toda biblioteca "viva", aun aquellas rigurosamente sometidas al alfabeto o al criterio temático, están amenazadas de continuo por la tentación del caos, de otros órdenes, secretos, subversivos. Las asedian las rebeliones de los afectos y del gusto. De ahí el interés del original ciclo "Cómo ordenar una biblioteca/discoteca" que el poeta Jorge Fondebrider desarrolla en el Centro Cultural de España en Buenos Aires. Una vez al mes, un escritor o un artista, entrevistado por Fondebrider, revela cuál es el hilo de Ariadna que lo guía en su colección. La semana pasada fue el turno de Luis Chitarroni. "A veces, me pregunto qué significan todos esos libros. La acumulación de los objetos es quizás un modo de anular el tiempo, de hacerse la ilusión de que todo está allí a la vista, que ésa es la eternidad y uno la abarca de una mirada. En La verdadera vida de Sebastian Knight , Nabokov describe ciertos sectores de la biblioteca de Sebastian. Dice que son de una nitidez particular, parecen teclados, pero en esos teclados hay, de pronto, un libro inesperado, que da un acorde especial, que introduce el tiempo, o sea, la intimidad."
Chitarroni tiene dos hileras de libros en cada una de sus repisas. La del fondo está dedicada a la narrativa nacional y extranjera, ordenada en forma alfabética, pero la hilera que se ve, y que tapa el orden de la razón, está regida por las afinidades electivas. "Hay en esa hilera autores que se atraen o se rechazan. Cuando era más joven pensaba que Milton y Blake se rechazaban y los ponía a distancia, pero ahora se están acercando. Nuestras bibliotecas son las autopsias de nuestros gustos." Es casi inevitable: todo comprador de libros de segunda mano encuentra anotaciones de los anteriores propietarios. Chitarroni dedica parte de sus horas libres a borrar las huellas de esos propietarios salvo cuando se trata de alguien ilustre: "En una época, se me venían a las manos en las librerías de viejo los ejemplares anotados por Cortázar, por Néstor Sánchez... En una ocasión, me puse a leer un libro de Erwin Panofsky. Estaba anotado con mucha inteligencia. Me puse a rastrear quién podría haber sido: era mi amigo Carlos Feiling". Ante una pregunta del público acerca de los autores del canon que a él no le gustan, Chitarroni no dudó: "No me gusta mucho Thomas Mann, es decir, me gustan sólo algunos de sus libros. Tengo admiración por Lugones, pero no me gusta. Lo mismo me ocurre con Von Kleist. En cambio, me 'habla' Wallace Stevens. Cuando era más joven, no me gustaba Sarmiento. Después aprendí a apreciarlo como escritor. ¿De qué autor uno puede decir que admira la obra completa? Por ejemplo, si Flaubert sólo hubiera escrito Salambó , no me atraería. Claro que después escribió Madame Bovary y ese cuento maravilloso, "Un corazón simple". Salambó es a Flaubert lo que La guerra gaucha a Lugones".
- En sus periplos por las librerías de viejo, solía encontrar ejemplares anotados por Cortázar y Néstor Sánchez
Luis Chitarroni
Escritor y editor
- El director alemán ya había dedicado un film a una mujer que consagró su vida a otro: el ama de llaves de Proust
Percy Adlon
Cineasta