La Frida del récord inspira con su intuición una muestra transformadora en Malba
La colección del museo dialogará con el acervo personal de Eduardo Costantini; este último incluye “Diego y yo”, la obra por la que pagó 34,8 millones de dólares el año pasado
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El autorretrato es pequeño, pero poderoso: el rostro de Diego Rivera está representado sobre el tupido entrecejo de Frida Kahlo y, a su vez, un ojo parece mirarnos desde la frente del muralista mexicano. En “la ilusión de que ese ojo interno guie nuestros modos de habitar y transformar el mundo” se inspira la muestra que inaugurará el Malba el jueves próximo y que incluye Diego y yo (1949), la obra récord para el arte latinoamericano comprada en noviembre por Eduardo Costantini.
“Pusimos toda la carne al asador”, comenta orgulloso y descontracturado a LA NACION el fundador del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires. Aunque suele prestar obras de su colección para que sean exhibidas al público, es la primera vez que aporta más de un centenar de piezas para que dialoguen con las que donó en 2001. Entonces, mientras cedía su valioso patrimonio para crear una institución cultural y el país atravesaba una de las peores crisis de su historia, se dispuso a empezar de cero.
Entre las más de doscientas que protagonizaron aquel incierto comienzo se contaba Autorretrato con chango y loro (1942), también de Kahlo, exhibida ahora junto a Diego y yo en una “capilla” creada dentro del Malba. Ambas están acompañadas allí por fotos que registran la vida y obra de la sufrida artista mexicana, devenida ícono popular y de los derechos de la mujer y de las comunidades LGBTIQ+.
Los diversos modos de la subjetividad y la autorrepresentación, la sustentabilidad del planeta y las demandas sociales son los ejes conceptuales de Tercer ojo, exposición curada por María Amalia García que ocupa dos pisos del museo con 240 obras. Muchas de ellas fueron compradas o donadas al museo tras la donación inicial, y otras adquisiciones de Costantini se presentan en público tras haber permanecido fuera del circuito internacional durante décadas.
Entre las obras del museo que se exhiben por primera vez se cuentan Windows (2011), instalación de Mariela Scafati adquirida en 2016 en arteba, y de Decoración de interiores (1981), telón de seis metros de Beatriz González, que pasó a integrar en 2015 un acervo que ya supera las setecientas obras.
Están los highlights ya conocidos del museo, aunque presentados de una forma que permite verlos de otra manera. El recorrido comienza con O impossível (1945), escultura creada en yeso por Maria Martins que representa dos figuras tentaculares en tensión entre la atracción y el rechazo. “El mundo es complicado y triste; es casi imposible hacer que las personas se entiendan unas con otras”, señaló la polifacética artista brasileña sobre esta obra, que refleja como pocas la realidad argentina actual.
Detrás, por primera vez sobre fondo negro, resaltan los rostros exaltados del Rompecabezas (1969) de Jorge de la Vega, como una invitación a pensar que siempre es posible cambiar el orden establecido. La muestra incluye también sus criaturas mitológicas y otra obra suya aportada por Costantini, sin título y sin terminar, pintada meses antes de su temprana muerte.
A este hito de su colección personal se suma Omi Obini (1943), de Wifredo Lam, por la cual pagó US$9,6 millones en la primera subasta virtual transmitida por streaming desde tres continentes en plena pandemia. Se exhibe junto a La mañana verde (1943), también del artista cubano, que cedió al museo al fundarlo.
Otras obras imperdibles que se cuentan entre sus adquisiciones recientes son El hueso (1940), de Miguel Covarrubias; El oso (1925), de Vicente do Rego Monteiro, y Tocadora de banjo (1925), de Victor Brecheret. Estas dos últimas pertenecieron a la colección de arte moderno brasileño de Jean Boghici, al igual que las dos protagonistas del reciente escándalo desencadenado por la hija del marchand, también presentes en la muestra: Elevador social (1966), de Rubens Gerchman, y Maquete para o menú espelho (1964), de Antonio Días. Todas fueron compradas al galerista Ricardo Camargo, que estará presente en la inauguración.
No está previsto que venga Genevieve, viuda de 82 años del famoso coleccionista, a quien su hija mantuvo cautiva para robarle obras. “Probablemente tenga que mostrar la factura de la compra por la situación judicial, pero Genevieve me llamó dos veces y me dijo que me quedara tranquilo porque tanto Camargo como yo actuamos de buena fe”, señala Costantini, quien admite con pesar ser una “especie en extinción” de coleccionistas argentinos que invierten millones de dólares en arte. “Ojalá aparezcan más –se lamentó–, tenemos una baja estima por las obras argentinas”.
“El título Tercer ojo alude a las dos estrellas de la muestra –observa la curadora ‘Marita’ García–: a la pintura de Frida y a la intuición de Eduardo como coleccionista, que supo elegir la mejor obra de los mejores momentos de los artistas del canon latinoamericano”.
Entre ellas se cuenta Abaporu (1928), de Tarsila do Amaral. Fue un regalo de compleaños de la artista a su marido, Oswald de Andrade, quien se inspiró en esa imagen para redactar el Manifiesto antropófago, documento fundamental del modernismo brasileño. “Es la elaboración del camino de la autodeterminación cultural –observa Costantini–: embeberse de lo europeo y transformarlo en una expresión latinoamericana”.
Para agendar
Tercer ojo. Colección Costantini en Malba. Desde el jueves 25 a las 19 hasta el 1 de septiembre de 2023. Conferencia inaugural: jueves 25 a las 18, por el canal de YouTube del Malba
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