La forma del miedo
Fondo de Cultura Económica reedita El mal menor, novela de C. E. Feiling que en los años 90 experimentó con el género de terror en la Argentina. Aquí se reproduce el prólogo escrito por el autor de Blanco nocturno
Cuando terminó de escribir El agua electrizada , su primera novela, Feiling se propuso publicarla en una serie policial; la serie tardó en aparecer y el libro de Feiling se editó finalmente en una colección tradicional. Siempre pensé que esa aspiración a que su primer libro se leyera en el marco fijo de un género era una muestra de lucidez literaria y de personalidad.
Muchos escritores escriben novelas policiales, pero casi ninguno -desde los tiempos de Walsh o de Peyrou- elige publicarla en una serie menor, ligada a un lector definido y separada de las prestigiosas líneas centrales.
Esa lucidez provocadora respecto al estado de la literatura y su interés por las formas narrativas "bajas" se muestran con plenitud en El mal menor , una novela de terror que se abre con una cita de Stephen King y está escrita con una precisión y una inteligencia poco frecuentes en la narrativa actual.
La experimentación a partir de los géneros es una de las grandes vías de renovación de la novela contemporánea. Los géneros menores son vistos como formas de literatura potencial a la manera del grupo Oulipo de Georges Perec: el narrador acepta una serie de restricciones y de fórmulas previas que le permiten una invención a la vez más controlada y más abierta. La diferencia básica entre la llamada alta cultura y la cultura popular ha sido siempre una cuestión de fronteras: mientras la alta literatura se define como una creación que no tiene límites, los géneros trabajan a partir de convenciones y modos de narrar más o menos fijos que se repiten y se alternan. (Hay que admitir, de todos modos, que en estos tiempos las "obras maestras de la literatura" -en especial centroeuropeas- se han convertido en un género tan estereotipado que hoy parece más fácil escribir una "gran novela" que una buena novela policial.) En la medida en que los procedimientos literarios y los temas están dados por el género, lo que interesa es el tipo de modulación y de juego con la tradición que se permiten los narradores.
El relato de terror es quizá la forma más devaluada y más activa de la cultura actual. La dificultad de fijar con claridad sus límites es una prueba de que no ha sido aún legitimada por la crítica académica. Ligada en su origen al gótico (que fue canibalizado por el psicoanálisis, según la sarcástica sentencia de Leslie Fiedler) y a una tradición gore de la literatura fantástica en lengua inglesa, la narrativa conocida en Estados Unidos como ficción weird trabaja con el horror y lo sobrenatural.
La novela de Feiling se afirma -como es habitual en el género- en una descripción costumbrista de ciertas zonas (el barrio de San Telmo en este caso) donde suceden mínimos estallidos de violencia terrorífica. La acción sobrenatural se justifica a partir de un solo procedimiento fantástico (la existencia de El Cerco ) presentado como si fuera un hecho común y corriente sin necesidad de justificaciones o pócimas mágicas.
Frente a la lógica del género, Feiling toma una decisión muy sagaz: en su novela el terror es del orden de los personajes y no incumbe a los efectos de la narración. El mal menor no es un relato de terror sino un relato sobre el terror. Algunos protagonistas inolvidables de la novela son los que se mueven en un mundo aterrador y ven lo que otros no ven, y sufren las consecuencias de su sombría clarividencia. Son los arcontes , un grupo de iniciados que lucha contra una ominosa y atroz pesadilla de la que tratan de preservar a los inocentes que pueden caer también bajo la sombra vengativa de los prófugos y los visitantes . El apasionado lector asiste así con lúcida emoción a las apariciones del horror que deambula por las calles y las casas de ciudades diversas, en un relato de suspenso que se expande, como en un sueño, de Buenos Aires a La Habana, de Londres a Nueva York.
El mal menor es una novela memorable no sólo por su elaboración de la temática del género o la intensidad de su intriga sino por la calidad de su prosa. "No hay demasiada diferencia en las anécdotas, los incidentes y el interés narrativo de las historias que cuentan Eugène Sue o Stendhal -decía Pasolini- hasta que se compara el estilo de cualquier página de los libros de esos autores." En la novela la cuestión no es sólo narrar sino escribir una historia.
Escrita en una prosa cuya precisión y serenidad garantizan la verdad de cualquier escena (o situación extrema) que se narre, en El mal menor los detalles, los matices, los tonos, las resonancias verbales son la materia en la que se teje la trama apasionante de la novela. El cruce entre un clásico narrador en tercera persona, irónico y mordaz, con el relato escrito por una mujer cuya lucidez creciente le permite visiones y registros múltiples hace recordar las inolvidables iluminaciones de la prosa de Manuel Puig.
Desde el momento de su aparición, El mal menor (como la historia de terror que narra) ha sido un acontecimiento inquietante en nuestra literatura pero también, desde entonces, con su gracia y su perturbador final, nunca ha dejado de fascinar y divertir a los lectores apasionados por las buenas historias.
adn C. E. Feiling
Se llamaba Carlos Eduardo, pero el mundo literario lo conocía como Charlie Feiling. Nació en 1961 y su muerte en 1997, por culpa de una leucemia, no pudo privar a la literatura argentina, afortunadamente, de una obra significativa. Las tres novelas que completó (El agua electrizada, Un poeta nacional y El mal menor) no pasaron inadvertidas a los lectores atentos, al igual que Amor a Roma, su libro de poemas, y Con toda intención, colección póstuma de artículos