Además de ser una de las principales figuras de la Nouvelle Vague francesa, Truffaut fue un gran crítico cinematográfico, como lo demuestran los dos artículos que se reproducen aquí
ALFRED HITCHCOCK
LOS PÁJAROS
En 8 ½, un tipo se esfuerza en salirle al paso a Guido para proponerle un guion en contra de las armas nucleares. Como Fellini, creo que el cine "generoso" es la trampa de trampas, la estafa más hipócrita de nuestra industria. Para un verdadero cineasta, nada más aburrido que filmar El puente sobre el río Kwai. Alternancia de escenas de oficina con discusiones entre viejos carcamanes y escenas de acción, generalmente filmadas por otro equipo. Tonterías, trampas para pichones, máquinas de hacer Oscar. Pero Hitchcock nunca ganó un Oscar, incluso siendo el único cineasta cuyas películas, relanzadas veinte años después de su estreno, recaudan tanto como una película nueva. Sin duda Los pájaros, su última película, no es perfecta. Rod Taylor y Tippi Hedren no hacen buena pareja, y en consecuencia la historia sentimental –casi siempre la misma: la caza del marido– se ve afectada. ¡Pero qué injusticia el vapuleo general! Lo que me entristece es que ningún crítico admira el principio mismo del film, "los pájaros atacan a la gente". Estoy convencido de que el cine se inventó para que se hiciera un film así. Pájaros de todos los días, gorriones, gaviotas y cuervos, van a atacar a gente de todos los días: la población de una pequeña ciudad balnearia. He ahí un sueño de artista, y para conducirlo a buen puerto hace falta mucho arte y ser el técnico más grande del mundo. Con la colaboración de Evan Hunter (Mientras la ciudad duerme), lo único que Alfred Hitchcock conservó del relato de Daphné du Maurier fue el comienzo: pájaros, a orillas del mar, empiezan a atacar a los humanos, primero en el campo y luego en la ciudad, a la salida de las escuelas e incluso en las casas.
Ciertamente Los pájaros se puede considerar una película de efectos, pero son efectos realistas.
Nunca una película de Hitchcock presentó una progresión tan ejemplar, ya que a medida que se desarrolla la acción los pájaros se vuelven: a) cada vez más negros, b) cada vez más numerosos, c) cada vez más malos. Cuando atacan a las personas, se ensañan preferentemente con los ojos. Enojados al verse capturados y enjaulados –cuando no comidos– por las personas, en el fondo todo sucede como si un buen día hubieran decidido invertir los roles. Hitchcock piensa que Los pájaros es su película más importante, y opino lo mismo en cierto modo, si no con seguridad. Al partir de una idea plástica tan fuerte, Hitch entendió que era necesario prestar especial cuidado a la intriga, de modo que sea algo más que un pretexto para vincular las numerosas escenas de audacia o de suspenso: creó un personaje muy logrado, una joven de San Francisco, sofisticada y muy esnob, que pasa por todas esas pruebas sangrientas y así descubrirá la simplicidad, lo natural. Ciertamente Los pájaros se puede considerar una película de efectos, pero son efectos realistas. Hitchcock, cuya maestría crece film tras film, en verdad necesita enfrentar nuevas dificultades sin cesar: se transforma en el atleta completo del cine. En realidad, lo que no le perdonan a Hitchcock es que nos da miedo y solo busca eso. Pero yo creo que el miedo es una emoción "noble", y dar miedo puede ser "noble". Es "noble" confesar que tuvimos miedo y que eso nos dio placer. Uno de estos días, solo los niños tendrán aún esa nobleza.
JOHN FORD
DIOS BENDIGA A JOHN FORD
John Ford era uno de los directores más famosos del mundo y, sin embargo, todo en él, en su conducta, en sus palabras, da la impresión de que nunca buscó esa celebridad y que ni siquiera la aceptó. Este hombre, a quien siempre nos describen como huraño y secretamente tierno, seguramente estaba más cerca de los personajes secundarios que hacía interpretar a Victor McLaglen que de los papeles principales que interpretaba John Wayne. John Ford era de esos artistas que nunca pronuncian la palabra arte, y de esos poetas que nunca pronuncian la palabra poesía. Lo que me encanta del trabajo de John Ford es que siempre da prioridad a los personajes. Como periodista, durante mucho tiempo critiqué su visión de las mujeres, que me resultaba demasiado decimonónica. Después, ya como director, me di cuenta de que, gracias a John Ford, una actriz espléndida como Maureen O’Hara pudo interpretar algunos de los mejores papeles femeninos del cine norteamericano entre 1941 y 1957. Junto con Howard Hawks, a John Ford se le podría dar el premio a la "dirección invisible". Me refiero a que en estos grandes narradores de historias el trabajo de cámara no es discernible para el ojo del espectador: muy pocos movimientos de cámara –solo para acompañar a un personaje–, mayoría de planos fijos, siempre filmados a la distancia exacta. Este estilo crea una escritura ágil y fluida que podemos comparar a las de Guy de Maupassant o Turguéniev. Con soltura soberana, John Ford sabía hacer reír al público, y también sabía hacerlo llorar. Lo único que no sabía era aburrirlo. Y como John Ford creía en Dios: God bless John Ford.
Estos textos, escritos entre los años 60 y 70, pertenecen a Las películas de mi vida, editorial El cuenco de plata