La familia de Paul Auster reunida en un multitudinario homenaje con mentes brillantes y mucha emoción
“Quienes amábamos a Paul sabemos que sus libros no son un sustituto del hombre”, dijo en su discurso Siri Hustvedt; no cabía un alfiler esta tarde en el Círculo de Bellas Artes de Madrid
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MADRID.— Una serena multitud comenzó a reunirse a las seis de la tarde, una hora y media antes del inicio del evento, a lo largo de la calle de Alcalá. Así se abrazaba al Círculo de Bellas Artes, a metros de Cibeles, y a la familia de Paul Auster en este homenaje a casi seis meses de la muerte del escritor. Su esposa Siri Hustvedt, su hija Sophie Auster, su nieto Miles y su yerno, el fotógrafo Spencer Ostrander, acudieron a este emotivo encuentro. Esta es la primera aparición de ellos en un evento para recordar la obra y el legado del autor de La invención de la soledad. David Trueba y Enrique Vila-Matas también acudieron al encuentro para recordar al escritor.
“Sus libros lo hicieron famoso, no famoso como Taylor Swift, pero hoy una calle lleva su nombre en Brooklyn, un sándwich lleva su nombre en Los Ángeles y en Buenos Aires fue asediado por un grupo de fervorosos admiradores”, dijo Hustvedt en un discurso tejido con el recuerdo del escritor, con pinceladas de humor y de crítica literaria que emana de una de las grandes autoras estadounidenses. “No les puedo explicar la cantidad de veces que me preguntaron qué significaba estar casada con Paul. Nunca tenía una respuesta. La pregunta estaba destinada a averiguar si había rivalidades o un divorcio en puerta. Poco antes de que muriera lo supe. Paul ya no podía hablar, pero me escuchaba. Lo miré y le dije: «Oh, sí que nos hemos divertido juntos». Esa es mi respuesta. Estar casada con Paul era divertido”, afirmó Hustvedt.
“Su obra no puede clasificarse bajo el posmodernismo ni otra etiqueta. El escritor, con quien tuve un diálogo durante 43 años, es un ir y venir que nos influyó y cambió a ambos. Era una persona profundamente ética, astuta, amable y genuinamente divertida".
— Círculo de Bellas Artes - Casa Europa (@cbamadrid) October 21, 2024
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Siri Hustvedt pic.twitter.com/5woBDUvS9Q
No cabía ni un alfiler en la elegante Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes, donde se suele celebrar el Premio Alfaguara. Los lectores españoles acudieron a evocar al autor fallecido a los 77 años, el 30 de abril, un escritor que obtuvo, entre otros reconocimientos en España, el Príncipe de Asturias en 2006, galardón otorgado “por la renovación literaria que logró unir lo mejor de las tradiciones norteamericana y europea”, y el doctorado honoris causa por la Universidad Autónoma de Madrid. Juan Miguel Hernández León, presidente del Círculo de Bellas Artes, y Elena Ramírez, directora editorial de Seix Barral donde publicaba Auster, fueron los responsables de recibir con sus palabras a los presentes.
Hustvedt, ovacionada, pronunció un discurso cargado de sinceridad, alejado de lugares comunes. Durante 43 años fueron inseparables. “Paul hubiese estado muy feliz de estar aquí. Cada lector es un coinventor del libro. El libro es una tecnología de fantasmas a través de la cual le hablan al lector. El autor puede estar muerto, pero sus palabras se reaniman con el lector. Cuando Paul murió, muchas personas me dijeron con palabras amables que su obra vive en ellos. Pero quienes amábamos a Paul sabemos que sus libros no son un sustituto del hombre”.
“No voy a ser una viuda literaria”
Entre algunos gorgoritos de Miles, su pequeño nieto, Hustvedt aseguró: “Le dije que no quería ser una viuda literaria, esa figura ridícula dedicada al legado de un hombre. En abril cuando supimos que moriría también supimos que sería ejecutora de su obra. Yo era su editora y él era el mío”, indicó Hustvedt quien aseguró que cuando se conocieron Auster trabajaba en la segunda parte de La invención de la soledad y que poco después comenzó a intentar publicar La ciudad de cristal, una novela que fue rechazada por18 editores antes de que fuera publicada por una pequeña editorial. “La obra de Paul inspiraba admiración, pero también furia. Me sorprendió lo que escribían algunos lectores”, aseguró Hustvedt quien recalcó el compromiso político de su marido.
Hustvedt recordó que Auster siempre tenía una obra en mente. “Era activo imaginando el futuro”, afirmó y también aseguró: “Paul no quería morir, pero sospecho que su sentido de completitud lo aliviaba. Rechazó los cuidados paliativos y en cambio eligió permanecer en nuestra casa, en nuestra biblioteca. Los días antes de morir recibió amigos, bromeó, contó historias, les hizo notar cuánto había significado para ellos”, agregó Hustvedt.
Enrique Vila-Matas, amigo de Auster, narró: “Es imposible que yo tenga un amigo que no admire. Cada uno es como es, pero estando con ellos siempre nos reímos. Siri terminó su discurso con el verbo divertirse y es así” e hizo hincapié en la amabilidad y en la generosidad de su amigo. Inés Martín Rodrigo, escritora y periodista, se refirió a la “humanidad” de Auster y recordó el lugar, el segundo plano que pidió ocupar Auster cuando Hustvedt obtuvo el Princesa de Asturias en 2019. “A menudo se habla del azar en la obra de Auster, de «que hubiera pasado si» y eso habla de salir de tu propia burbuja. Hoy la gente es incapaz de entender la vida de los otros. Creo que era un gran contador de historias porque la vida nos ofrece bifurcaciones constantes y no las podemos tomar. Esa es la fuerza motriz de sus libros. Ha ido haciendo libros cada vez más y más centrados en la persona, ha ido caminando hacia dentro. A medida que uno se hace más maduro, en lugar de hacerse más complicado, Auster se fue haciendo más humano” afirmó David Trueba, el director de Soldados de Salamina. Luego los escritores leyeron algunos fragmentos de sus obras preferidas de Auster.
Pedro Almodóvar no pudo estar presente en el encuentro, ya que se encontraba en Londres presentando su nueva película, pero envío una carta que fue leída: “Hablamos mucho. No sé de qué ni en qué idioma. Ambos hemos recordado esa noche como el inicio de nuestra amistad”, dijo el realizador sobre aquella noche de 1998 en el Festival de Cannes en el que el autor presentaba su película Lulu on the Bridge, producción que había sido denostada por la crítica.
Junto a una pianista, Sophie Auster interpretó la canción “Blue Team”, dedicada a su padre, y mientras lo hacía se proyectaban fotografías tomadas por su marido, Spencer Ostrander, con quien realizó Un país bañado en sangre (2023). “Blue Team” era el modo en el que los Auster se referían a aquellos que compartían con ellos ciertos códigos y valores.
Durante una hora y media la familia y los amigos Auster honraron la obra del escritor y la personalidad de un hombre que invitó a asomarse a los misterios del destino, del azar y de la muerte.
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