La estrella de Matta sigue en alza
Los desastres del misticismo , una obra fundamental del surrealista chileno radicado en París, fue comprada a precio récord por la Fundacion Costantini en la subasta latinoamericana de Sotheby´s.
NUEVA YORK.- EN una semana de intensa actividad, la Fundación Costantini se quedó por 2,6 millones de dólares con uno de los cuadros más buscados del chileno Roberto Matta.
Los desastres del misticismo , al igual que Siete últimas canciones , pintura que convirtió a Guillermo Kuitca en el artista argentino vivo más cotizado, integrará la colección del futuro Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, actualmente en plena construcción en la estratégica esquina de Figueroa Alcorta y San Martín de Tours.
Costantini confirma con estas compras su vocación de incursionar en el mercado solamente cuando los lotes que están en oferta tienen la llamada calidad museo , hecho que los convierte, obviamente, en candidatos seguros a valores récord. En el caso del Matta, los argumentos son múltiples.
Pinturas volcánicas
Los desastres del misticismo fue pintado en 1942 e integra la serie de sus pinturas llamadas volcánicas, en las que el artista, obsesionado con la ferocidad de los movimientos sísmicos, crea nuevos planos en la tela al superponer a la pincelada nerviosa de intenso colorido, transparencias y veladuras, un juego de frío y calor en colores y formas.
Matta, que por esos años vive una experiencia mística y tiene una marcada afición al tarot, descubre un universo de asociaciones que lo vincula al credo surrealista. En más de una oportunidad, el chileno ha evitado con intención el rótulo de surrealista "latinoamericano". Sin embargo, esa pintura revela la profunda huella que dejó en su espíritu la geografía de un país atrapado entre el abismo del Pacifico y la violencia latente de la cordillera.
Los desastres del misticismo fue expuesto por primera vez, en febrero de 1944, en la galería de Pierre Matisse, su marchand en Nueva York.
Matta ya era un artista reconocido, pero habrá significado un impulso impar para su carrera que el cuadro fuera adquirido por James Thrall Soby, entonces director del MoMA. Lo que el coleccionista vio en esa obra fue lo mismo que fascinó a Pollock y a sus amigos artistas de Manhattan. Sin saberlo, Matta estaba plantando las bases de la revolucionaria Escuela de Nueva York, que, entre otras cosas, cambió para siempre el eje del arte que, hasta entonces, había sido París.
Roberto Sebastián Matta Echaurren nació en Santiago, Chile, en 1911. Se graduó de arquitecto en la Universidad Católica de Chile en 1931, y dos años después viajó a París para completar su formación. El primer taller que frecuentó fue el estudio del suizo Le Corbusier, donde practicó básicamente el dibujo. Esa condición de eximio dibujante que sostiene su obra ha dejado muestras exquisitas, como el grafito y crayon del año 37, rematado también por Sotheby´s el martes último, en 156.000 dólares.
Para el chileno, que vive en París, donde produce con una vitalidad asombrosa, el año 1937 fue clave. En esa fecha expone por primera vez con los surrealistas nucleados en torno de André Breton, cuyos enunciados comparte desde una óptica personal, a la que bautiza como "morfología psicológica".
La ambición de Matta no es poca cosa: aspira a crear un cosmos y será ese el derrotero de una obra inmensa, que tiene para algunos críticos puntos de contacto con Duchamp.
En 1939 Matta se muda a Nueva York con su mujer norteamericana, Anne Clark, y con un grupo de amigos que dominan la escena del arte: Max Ernst, Andre Masson e Yves Tanguy. Volverá a Europa en los años cincuenta para establecerse definitivamente en París.
En algún sentido, su historia personal tiene puntos de contacto con la de Lucio Fontana, que nació en Rosario y suele ser catalogado como italiano. Ambos hicieron su carrera en Europa y tuvieron un paso decisivo por Nueva York.
Nueva dimensión
En el caso de Matta, la presencia casi apocalíptica de la geografía acerca su obra al imaginario latinoamericano, que con buen criterio Sotheby´s reunió en esta venta con un catálogo propio. Allí reunidas adquirieron una nueva dimensión las obras de María Izquierdo, Remedios Varo, Rufino Tamayo y Francisco Toledo, el más joven del grupo, oriundo de Oaxaca como su guía y maestro el gran Tamayo.
Abierto el debate acerca de la identidad del arte latinoamericano y del enorme riesgo que supone el cliché folk, resulta enriquecedora la mirada desde un eje temático.
Como bien afirma Edward Sullivan en el prólogo del catálogo, todas las etiquetas son riesgosas, ambiguas y discutibles, pero si se revisa la selección se descubrirá un hilo conductor secreto y gozozo entre la obra de Matta y la del cubano Lam, por ejemplo.
Wifredo Lam, amigo de Breton y de Picasso, supo conciliar magistralmente en sus telas las influencias cubistas y surrealistas de su experiencia europea con las raíces afrocubanas. Triángulo , la pintura subastada por Sotheby´s en un millón de dólares el martes por la noche, es una obra de síntesis que integró la última muestra histórica organizada por Duchamp y Breton en 1947.
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