La crisis de 2001 como una "siesta" en las fotos de Facundo de Zuviría
Se exhiben en la galería Americas Society de Nueva York los trabajos del fotógrafo argentino que desnudan los efectos de la debacle económica; una Buenos Aires vista "de frente"
NUEVA YORK.- En plena crisis de 2001, el fotógrafo Facundo de Zuviría sintió la necesidad de representar lo que estaba sucediendo. Pero mientras la mayoría de los reporteros gráficos se volcaron a las calles para registrar la violencia, los incendios, los piedrazos de los manifestantes y la represión de los policías a caballo, De Zuviría se enfocó en secuelas más sutiles. Durante ese período, el fotógrafo tomó imágenes frontales, simétricas y parcas de salones, cantinas, gomerías y cafés idiosincrásicos de Buenos Aires, la mayoría de los cuales tenían las persianas metálicas bajas o a media asta, en claro signo de abandono o cierre. "En febrero de 2002, la Argentina explotó", dice De Zuviría. "Para ese entonces, ya no quedaba ni uno solo abierto."
Esta obsesión suya por capturar, entre 2001 y 2003, una ciudad al borde del colapso devino en la actual muestra individual en Nueva York titulada "Siesta argentina y otras modestas observaciones". La exposición, de entrada libre y gratuita, incluye treinta y seis imágenes en blanco y negro del autor y se exhibe en la galería de Americas Society (680 Park Avenue) hasta el 1° de abril.
De Zuviría explica que el título "Siesta argentina" hace alusión a una forma optimista de ver lo que sucedía. "Creía que íbamos a salir pronto. Estábamos dormidos, pero íbamos a despertar", agrega él a quince años de la debacle económica. De hecho, en la sala de exposiciones hay un fotolibro desplegable, extendido como si fuera un bandoneón, con uno de sus lados mostrando frentes de locales cerrados, atiborrados de grafitis y carteles descascarados, y el otro con frentes abiertos, en clara alusión a esta esperanza que expresa el autor por que reabrieran.
Las fotos de este fotolibro, publicado en 2003 por Ediciones Larivière con el mismo título de la muestra, han sido exhibidas en la Argentina, Francia y Alemania y se presentan por primera en los Estados Unidos.
En esta tarea de documentar las vidrieras que más le gustaban o llamaban la atención con una sequedad conceptual, De Zuviría intenta "preservar las cosas del olvido y del tiempo" como un auténtico archivista o coleccionista.
"Más que producto del azar, sus imágenes derivan de un esfuerzo por reconstruir la ciudad a través de sus frágiles fragmentos, modestas diferencias, para reproducir las palabras de Borges", explica Alexis Fabry, curador de la muestra junto con Gabriela Rangel.
Su interés por el registro cuidadoso de los cambios de Buenos Aires comenzó mucho antes, en 1980. Durante esa década (como parte del Programa Cultural en los Barrios organizado por la ciudad) De Zuviría registró con su cámara la arquitectura y las calles de diversas zonas. Este trabajo mutó luego en su primer libro impreso, Estampas porteñas, en 1996.
En la exposición se incluyen varias fotografías de esos años, con fachadas y nombres de negocios coloridos y auténticamente porteños, como por ejemplo "Permanente y Peinados Rosita". Rangel admite que la primera sensación que le transmitió su obra fue intriga. Además, ve una clara aproximación en cuanto a composición y simetría con el fotógrafo Horacio Coppola, quien fue mentor de De Zuviría. Coppola admitió que "maduró cuando descubrió el álgebra", recuerda la curadora.
Expertos coinciden en que De Zuviría explora y recorre la ciudad en un intento de capturar el alma de su época, al igual que lo hizo Horacio Coppola en 1920. Sin embargo, más que el alma, cree haber encontrado otra cosa. Según él, en su obra "La casita en la autopista" logró capturar "la cara de Buenos Aires". La casa fotografiada, que tiene efectivamente dos árboles simétricos dispuestos como ojos, "refleja la arquitectura criolla, la austeridad y la llanura de Buenos Aires", dice. Ésa, agrega, la que tiene la cara de su ciudad, es su foto preferida.
Otras noticias de Arte
Más leídas de Cultura
“Me comeré la banana”. Quién es Justin Sun, el coleccionista y "primer ministro" que compró la obra de Maurizio Cattelan
“Un clásico desobediente”. Gabriela Cabezón Cámara gana el Premio Fundación Medifé Filba de Novela, su cuarto reconocimiento del año
Perdido y encontrado. Después de siglos, revelan por primera vez al público un "capolavoro" de Caravaggio
“La Mujer Gato”. Eduardo Costantini logró otro récord para Leonora Carrington al pagar US$11,38 millones por una escultura