La crisis de arteBA: adiós a las viejas formas
Una "nueva construcción de las relaciones" que promueva la escucha, el respeto por la diversidad y el trabajo en red. Sobre esas claves para crear la era postpandemia hablan varios "artivistas" en una serie de podcasts publicados durante la cuarentena por arteBA, la misma institución que ahora atraviesa una de las peores crisis en sus casi tres décadas de historia bajo acusaciones de falta de apertura y de sensibilidad.
Las críticas contra Juan Carlos Lynch por sus controvertidas publicaciones en Instagram, que lo obligaron a dejar el cargo tras apenas un fin de semana de gestión, revelaron un problema aún más profundo, que incluye demandas de una política inclusiva a una institución clave para el desarrollo del mercado del arte en el país.
La renuncia de dos presidentes en diez días confirma que no se prestó a ese pedido la suficiente atención. Y suma a la angustia de la pandemia los recuerdos del inestable diciembre de 2001, cuando la Argentina tuvo cinco presidentes en un plazo similar.
¿Dejó algún aprendizaje aquella experiencia? "Casi no hacemos la feria en 2002, porque los sponsors se retiraron. Sin embargo, decidimos redoblar la apuesta y hacerla igual. Y nos fue muy bien" dijo a LA NACION Facundo Gómez Minujín en 2008, cuando le tocó presidir arteBA en medio de una crisis recesiva global. Opinó entonces que la fundación "no tiene fines de lucro y no es un esfuerzo de un año; discontinuarlo por una crisis no tiene mucho sentido".
"Trabajar como si no hubiera crisis" con la mirada puesta a largo plazo fue la clave que dio entonces este respetado abogado y experto en finanzas, hijo de un economista y de la artista más popular del país, que aún integra el Consejo de Administración de arteBA. Organización cuyo Comité Internacional está presidido por Érica Roberts, una de las principales mecenas del país, de bajo perfil y siempre dispuesta a colaborar con la escena local.
En este momento crítico, mientras muchos proponen "hacer leña del árbol caído" y quemarla para empezar todo de nuevo, quizás se pueda usar esa madera para construir puentes y encontrarse en el medio con otros que piensan distinto. Vale recordar lo que dijo Guillermo Kuitca a LA NACION en 2009, al celebrar un cuarto de siglo del Centro Cultural Ricardo Rojas: "Los directores que asumieron no trataron de deshacer lo hecho por los anteriores. Eso permitió que en estos 25 años se sumara el aporte de las distintas gestiones. Ojalá ése sea el legado para otras instituciones de la Argentina".
Con esa premisa asumió Amalia Amoedo el año pasado como primera presidenta mujer de arteBA. Artista, cercana a tanto a sus colegas como a los sponsors de una de las ferias de arte más importantes de la región, parecía la persona ideal para dar continuidad a la gestión de Alec Oxenford, coleccionista y emprendedor ligado al mundo digital. Duró poco: días atrás renunció a su cargo aludiendo "motivos personales" desde Uruguay.
Fuentes cercanas a la nieta de la coleccionista Amalita Fortabat-mujer de carácter fuerte como pocas- confiaron a LA NACION que ella buscó transformar "de manera urgente" arteBA en una institución "aggiornada a los nuevos tiempos, más dinámica y federal, que no dependiera de un lugar físico tan caro" como La Rural. No parece un dato menor que el juez y coleccionista Gustavo Bruzzone compartiera lo siguiente en la revista Jennifer días después de la renuncia de su amiga: "arteFUE, soñemos el futuro".
¿Cambiar o no cambiar? Cómo hacerlo, ésa parece ser la cuestión. "Poder decir adiós es crecer", dice la letra de una canción de Gustavo Cerati, antes de prometer que "del mismo dolor vendrá un nuevo amanecer". Todo indica que el que alumbre la era postpandemia iluminará nuevas formas de hacer las cosas, y demandará dejar otras atrás.
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