La criatura más inquietante de Kafka cumple cien años
Publicado en 1915, La metamorfosis, el breve relato que cambió la literatura e influyó en artistas tan disímiles como García Márquez y Woody Allen, define también la condición del hombre del siglo XXI
Gabriel García Márquez recordaba en su autobiografía Vivir para contarla que una noche, cuando era un joven estudiante, un amigo le prestó un libro para que le hiciera compañía hasta que lograra conciliar el sueño y atravesar así, tras la lectura, la velada de modo apacible: "Pero esa vez logró todo lo contrario: nunca más volví a dormir con la placidez de antes". Ese libro era La metamorfosis, precisaba el premio Nobel de Literatura, y agregaba que esta nouvelle de Franz Kafka marcó por entonces un nuevo camino en su vida y en su escritura. Una mañana, sin ningún tipo de explicación racional, Gregor Samsa, viajante de comercio, amanece convertido en un animal –la palabra insecto no le parece precisa a la abultada crítica que ha estudiado esta pieza– y comenzará un proceso de deshumanización que lo llevará hacia su muerte.
Hace un siglo se publicaba este relato fundamental de la literatura que sigue esparciendo sus patas y sus alas en autores como Haruki Murakami, cuya influencia explícita, luego de Kafka en la orilla, se palpa en la reciente Hombres sin mujeres, una colección de relatos donde incluyó uno llamado "Samsa enamorado". Murakami, que bien conoce la biografía de su colega checo, apeló en su texto al nombre del protagonista de La metamorfosis y al estado y motor que impulsó la escritura de este relato de 1915: el amor.
Daniel Desmarquest, en la biografía Kafka y las muchachas, precisa que el autor checo comenzó a darle vida a este relato a fines de noviembre de 1912 y recoge una carta que le escribe Kafka a su musa Felice Bauer: "Cuanto más escribo, más me libero, y tal vez sea más puro y digno de ti; pero seguro que todavía hay en mí muchas cosas rechazables". Kafka le confiesa a su amada que la relectura de algunos párrafos de La metamorfosis lo hizo llorar, "hasta el punto de verse sacudido en su silla".
Los lectores hispanos tardarían algunos años en leer este relato, Die Verwandlung, tal es su nombre original en alemán, que fue traducido al español con un sustantivo de origen griego, decisión anónima y hoy criticada por los expertos. La influencia que Kafka generó en Borges es incuestionable, pero no fue el argentino quien llevó a cabo la traducción de este relato trágico sobre Samsa, publicado en 1938 por la editorial Losada (sí tradujo y publicó ese año en la revista El Hogar el texto "Ante la ley"). Fue la revista española Occidente, dirigida por entonces por José Ortega y Gasset, en 1925, un año después de la muerte de Kafka, quien publicó una traducción anónima. El hijo de este intelectual atribuiría luego a una académica española de origen judío, Margarita Nelken, esta labor, para la cual se habría inspirado en la traducción previa de este texto al francés. Los archivos de esta revista fueron destruidos durante la Guerra Civil, así que esta posibilidad es una hipótesis, con gran consenso académico, pero sobre la cual se conservan aún algunas dudas.
Iris Bruce, quien dictó el mes pasado una serie de conferencias en Tel Aviv para rendirle homenaje a esta ficción, escribió en su ensayo Kafka y la cultura popular que el relato sirve de intertexto para Zelig, de Woody Allen, ya que ambos hacen visibles las "condiciones deshumanizantes" para el hombre en el siglo XX.
Pietro Citati precisa que el álter ego de Gregor Samsa se refugiaba en su madriguera nocturna de Praga, velado por tinta y papeles. "Sentía horror de muchos animales […] y, al mismo tiempo, sentía que aquellas bestias estaban ocultas en su interior." La pluma de Kafka supo crear, como ninguna otra, personajes y situaciones asfixiantes, en un grado extremo tal que la crítica califica varios de sus textos y los ubica dentro del género de lo fantástico, es decir que este elemento no es percibido como tal en el universo que habitan los personajes. Sin embargo, existe otra interpretación que sostiene que nada en La metamorfosis lo es, ya que el dolor es real y la muerte de Gregor también lo es. Otro premio Nobel influido por el legado de Kafka, Albert Camus, escribió en El mito de Sísifo: "Todo el arte de Kafka consiste en forzar al lector a releer. Sus finales o la ausencia de finales sugieren explicaciones, que, sin embargo, no están reveladas con un lenguaje claro, pero antes de que parezcan justificadas requieren que se relea la historia desde otro punto de vista. A veces aparece una doble posibilidad de interpretación y esto es lo que el autor quería. Sería incorrecto interpretar todo lo que dice Kafka en detalle".
Milan Kundera, compatriota de Kafka, y "el otro K. de Checoslovaquia", como lo definió Carlos Fuentes, escribió que la virtud de Kafka fue la de tomar material antipoético, propio de una sociedad altamente burocratizada, para convertirlo en la gran poesía de esa novela. Esa posibilidad de lograr la belleza en lo absurdo es su mérito. Cada una de las líneas que escribe Kafka es un clamor de libertad. La respuesta que halla Kafka a la existencia del hombre es sombría, pues en realidad no lo hace, sólo describe la tortuosa periferia, las infinitas y laberínticas preguntas que no tienen una solución ni siquiera en un mundo comandado por el racionalismo.
La germanista Martha Robert, una minuciosa estudiosa de la vida y obra de Kafka, escribe: "Frente a los complicados absurdos de la vida durante la guerra y en el período de posguerra, frente a falsos misterios de la burocracia y de la política, se halló una suerte de consuelo en el hecho de poder decir «eso es kafkiano» y así la gente devengaba la impotencia en que se encontraba ante un poder ciego, análogo a lo que Kafka había descripto de una manera tan magistral. El nombre de Kafka penetró de ese modo en el lenguaje popular y adquirió muy pronto el valor de eslogan". Así, fuera de la ficción, y en el siglo XXI, Gregor Samsa sigue en realidad vivo y cada año goza de mayor salud y vitalidad.
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