La correspondencia secreta de Roald Dahl: “Querida madre, la directora del internado me da miedo”
“Te quiere, Boy”, un libro con más de 600 cartas del autor de “Matilda” y “Charlie y la fábrica de chocolate”, hace un relato íntimo de su infancia en internados, su pasado como piloto y combatiente en la Segunda Guerra Mundial
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Si hasta hace poco Roald Dahl era noticia por la adaptación “políticamente correcta” que en Inglaterra hicieron de sus novelas y, al mismo tiempo, por la condena que desde otros países se hizo a ese retoque editorial “sensible” para la época, ahora -mientras la película Wonka, basada en el personaje de “Charlie y la fábrica de chocolate”, llega a los cines, y Matilda anuncia su regreso al teatro tras una temporada de éxitos- una revelación de su puño y letra pone en foco la vida íntima del autor en su juventud. Y lo devuelve al interés público, claro.
El libro de correspondencia Te quiere, Boy, que acaba de publicar Gatopardo Ediciones en España, reúne por primera vez unas 600 cartas que Dahl le envió a su mamá durante cuatro décadas (de los 9 a los casi 50 años de edad). Sofie Magdalene atesoró bajo llave durante todos esos años los mensajes que le enviaba su hijo antes de consagrarse como el creador de verdaderos clásicos de la literatura infantil, historias irresistibles para Tim Burton, Danny DeVito, Robert Zemeckis y otros directores que los llevaron al cine.
Con traducción de los argentinos Edgardo Scott y Mariana Sández, y selección de material de Donald Sturrock, las cartas vienen acompañadas por fotografías, documentos personales, dibujos y hasta una caricatura de Hitler que permiten “asistir al nacimiento de un narrador prodigioso, sino también ahondar en las claves biográficas de su universo de ficción: el rechazo a la autoridad, una imaginación disparatada, la ausencia de moralina y una irreverencia contagiosa”, aseguran desde la editorial con sede en España.
Desde su educación escolar en internados en los años 20 y 30 hasta el dramático accidente de avión que sufrió en el desierto de Egipto y le dio, literalmente, el golpe en la cabeza que le cambió el destino -tenía más de 40 años cuando escribió su primer libro para niños-, los hechos más sobresalientes de su vida personal se reconstruyen con esta correspondencia. Como la colaboración con Walt Disney en Hollywood o los años de espionaje y diplomacia en Washington. Dada su tardía dedicación la literatura, su primera gran experiencia con la escritura -que permite anticipar el estilo y la ironía del futuro autor- fueron estas cartas, lo que por supuesto convierte a su madre en su primera lectora. “Dahl es simplemente incapaz de escribir una carta aburrida”, subraya en su crítica The Washington Post.
”Yo tenía mucho interés en que se pudiese leer en castellano, quería que se conociese mejor el origen de su obra. Complementa muy bien los relatos sobre su vida que constituyen Boy y Volando solo”, dijo Mariana Sández al diario El Mundo. “Ya sea para entrar en la obra de Dahl o para profundizar en ella, creo que los lectores quedarán tan fascinados como yo”.
Sández, además, escribió el prólogo de este volumen, titulado “Cruelmente normal”, que se puede leer completo en este enlace. Allí señala por ejemplo la maestría del grotesco que representa el autor. “Pasajes como el siguiente, redactado por Dahl a los catorce años en Repton School, el internado donde cursó la secundaria, revelan el particular sentido del humor que caracterizará su escritura y que compartía también con su madre, dado que seguirá valiéndose de él para referirle todo tipo de sucesos cuando ya es adulto: Querida mamá: … Parece que has estado pintando mucho; pero cuando pintes el retrete no pintes el asiento, dejándolo húmedo y pegajoso, o algún desdichado se quedará enganchado sin darse cuenta, y a menos que le amputen el trasero o que elija ir con el asiento pegado a las posaderas, estará condenado a quedarse donde está y no hacer nada más que cagar durante el resto de su vida. Pero no cabe duda de que es un excelente remedio para el estreñimiento, ya que la persona, al no tener otra cosa que hacer, ¡intentará «evacuar» todo el tiempo! Esa clase de ocurrencias derivadas de su gusto por lo absurdo, la fantasía, el desparpajo y la sinceridad brutal son las que dan a su narrativa un tono rabiosamente único”, señala Sández.
Por su parte, Donald Sturrock, editor del libro y biógrafo de Dahl, aseguró que estas cartas “son la primera prueba que tenemos de su imaginación literaria en funcionamiento”. Se refiere a algunas de las marcas que componen su obra como “las divertidas excentricidades de los adultos”, “los absurdos hábitos de sus maestros de escuela” y los “detalles cómicos”.
En Storyteller: The Life of Roald Dahl (2010) Sturrock señalaba que la noción de “hogar” era complicada debido a su origen noruego y haber pasado su infancia en diversos internados de Inglaterra, colegios que describía como cárceles en sus memorias. Esa experiencia, sin dudas, inspiró la desprotección y vida agridulce de varios de sus personajes: Charlie, Matilda, Jimmy [y el durazno gigante], el chico huérfano de Las brujas. “Querida madre, la directora del internado me da miedo”, llega a confesar Dahl en una de las cartas. Ya sabemos, entonces, en quién se basó el personaje de la temible Agatha Tronchatoro.
El volumen, que fue publicado en inglés en 2016 con el título Love from Boy, también está integrado por los relatos más intimistas de su primera infancia, como una carta en la que cuenta su llegada al otro lado del canal de Bristol, cuando tenía solo nueve años: “La primera noche de desamparo y tristeza en St. Peter’s, cuando me acurruqué en la cama y se apagaron las luces, no podía pensar en nada más que en mi casa y mi madre y mis hermanas. No quería dormir de espaldas a ellas”, relata el pequeño Dahl.
Los libros de quien fue héroe de guerra, piloto de combate y espía -que no ocultó su misoginia, racismo ni antisemitismo- llevan vendidos 300 millones de ejemplares en todo el mundo. “A diferencia de otros autores que pierden actualidad, él sigue siendo interesante por partida doble, porque es atractivo para el adolescente y para el adulto. Por mucho que algunos se empeñen, no solo no ha envejecido, sino que parece que es cada vez más contemporáneo”, opina Sández en la nota de El Mundo.
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