
La colección Agnelli, para todo público
En un edificio diseñado por Renzo Piano se exhiben los cuadros comprados por el avvocato, patrón de la Fiat

Milan
Primera plana y noticia de todos los diarios italianos fue la apertura de la pinacoteca Gianni y Marella Agnelli, en Turín, inaugurada por el presidente Ciampi. Ahora, coleccionistas y público podrán contemplar parte de una de las colecciones más eclécticas, exquisitas y reservadas de toda Europa.
Se trata de 25 obras maestras, que si bien representan pocas obras en número, son el objeto de deseo de cualquier museo de calidad internacional. Desde los antológicos canales venecianos inmortalizados por Canaletto, en el 1700, a las tizas renacentistas de Antonio Canova y el arte futurista de Giacomo Balla, venerado por los coleccionistas italianos.
Pero las perlas de la mostra , además de los dos Picasso (uno del período azul y otro del cubista), son las siete telas de Henri Matisse. El colorista francés cuya ausencia es notoria en casi todas las colecciones y museos de la península.
Marella y Gianni Agnelli, senador vitalicio y presidente honorario de la Fiat, se han sumado a la tendencia de los grandes coleccionistas del mundo que entienden que en el privilegio de la adquisición despunta también la generosa posibilidad de la contemplación colectiva.
Lo ha dicho el avvocato piú famoso del mondo, desde las páginas del impecable catálago que presenta la colección: "Me ha guiado mi propio gusto estético. No la búsqueda de la posesión.... Espero que ahora muchas personas deseen compartir conmigo esta sensación única que brinda la contemplación del arte".
Desprejuiciados y audaces, los Agnelli se apartan de la tipología del coleccionista moderno. Sus gustos abarcan un amplio espectro que va desde el clasicismo al modernismo y que se apoya en una premisa excluyente: nada de obsesionarse por completar un período, una escuela, la obra de determinado artista. Un poco de todo, pero de todo, lo mejor.
Entusiasta de la arquitectura, el propio Gianni ha dicho que no concebía un templo para su muestra que no estuviera a la altura de su colección. Le encargó al arquitecto genovés Renzo Piano una estructura con vuelo propio. La galería Agnelli desafía la gravedad. Entre las colinas y montañas turinesas emerge una nave grisácea, que se yergue como suspendida en el aire desde la azotea de la ex fábrica de la Fiat, diseñada, en 1921, por Matté Trucco .
Símbolo excluyente de la pujanza industrial italiana de principios de siglo, el Lingotto, como llaman los italianos a esa mole que aún hoy alberga en el techo la pista donde se probaban los automóviles de la marca.
La pinacota
La mostra permanente de los Agnelli carece de un hilo conductor determinado. No persigue escuelas ni períodos; arranca en el clasicismo y llega al posimpresionismo. Punto alto del conjunto son las vistas de Canaleto: el mítico Puente Rialto y la Iglesia de Santa María de Nazareth, sobre un Gran Canal de aguas claras. De Bernardo Bellotto (discípulo y nieto de Canaleto) se exponen dos vistas del Veneto junto a las majestuosas tizas de Antonio Canova: Bailarina con dedo en el mentón , 1809-1814 y Bailarina con mano en la cintura, 1811-1812.
Un renglón aparte merece el sensual desnudo, de los primeros años parisienses de Amadeo Modigliani (Couché, 1917).
De las siete telas de Matisse, se destacan Tabac Royal , un óleo de 1943. La modelo Monique Bourgeois aparece en primer plano junto a los objetos de estilo mediterráneo que acompañaron a Matisse durante toda su vida, como el florero blanco rebosante de tabaco. Los encendidos colores de Femme et anémones, de 1920, recrean un cuarto del Hotel Méditerranée, con vista a la Promenade des Anglais .
Hay dos pinturas de Pablo Picasso, la primera del período azul del artista, L«Hétaire, de 1901, con el rostro de la Bella Otero, y un ejemplo magistral del período cubista Homme appuyé sur une table, de 1915-1916.
De temática típicamente futurista, cuelga un Balla, cuya vitalidad en el recorrido de líneas vertiginosas buscan detener el movimiento desenfrenado de la velocidad del auto. Desplegada en una tela de grandes dimensiones, Velocitá astratta , de 1913, ha sido una de las obras más comentadas por los críticos. Incluso ilustró la portada de casi todos los diarios y suplementos italianos.
Completa la muestra un óleo futurista de Gino Serverini ( Lanciers italiens au galop, de 1915). Con la apertura de la pinacoteca de los Agnelli se abre una nueva etapa para Turín, la ciudad que tanto ayudó para que el avvocato construyera su imperio.