La coherencia de Margaret Atwood: la voz de la mujer y la destrucción del mundo
Con una lúcida mirada de género, mucho antes del #MeToo, desde la publicación de su primera novela, La mujer comestible (1969), Margaret Atwood se sumerge en el universo femenino. Esta profesora universitaria, además de narradora polifacética, indaga en sus ficciones sobre el poder que la educación –en particular la escritura y la literatura– posee como herramienta emancipadora. Narrar y plasmar aquel testimonio sobre el papel es denunciar, es liberar y es burlar del olvido a quienes son acalladas: El año del Diluvio (2009), la justicia narrativa que ejerce Atwood con Grace Marks, en Alias Grace (1996) o con las criadas de Penélope, en su relectura de la Odisea en 2005, son solo algunos ejemplos
Sin lugar a dudas, El cuento de la criada (1985) es su novela más famosa, pero antes del estreno de la versión para la televisión , en 2017, varios elementos y obsesiones que construyen esta historia post apocalíptica ya estaban presentes en otros relatos, muchos de ellos también de corte distópico. En ellos habitan castas o grupos de personajes encasillados con un nombre colectivo según su (único) rol. Además de la presencia de sectas religiosas, la ciencia emerge no como un agente capaz de lograr la evolución de la sociedad, sino como una alternativa para intentar enmendar, con métodos polémicos (alimenticios, reproductivos, sanitarios, etc.) el afán prometeico del hombre. La destrucción del mundo está cerca, denuncia Atwood , quien siempre ha escrito sobre el valor de la libertad (muchas de sus novelas transcurren en cárceles). De qué modo se narrará aquel caos a las generaciones posteriores, es su obsesión; de qué modo evitaremos caer en la esclavitud, su alerta.
Por fuera de las criadas y su secuela, Los testamentos, premiada ayer con un Booker Prize, vale la pena recorrer la biblioteca de una gran autora.
Alias Grace (Salamandra 1996)
El poder de la narración, de la confección del aquel texto que cada uno construye al recordar y al contar su propia vida, se ubica en primer plano en esta novela inspirada en un hecho verídico que conmocionó a Canadá durante el siglo XIX. Un extenso poema, quizá una canción popular, narra en las primeras páginas de esta novela la leyenda sobre la criada Grace Marks y el mozo de cuadra James McDermott, quienes, luego de cometer dos crímenes en situaciones confusas, huyeron. Atwood la voz a Grace, una reclusa modélica, cuando lleva ya ocho años presa y cuando aparece la esperanza de que, a través de su relato y confesión –y la ayuda de un protopsicólogo– recupere su libertad: "Si me comporto y no rechisto puede que al final me dejen salir, pero no es fácil portarse bien y no rechistar, es como quedarse agarrada al borde de un puente después de caer al vacío". También tuvo su adaptación televisiva.
El asesino ciego (Ediciones B, 2000)
Esta novela ganadora del Premio Booker comienza con una tragedia luego de la Segunda Guerra Mundial. Iris Chase recuerda el día que recibió una notificación policial: su hermana acababa de morir en un accidente de auto. "¿En qué debió pensar cuando el coche saltó del puente, cuando quedó suspendido en la luz de la tarde, resplandeciente como una libélula en aquel instante de respiración contenida, antes de la caída en picado? En Alex, en Richard, en la fatídica relación triangular. O en el montón de cuadernos de ejercicios escolares que debió de esconder aquella misma mañana en el cajón de la cómoda donde yo guardaba las medias, con el convencimiento de que yo los encontraría", comienza este relato de más de 600 páginas que recorre la vida de una familia y, con ella, un dolor tan profundo que es imposible describir con palabras.
Oryx y Crake (Ediciones B, 2003)
El anhelo por crear un mundo perfecto aparece en esta fábula donde científicos buscan la inmortalidad, donde se diseñan granjas con cerdos transgénicos modificados y donde se crean órganos según la demanda de los pacientes. A través de Hombre de las Nieves, cuya naturaleza el lector desconoce, se reconstruye esta ficción especulativa donde aparece Virginia Woolf, a través de Al faro, en el epígrafe y entre las páginas de esta distopía. También aparece un homenaje a Martha Graham ("una fabulosa y antigua diosa de la danza, que al parecer había causado bastante revuelto en el siglo XX"), a través de su estatua –que simboliza la belleza, el arte y la libertad– y de la Academia que lleva su nombre, un vestigio de la cultura y educación occidental. El lector y este solitario personaje intentarán descubrir quiénes eran Oryx y Crake y qué les ocurrió.
Penélope y las doce criadas (Salamandra, 2005)
La historiadora británica Margaret Beard comienza su ensayo Mujeres y poder: un manifiesto (2018) invocando a Penélope y el injusto trato que recibe por parte de su hijo Telémaco. Algunos años antes Atwood tomaba esta historia de la Odisea y se centraba no solo en la mítica Penélope, sino en sus criadas. En ausencia de su marido, recibe un sinnúmero de propuestas de pretendientes (desean su cuerpo y el trono vacante). Al regreso de Odiseo aquellos pretendientes serán vengados y junto con ellos las criadas –ahorcadas– que se acostaban con ellos, exigencia de su ama. "Las criadas forman un coro que canta y recita y que se centra en dos preguntas que cualquier lector se plantearía tras una lectura mínimamente atenta de la Odisea: ¿cuál fue la causa del ahorcamiento de las criadas?, y ¿qué se traía entre manos Penélope?", escribe en el prólogo.
El año del Diluvio (Bruguera, 2009)
En esta continuación de Oryx y Crake, Atwood regresa a la distopía y retoma algunos personajes de aquella novela. La acción comienza en el año 25, el año del Diluvio, a través de la voz de dos narradoras Ren y Toby. "Cuando los animalitos cantan más bajo, decía Adán Uno, es que están asustados. Hay que escuchar el sonido de su miedo". En esta historia Atwood recrea un Jardín del Edén, donde los Jardineros (con mayúscula) instruyen a las nuevas generaciones y las aleccionar con un mensaje crucial: "Tened cuidado con las palabras. Tened cuidado cuando escribáis. No dejéis ningún rastro". Las sectas religiosas y la destrucción del medio ambiente, sumado a los avances tecnológicos como paliativos o sucedáneos de aquellos objetos perdidos en la catástrofe de la humanidad, signan el destino de estas criaturas recluidas en su soledad.
Por último el corazón (Salamandra, 2015)
Esta distopía –que no confunda el título con una historia de amor– se sumerge en la vida de una pareja que sobrevive a duras penas tras una crisis económica. Antes de que los acreedores les quiten su casa, toman sus cosas y parten en el coche que se convertirá en su hogar. Él vende su propia sangre y ella trabaja como camarera en un bar de mala muerte. Un día se topan con el Proyecto Positrón, un experimento social en el que dos grupos de personas se alternan cada mes para vivir en una cárcel, o bien en la libertad más absoluta. En este modelo totalitario resulta muy sencillo ingresar, pero salir resulta casi imposible. Nuevamente las granjas como laboratorio del mal, el tráfico de órganos y el sexo (hay un mercado de robots que se dedican a la tarea de brindar placer a sus dueños) ocupan un lugar importante en la trama.
La semilla de la bruja (Lumen, 2016)
La novela comienza con un guion. El lector ingresa en la representación de una obra que se efectúa en un correccional. Tres disparos interrumpen la acción y así comienza Atwood a narrar, a través de la prosa, la historia de Felix Fletcher, director de una versión de La tempestad con reclusos: "Recorre la sala con la mirada. Rostros conocidos, veteranos de sus obras anteriores, le sonríen y esbozan medias sonrisas. Caras nuevas, inexpresivas o inquietas que no saben a qué atenerse (…) Los crímenes por lo que los han condenado son variados. Lo único que tienen en común, aparte de su condición de presos, es su deseo de formar parte de la tropa de actores de Feliz. Sus motivos, supone él, son distintos". Aquellos hombres, tras la lectura y la interpretación del clásico, cambiarán de modo radical su modo de percibir el mundo y su condición.
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