La ciudad en la fotografía
En el comienzo de esta historia están los Becher, un matrimonio alemán que se propuso catalogar los edificios industriales construidos entre 1870 y 1960 y, al hacerlo, cambiar radicalmente la visión de la fotografía de los últimos cuarenta años. El registro fue hecho en blanco y negro, aislado del contexto, desde una visión frontal bajo una luz difusa, sin sombras ni claroscuro. Una imagen fría y objetiva, como la de Axel Hütte elegida para ilustrar la portada de esta edición. Hütte, que llegará a Buenos Aires dentro de pocos días invitado por Fundación Proa, fue uno de los primeros cinco discípulos de Hilla y Bernd Becher, junto con Andreas Gursky, Candida Höfer, Thomas Struth y Thomas Ruff, cuyas obras integran ese corpus conceptual de la nueva fotografía conocido como Escuela de Düsseldorf. El curador Ludovico Pratesi (Roma, 1961) eligió 45 piezas de este seleccionado de lujo para integrar Espacios urbanos , la muestra que se exhibe en Proa, en La Boca. Es doblemente atractivo contemplar esas poderosas fotos de gran formato y comprobar cómo funcionan en un ámbito donde contenedor y continente responden a la apelación de una misma época.
Pratesi es un tipo alto de sonrisa franca y firmes convicciones, con un currículum frondoso y la capacidad de explorar hasta las últimas instancias el lenguaje, por momentos encriptado, del arte actual. ¿Por qué la fotografía? La fotografía, dice Pratesi, es una presencia ineludible en el escenario del arte internacional, por lejos será el lenguaje expresivo "natural" de los artistas del siglo XXI, una herramienta y soporte capaz de reinventarse en forma permanente. Liberada de cualquier mandato documental, la fotografía puede, paradójicamente, convertirse en la visión más acabada de la pura objetividad, al captar de manera frontal el paisaje urbano, con su enorme carga de poder evocativo.
¿Por qué las ciudades? Porque el mundo es una inmensa ciudad, un "no lugar" en el sentido que da el sociólogo Marc Augé: "espumosa, impalpable, desintegrada". El centro del bigness ( big-business ) global está señalizado por nuevas banderas: Prada, Sony, Armani, Renzo Piano, Herzog y de Meuron, Rem Koolhaas o Frank Gehry. Los paraísos heridos de muerte -Nueva York después del 11-S, Madrid después de Atocha- están en la mira de las cámaras de Düsseldorf, son evocaciones de ausencia al eliminar cualquier indicio de presencia subjetiva. El objetivo de los nuevos fotógrafos no es más la figura humana. Queda en la memoria, según Daniel Merle, editor de fotografía de LA NACION, el fotógrafo callejero concebido como un flâneur .
Por el contrario, Gursky, Höfer Hütte, Struth y Ruff se valen de los recursos tecnológicos y hacen de la manipulación digital un aliado para lograr imágenes perfectas, distantes. En sus fotos, la ausencia de la presencia humana es el común denominador. Además de ser el fotógrafo más caro del mundo, Gursky es el único que utiliza la figura humana como paisaje. Las multitudes del May Day se vuelven una masa informe, anónima. El espectador necesita hurgar en esa perfección en busca de la marca del ojo humano, señala Gabriela Massuh a propósito de una foto de Höfer, que viajó a Buenos Aires para registrar una serie de edificios monumentales.
El salto espectacular de los alumnos de Düsseldorf fue aventurarse en el gran formato y en el color. Como señala Pratesi en el catálogo que acompaña la muestra, la tentación fue medirse con la desmesura de la pintura contemporánea, y en algún punto -sobre todo Gursky-, con los maestros románticos que hicieron de sus visiones del paisaje una edulcorada construcción personal.
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