La Boca, el barrio y el puente
Con la mirada puesta en la historia barrial, la Fundación Proa celebra su décimo aniversario. Además, proyecta una ampliación de sus instalaciones
¿Buenos Aires fue fundada en lo que hoy es el barrio de La Boca? Esta parece ser la hipótesis que el arqueólogo urbano Daniel Schavelson esgrime estos días contra la historia oficial que ubica los altos del Parque Lezama como el lugar donde Pedro de Mendoza sentó las bases de nuestra ciudad. El barrio es una usina de pasión futbolística, pero también histórica, tal como lo demuestra la Fundación Proa, que presenta, hasta el 31 de enero, La ciudad y el barrio: La Boca , una muestra preparada por Sergio Baur, Luis Príamo y Cecilia Rabossi, que incluye fotografía histórica y contemporánea, grabados, videos y otra documentación.
El recorrido comienza recordando a un vecino ilustre, el almirante Guillermo Brown (1777-1857), que construyó su quinta en el predio que hoy ocupa el Museo Naval; un daguerrotipo del prócer y una vista de su quinta del fotógrafo Christiano Junior testimonian el hecho. Además de una mirada contemporánea (con obras de Dino Bruzzone, Marcos López, Augusto Zanela y otros), se dedica un capítulo importante al famoso puente transbordador que tomó el nombre del Presidente Nicolás Avellaneda y que ha ilustrado millones de tarjetas postales por décadas. El puente fue donado a cambio de franquicias por el Ferrocarril del Sud y se autorizó su construcción en 1905. La estructura metálica, que alcanza casi cincuenta metros de altura, se construyó por partes en Inglaterra y se armó en Buenos Aires, enterrando ocho cilindros de hormigón de cuatro metros de diámetro a 24 metros de profundidad. Nueve años después, en 1914, se inauguraron las obras. El puente cayó en desuso en 1939 y en 1960 fue declarado Monumento Histórico Nacional. Entre los siglos XIX y XX se construyeron en el mundo veinte puentes transbordadores similares en áreas portuarias; quedan en pie el nuestro y siete más.
La Fundación Proa celebró sus primeros diez años de vida con una intervención urbana de envergadura: la iluminación del puente transbordador con tubos fluorescentes de colores. El lluvioso sábado 16 de diciembre, con el runrún de la fiesta en la fundación, los vecinos y turistas del barrio vieron cómo el perfil del puente se reflejaba en las empetroladas aguas del Riachuelo, con un efecto más bello que ecológico. El despliegue de colores se asoció con las características casas de chapa del barrio y la historia urdida por el pintor boquense Quinquela Martín, mientras que los tubos fluorescentes recordaban una de las más memorables exposiciones de Proa, la del minimalista estadounidense Dan Flavin.
En estos diez años de vida, con el timón de Adriana Rosenberg, perspicaz e inteligente escucha de opiniones expertas, la Fundación Proa ofreció un programa que incluyó muestras internacionales (como las de Mario Merz, Jenny Holzer, Rafael Solto, Julio Galán o Andrés Serrano), antropológicas (como la de las cabezas escultóricas olmecas o la de los textiles y metales mapuches), históricas (como la reconstrucción de las Experiencias de 1968 del Instituto Di Tella) y contemporáneas (como Ansia y Devoción o los Panoramix, colectivas de jóvenes), todas ellas acompañadas de catálogos memorables. En el curso de 2007, Proa cerrará sus puertas para emprender una importante ampliación de instalaciones.
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