La belleza que no muere
Contrapunto poético de Alfredo Hlito; los desnudos de Ana Negro, y Miguel Ocampo en el Centro Cultural Recoleta
Para los iniciados en el arte de nuestro tiempo no es novedad que Alfredo Hlito es una de sus glorias y de modo especial para el arte de "Nuestra América", como gustaba designar a la América latina Pedro Henríquez Ureña.
No es mi propósito adentrarme en la prolífera y coherente trayectoria del maestro Hlito, nacido en Buenos Aires en 1923. Para quien desee seguir las peripecias de su arte y de su pensamiento (Hlito era creador plástico y pensador de hondura filosófica), nada mejor que referirse al libro El arte Concreto en la Argentina de la profesora e investigadora Nelly Perazzo, editado por Gaglianone en 1983.
En una de sus copiosas declaraciones Hlito confesó que se encontraba a Max Bill a cada paso. Por ello debo creer que le dio especial placer ver colgadas en las proximidades obras suyas y de Bill, en la muestra inaugural del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, en 1960. Lo que me mueve a escribir estas líneas es la muestra sobre papel que se lleva a cabo actualmente y que incluye pasteles, tintas, témperas, así como grafitos en algunos casos combinando estas técnicas. Las obras van desde 1959 hasta 1984, abarcando así un período de 25 años.
Si bien su adscripción al Arte Concreto data de los años 40, cuando trabajó estrechamente unido a ese otro grande que es Tomás Maldonado (que para orgullo de los argentinos llegó a ser rector de Ulm, la continuación de la Bauhaus), Hlito, como suele ocurrir con los artistas mayores que comienzan trabajando en grupos o tendencias definidas, con el tiempo fue encontrando su propio sendero individual e intransferible, sin por ello perder un ápice de coherencia. Pensemos en los surrealistas como Miró o Dalí, en los cubistas como Picasso y Braque, y así con todas las escuelas y movimientos que reflejan una tendencia determinada.
Si Hlito nunca abandonó sus propios postulados, como era de esperar fue siendo cada vez más Hlito. Una individualidad que remató con sus 10 años de permanencia en México acentuó un americanismo ya latente en él, quien, si bien buscando aún mayor pureza formal, no desconocía el Universalismo Constructivo de Torres García, que en su momento influyó para que emplease la sección áurea.
Lo que más me conmueve de esta muestra es la pureza de los planteos de este gran esteta, quien a la profundidad de su pensamiento le suma la más exquisita de las sensibilidades. A tal punto llega este contrapunto que es difícil establecer hacia dónde puede inclinarse esta balanza que hace pensar en las composiciones de los grandes músicos desde Bach hasta Alban Berg. En el libro que edita Jorge Mara se intercalan las espléndidas reproducciones de las obras de Hlito con 44 haikus, poemas japoneses de tres versos con un número determinado de sílabas para cada verso. Siempre he creído que la forma más alta de la crítica de arte es el poema. Podrá argumentarse que estos poemas japoneses no fueron escritos especialmente para las obras de Hlito, pero acierta Mara al imprimirlos como comentarios a la exquisitez de estos dibujos y pinturas.
(En Galería La Ruche, Arenales 1321, hasta el 18 del actual.)
Respuesta al caos
En una época en que muchos hacen alarde del caos como si se tratase de alguna virtud, Ana Negro responde con sus generosos acrílicos sobre tela que con holgura sobrepasan el metro de lado, restableciendo un orden luminoso que coincide con los primeros versículos del Génesis. A veces me pregunto si artistas de la talla de Ana Negro logran su cometido a pesar del desorden entronizado, o si quizá, por el contrario, se trata de una manera de preservar los auténticos valores alzándose contra el mundo de las tinieblas.
También Ana Negro pide que se haga la luz, y para ello despliega con impecable dibujo y sobria paleta sus desnudos masculinos y femeninos enroscados en composiciones dramáticas y a la vez recatadas. Se trata ya de personajes en pugna, ya de figuras yacentes que reposan después de la batalla. Para encontrar parecidos despliegues de humanidad atormentada debo remontarme al Juicio Final de Miguel Angel en la Sixtina.
En todos los casos las figuras de Ana Negro están bordeadas por fuertes rojos o grises que se despliegan sobre fondos renegridos. Todo ello hace resaltar aún más la blancura de la piel de sus desnudos.
Ha sido muy bien aprovechado su paso por los talleres del escultor Héctor Linares y del eximio dibujante y pintor Luis De Bairos Moura. Equipada con un sólido oficio, Ana Negro da rienda suelta a su poderosa personalidad que la ubica en la primera fila de la creatividad contemporánea. A los falsos profetas les contesta con las palabras de Pablo de Tarso: "Estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos".
(En VYP, Arroyo 959, hasta el 16 del actual.)
Solidez y atmósfera
Nuestro eminente crítico e historiador de arte José León Pagano nos ha brindado una síntesis ajustada del planteo estético de la obra de Luis Cordiviola: "Dibuja para pintar, para dar consistencia al organismo plástico. En sus cuadros, en los de más ardiente visión solar, la luz no disuelve la solidez corpórea en un vivo temblor de partículas cromáticas. Modela en fuerte relieve. La atmósfera envuelve las cosas pero no las absorbe, quitándoles peso, restándoles volumen, tornándolas aéreas". Las conquistas del impresionismo que conocía muy bien tras sus estudios en la Grande Chaumiere de París, no lo sedujeron al punto de disolver la forma. Muy por el contrario, tanto paisajes como animales, a veces captados con notable dominio del contraluz, mantienen la solidez de sus respectivas formas. Lo notable es cómo al mismo tiempo es capaz de hacer ingresar el elemento atmosférico que le da a sus obras una suerte de respiración así colorística como dibujística, el todo mantenido en brillante equilibrio. Desde su residencia de Cabalango, en la provincia de Córdoba, supo captar como nadie esos chivos y esas cabras, así como vacas y terneros que dan a sus obras el sello de su fuerte personalidad. Cordiviola es un clásico argentino, y cada tanto, aunque espaciadamente, se repite la revelación de su talento de pintor. Obtuvo en nuestro país las mayores recompensas y sus obras conocieron el halago del público en las grandes capitales europeas, como París, Roma y Madrid.
(En Galería Zurbarán, Cerrito 1522, hasta el 16 del actual.)
Alegre poesía
En el género dramático según el clima de la obra y su desenlace se distingue entre comedia y tragedia. La comedia no es necesariamente cómica, aunque no desprecia la risa. Se trata de algo más alegre, más bondadoso y quizá más cercano al concepto griego de la divinidad: "Los hombres lloran, los dioses ríen". Como ejemplos paradigmáticos de una y otra categoría expresiva pienso en el "Hamlet" y en "Sueño de una noche de verano", de William Shakespeare. En esta última comedia el cisne de Stratford introduce en su bosque encantado todo un mundo de hadas y de duendes desde la bella Titania y el rey nocturno Oberon hasta duendes como Puck. Son los duendes los que tienen la última palabra cuando Puck, antes de despedirse, nos dice: "°Oh, cuán tontos son estos mortales!"
La muestra de Miguel Ocampo en la sala IV del Centro Recoleta nos hace sentir habitantes de ese mundo encantado y encantador. La vena inspiracional de Miguel es amable, bondadosa, mágicamente poética. Y por sobre todas las cosas es auténtica; es el reflejo de toda una trayectoria de fidelidad a su propia interioridad. El mismo nos dice en el catálogo: "Las modas son sólo frivolidad y novelería. Reconozco que han sido útiles. Supongo que tienen raíces profundas, son siempre una visión renovada y un cuestionar al trabajo de cada cual. Cuestionar que obliga a elegir entre lo interior y lo exterior, entre lo propio y lo ajeno. Esta exposición, que es la de mis casi 80 años, la he pintado como siempre, desde lo propio, porque la evolución individual, siempre trabajosa, no alcanza la velocidad de la exterior. Quisiera que estos trabajos significasen mi gratitud a la ilusión y ganas de seguir pintando".
Estas obras entre paisaje y abstracción confirman a Miguel Ocampo como uno de los creadores clave de nuestra época. Nuestra lejana latitud conspira en su caso como en el de algunos más para demorar un reconocimiento mundial que sin duda llegará, estemos o no para presenciarlo. Así como Ocampo pinta en su refugio de La Cumbre cordobesa, así sus obras serán reconocidas en la cumbre artística que les pertenece.
(En el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930, hasta el 17 del actual.)
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