La belleza de los objetos cotidianos, directo de Italia a los salones de un palacio porteño
Una exposición de diseño, de la posguerra a la actualidad, abre hoy al público en el Museo Nacional de Arte Decorativo con 80 piezas únicas como máquinas de escribir, sillas, floreros
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Una máquina de escribir, un destapador, un florero y una silla. ¿Qué tienen en común estos objetos? Responden al adn de la cultura italiana, son icónicos y trazan una línea de tiempo que da cuenta de la historia del diseño italiano desde la posguerra hasta la actualidad. La muestra Diseño Italiano, la belleza de lo cotidiano entre Italia y Argentina, abre sus puertas hoy en el Museo Nacional de Arte Decorativo (MNAD). Después del éxito fuera de serie de la exposición de Gaspar Libedinsky y mientras continúa la investigación por el robo de una veintena de piezas de la colección, en los salones del Palacio Errázuriz Alvear se exhiben 80 piezas únicas de coleccionistas privados italianos y 20 diseños argentinos, hitos nacionales que parte del acervo del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, el puente entre ambos países achica distancias.
“Es una movida temeraria”, dispara Silvana Annicchiarico, la curadora de la expo. Un día antes de la inauguración y en pleno montaje, la exdirectora del Museo de Diseño de la Triennale de Milán, realizó una recorrida exclusiva para LA NACION y repasó la importancia del contrapunto entre las piezas italianas y argentinas.
“El diseño argentino comparte intereses, estuvo y está siempre en diálogo permanente con el italiano. Me interesa destacar la historia en paralelo”, señaló, junto a la icónica máquina de escribir Lettera 22 de Olivetti, ubicada en la sección “La posguerra, la reconstrucción y el boom económico”, una época que entre 1945 y 1963 contribuyó a posicionar a Italia como una de las potencias industriales más importantes del mundo. La Lettera tiene dueño: Marco Lisé, coleccionista privado, cedió en préstamo 20 de sus joyitas para esta muestra. “Entre los íconos figura el paragüero de Antonia Campi. Es una pieza muy especial porque las mujeres no figuraban en las publicaciones de diseño en esa época”, agrega la curadora, sobre la pieza amarilla de la ceramista que se destaca en el primer salón del museo. Para facilitar el recorrido y reconocer de manera simple el origen de cada objeto, el arquitecto Bruno Morello le asignó el color blanco a los soportes de las piezas italianas y el celeste, a las argentinas. Así el circuito expositivo navega por las aguas de las formas de habitar italianas que desde lo doméstico trascendieron al mundo entero bajo el lema de la innovación Made in Italy.
La muestra realizada en conjunto con el Instituto Italiano de Cultura de Buenos Aires se podrá visitar hasta enero en los salones del Palacio Errázuriz Alvear. Para Donatella Cannova, directora de la institución, la cronología histórica contribuye a mejorar la experiencia. Y la ausencia de materiales digitales completa el objetivo: “Venimos de dos años de virtualidad agotadora, acá quisimos que la atención se concentre en los materiales, los sistemas constructivos, los colores y las texturas de las piezas que tienen mucho para decir”, dispara entre las torres celestes del artista argentino Edgardo Giménez y el diván componible Superonda, en rojo furioso, de la firma Poltronova. Este es un diseño disruptivo que en 1967 lanzó el estudio Archizoom Associati. “Es uno de los ejemplos más provocadores de rebeldía contra el establishment y el buen diseño. Y a nivel tecnológico, uno de los primeros muebles sin esqueleto realizados en la segunda mitad de los años 60″, completa.
Esta etapa, que va desde 1964 hasta 1972, se titula “La democracia objetual y los fetiches del consumo”. La Valentine roja, la máquina de escribir portátil y con estuche que lleva la firma de Ettore Sottsass, simboliza “el equivalente a una cartera de Louis Vuitton o Hermes”, bromea Annicchiarico sobre el hito italiano. En el mismo espacio figura el emblemático perchero-cactus, un objeto escultórico de poliuretano en verde intenso que la firma Gufram instaló con una dosis de ironía en las expos internacionales y se transformó en uno de los referentes del diseño italiano. “La selección tuvo como hilo conductor aquellos diseños que dan cuenta del rol del diseño italiano como sinónimo de sueño democrático, de llevar la belleza a la vida de todos. No solo por su función sino por su capacidad de comunicar, condensar, agregar y distribuir emociones individuales y colectivas”, agrega la curadora, también arquitecta.
En este sentido, el período que va entre 1973 y 1983, “La crisis y la comunicación de las emociones”, tiene como protagonista a la poltrona Proust, de Alessandro Mendini, un sillón que en clave romántica transgrede y disuelve ese concepto a partir de la obsesión puntillista de su textura. El contrapunto con el sillón Skel del arquitecto argentino Ricardo Blanco revela el uso de tecnologías no convencionales, como el laminado en madera. También se expone la emblemática TV Noblex Micro 14, del pionero argentino Roberto Napoli. Y una mesa redonda diseñada por Susi Aczel, “cuyo soporte sostiene la base como una bandeja, una solución que en Italia se utilizaba mucho”, agrega Cannova, sobre la compatibilidad de los 21 productos argentinos seleccionados, que “promueven y fomentan el intercambio”.
Consultada por las figuras claves del diseño argentino, Annicchiaricco mencionó al arquitecto Emilio Ambasz y al diseñador y teórico Tomás Maldonado: “Ambasz abrió las puertas del diseño italiano al mundo cuando llevó al MoMA la muestra Italy: the new domestic landscape, en 1972. Y de Tomás estuve enamorada de sus clases, su sabiduría y su pasión por la docencia. Fundó y le dio identidad a la carrera de diseño industrial en el Politécnico de Milán”, apunta. De las nuevas generaciones de diseñadores argentinos, la curadora nombra a Andrés Reisinger y Grupo Bondi: “jóvenes emergentes cuyas producciones encierran una gran carga emotiva”.
“Después de la modernidad” es la sección que aloja las piezas icónicas realizadas entre 1984 y 1998, período en que las empresas italianas convocan a talentos de todo el mundo para conquistar mercados. Los artefactos infaltables en este circuito van desde la cafetera La Cónica, de Aldo Rossi, el exprimidor de Philip Starck inspirado en un pulpo –o un marciano de aluminio--, o los objetos lúdicos y juguetones diseñados por Stefano Giovannoni. Signos de una época que hoy se reconocen con identidad propia.
La expo llega hasta 2022, con “El nuevo milenio y el diseño como profesión de masas”, el área que atesora los coloridos jarrones Primates, de Elena Salmistraro, el sillón escultórico de Fabio Novembre que reproduce el rostro humano y los floreros modulares, en concreto, de una de las nuevas voces emergentes, Sara Ricciardi.
Evolución y transformación, íconos que exploran los límites de la temporalidad y que fueron pensados para satisfacer una necesidad. Que se imponen a lo efímero y trascienden a partir de la memoria emotiva que perdura, como un desafío continuo entre el pasado, el presente y el futuro.
Para agendar
Diseño italiano: la belleza de lo cotidiano entre Italia y Argentina podrá visitarse hasta el 29 de enero 2023 con entrada gratuita, de miércoles a domingos, de 13 a 19, en Avenida del Libertador 1902.
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