La batalla de las batallas
Austerlitz
Por Pierre Miquel
Ariel/Trad.: Emilio Muñiz/414 páginas/$ 137
Aunque mayormente conocido como especialista en la Primera Guerra Mundial, el destacado historiador francés Pierre Miquel escribió además sobre diversos episodios y personajes de la historia de su país. Su último libro antes de morir (en 2007) lo dedicó a "la batalla de las batallas", Austerlitz, aquella que cimentó la fama de genio militar de su vencedor y que supuso el principio de la hegemonía napoleónica en el continente europeo.
Austerlitz estudia la forma en que estaba compuesto el ejército de Napoleón (en el que persistían muchos de los generales del Antiguo Régimen) y los cambios que la Revolución Francesa imprimió en las batallas, no tanto en sus reglas como en su sentido, como lugar de combate despiadado. Sin embargo, no se detiene mucho en (o da por sabido) el modo en que las potencias europeas se enfrentaron al temor de la Francia revolucionaria y napoleónica, en cómo se organizó la red de alianzas y oposiciones que desembocaron en la tercera coalición contra Francia. Ahora bien, en lo que dice con relación a los preparativos y la batalla misma, el trabajo de Miquel es modélico. No sólo se detiene en los movimientos preliminares al enfrentamiento de las tropas galas con la coalición del emperador Francisco I de Austria y el zar Alejandro I de Rusia, sino que presenta también semblanzas de estas figuras y otras de importancia en ambos bandos. Ya antes de "la batalla de los tres emperadores", el prestigio de Napoleón se asentaba en sus éxitos militares, fundados en su audacia, el ardor de sus soldados y su gran rapidez. Pero Austerlitz es vista como ejemplo de estrategia, de batalla planificada sobre el mapa y ejecutada sobre el terreno.
La victoria fue aún más notable pues todas las "cifras" le eran desfavorables al jefe francés: los aliados reunían 72.789 infantes, 14.139 jinetes y más de 300 cañones. Napoleón contaba con 73.100 hombres y 139 cañones. Se dice que habrían muerto 26.000 hombres entre rusos y austríacos, frente a los 1300 muertos del ejército francés. Con todo, los impactantes métodos de guerra de Buonaparte habían sido concebidos para ciertas condiciones geográficas (extensiones no muy grandes rodeadas de montañas, donde el enemigo no podía escapar) que le sirvieron en Austerlitz, pero en un futuro no muy lejano mostrarían sus limitaciones.
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