De Rosario a Venecia, Mariana Telleria viajará a la madre de todas las bienales
La ciudad de Rosario confirmó hoy su fama de semillero de artistas, con el anuncio por parte de la Cancillería Argentina de que la joven Mariana Telleria fue la primera argentina elegida por concurso para representar al país en la Bienal de Venecia. La curadora del envío será Florencia Battiti, coordinadora artística del Parque de la Memoria desde el año 2000 y cocuradora de las dos ediciones de arteBA Focus realizadas en el Distrito de las Artes.
"Son siete esculturas que articulan mi manera de entender mi realidad y todo lo que construí hasta ahora", dijo Telleria en el Palacio San Martín. Allí se realizó el anuncio oficial con la presencia de Sergio Baur, director de Asuntos Culturales de la Cancillería, y del secretario de Cultura de la Nación, Pablo Avelluto, entre otros funcionarios. La artista contó que comenzó a realizar los bocetos para el proyecto apenas se enteró de la primera convocatoria abierta, anunciada a principios de octubre.
La muestra se titulará El nombre de un país, como se llamó su primera exposición en Buenos Aires, en la galería Alberto Sendrós (2009). Realizada con objetos encontrados o intervenidos, "era como si una civilización estuviera haciendo uso de nuestras cosas", recordó Telleria, que agradeció su formación en la educación pública.
"Mariana logra hacerle decir a las cosas que ya existen, cosas que nunca dijeron", observó Battiti (Buenos Aires, 1965). Investigadora, docente y crítica de arte, formada en la Universidad de Buenos Aires, esta curadora ya tiene experiencia en bienales. La de Venecia, sin embargo, representa el desafío mayor: fundada en 1895 por el rey Humberto de Saboya con la intención de crear una muestra de arte universal, es la vidriera artística sin fines comerciales más prestigiosa del mundo junto con la Documenta de Kassel, cada cinco años en Alemania.
El proyecto se exhibirá el pabellón argentino de la 58a edición de la bienal, desde mayo hasta noviembre de 2019. Dirigida por Ralph Rugoff, que visitó Buenos Aires días atrás invitado por varias instituciones porteñas, la muestra se titulará "Afortunado quien viva en tiempos interesantes" en alusión a una supuesta maldición china referida a tiempos de crisis e incertidumbre.
Nacida en la localidad de Rufino, en 1979, Telleria se mudó a los 19 años a la tercera ciudad más poblada del país, cuna de artistas como Lucio Fontana, Antonio Berni, Adrián Villar Rojas, Nicola Costantino y Carlos Herrera, para formarse en la Universidad Nacional de Rosario.
"No terminé la carrera. Nunca asistí a talleres ni clínicas particulares, sí comparto ideas y tiempo con amigos excepcionales. Lo inesperado y todo aquello que produce información no siempre me sorprende afuera, la mayoría del tiempo lo encuentro dentro de mis búsquedas", aclara la artista en la página de la galería Ruth Benzacar, que la representa. "Todo lo que hago es verdad. Yo no soy al hablar. Lo que puedo decir no le alcanza nunca a lo que sucede, por ende no quiero nombrarlo –agrega–. Hablar es un simulacro más tramposo que el hacer. Y por suerte creo no haber hecho lo suficiente."
Dura y suave
Aún radicada en Rosario, Telleria sorprendió hace dos años en arteBA –donde había participado del premio arteBA-Petrobras, en 2011– con la exhibición del interior del techo de un auto pintado con témpera, como si se tratara de la cúpula de una iglesia. Y el año pasado participó de una muestra colectiva en la Tabacalera de Madrid como parte del programa Argentina Plataforma ARCO, que abarcó exposiciones en varias instituciones de la capital española.
En 2014 expuso una muestra en la prestigiosa galería neoyorquina Marian Goodman, con obras de artistas seleccionados por colegas de la galería. A ella la presentó Villar Rojas. Sus piezas, se dijo entonces, apelan a materiales naturales o encontrados para "señalar una realidad que no siempre parece la nuestra", en un punto de encuentro "entre la lógica más suave y la fantasía más dura".
Sus instalaciones site specific no pasaron desapercibidas. Sobre todo cuando pintó de negro la fachada del Museo Castagnino de Rosario (2014), con el único fin de lograr "su invisibilidad nocturna y su visibilidad máxima diurna", un año después de haber unido con elásticos –también negros– la librería de Fundación Proa y de haber ocupado por entero con el esqueleto –negro– de un inmenso paraguas, parecido a una gigantesca araña, en la antigua sede de la galería Ruth Benzacar. Otras de sus obras más impactantes son Abstracción (2010), realizada con espinas de árboles, y Dios inmigrante, instalada en la sede del Hotel de Inmigrantes del Muntref.
Por primera vez desde 1901, cuando la Argentina se convirtió en el primer país de América latina en participar de la bienal más antigua del mundo, la selección del envío se realizó este año a través de un llamado a concurso abierto a cualquier artista argentino que viviera y trabajara en el país. De los 68 presentados, 36 fueron de mujeres.
Hasta ahora, esa decisión era definida por la Cancillería: primero los artistas se elegían en forma directa y luego se convocó a curadores que presentaban proyectos.
En la última edición de "la madre de las bienales", en 2017, la Argentina estuvo representada por Claudia Fontes con la obra El problema del caballo. Su proyecto fue elegido por un comité integrado por Mauricio Wainrot, entonces director de Asuntos Culturales de la Cancillería; Andrés Duprat, curador del envío y director del Museo Nacional de Bellas Artes, y curadores de envíos anteriores.
Este año el jurado fue presidido por Baur, y estuvo integrado por Duprat; Laura Malosetti Costa, de la Academia Nacional Bellas Artes; el artista Jorge Macchi y el Consejo Asesor Ad Honorem de la Dirección de Asuntos Culturales. Este último está conformado por Teresa Anchorena, Eleonora Jaureguiberry, Adriana Rosenberg, Mauro Herlitzka y Esteban Tedesco.
El primer envío argentino a Venecia se realizó en 1901, con un díptico de Pio Collivadino. El artista volvería a representar al país en la siguiente edición con La hora del almuerzo, pintura que puede verse en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Desde entonces, los grandes hitos de nuestro país en la bienal fueron los premios otorgados a Antonio Berni (1962), Julio Le Parc (1966) y a León Ferrari (2007), así como la coloración del Gran Canal realizada por Nicolás García Uriburu hace cinco décadas. Este último no se contaba entre los artistas invitados, lo cual le valió una detención policial bajo sospechas de terrorismo.
Un escándalo mediático similar, esta vez por motivos políticos, desató en 2013 la instalación presentada por Costantino. Inspirada en Eva Perón, sufrió la "intervención" del gobierno de Cristina Kirchner. La ex presidenta decidió cambiarle el título y agregarle tres videos sobre la vida de Evita a modo de "espacio informativo institucional", lo que convirtió la obra en una pieza de propaganda política.
Fue también durante el gobierno de Cristina Kirchner que la Argentina logró tener un pabellón propio en Venecia, un antiguo galpón militar de 500m2 ubicado en los Arsenales, tras la firma de un comodato por 22 años y una inversión de dos millones de euros. Durante casi una década nuestro país alquiló el pabellón de Finlandia, pero lo perdió por falta de pago en la década de 1970. Hasta 2012, cuando se estrenó el pabellón durante la Bienal de Arquitectura, la Argentina se vio obligada a peregrinar por distintos espacios alquilados y alejados del circuito principal.