“La Argentina merece una prensa libre”, dice Arthur O. Sulzberger Jr.
Para el editor de The New York Times, en el país hay límites para los medios
CIUDAD DE PANAMA.– “La Argentina está sufriendo con el actual liderazgo”, afirma el dueño y director de The New York Times. Arthur Ochs Sulzberger Jr. alude al presidente Néstor Kirchner y a sus embates contra la libertad de prensa y la iniciativa privada, pero también incluye al resto de la dirigencia nacional.
A los 53 años y más de una década después de encarnar la cuarta generación de su familia al frente de The New York Times, Sulzberger –que pasó por esta ciudad para participar en la reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP)– muestra cifras contundentes: el diario aumentó su circulación y reporta ganancias netas por más de 300 millones de dólares al año, posee el website informativo más visitado del planeta, adquirió la totalidad del paquete accionario del International Herald Tribune y de The Boston Globe, desembarcó en la televisión y más...
Su secreto reside en las increíbles sumas de dinero que reinvierte en su diario –“institución”, como él prefiere llamarlo– y en el “periodismo de calidad”, con el que enfrenta al presidente George W. Bush sin perder la posibilidad de almorzar y discutir mano a mano con el estratega de la Casa Blanca, Karl Rove,o de llamar a la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, por su apodo, "Condie". La misión que les impone Sulzberger a sus periodistas es aportar a los lectores la información que deben tener para moverse en un mundo cuyas fronteras se diluyen a diario.
-¿Cree que la libertad de prensa afronta mayores riesgos hoy que 30 años atrás, cuando el Watergate amplió el horizonte periodístico?
-No, no lo creo. Este un problema que nunca se irá. En algunos lugares mejora la situación y en otros se complica. Pero puedo medir la situación en general por The New York Times. La situación en Rusia es hoy, por ejemplo, muchísimo mejor de lo que jamás fue allí bajo el comunismo, y en China se puede acceder al Times o al International Herald Tribune por Internet. También en América latina hay más libertad de prensa hoy, aunque por supuesto que varía. Ahora mismo, en su país, la Argentina, está sufriendo bajo el actual liderazgo. Cuba, está claro, no ha mejorado en cuarenta años, y en los Estados Unidos tenemos nuestros problemas con el gobierno. Pero insisto: siempre ha habido mayores o menores problemas. La presión sobre el periodismo va y viene y, de a poco, la situación mejora. Pero jamás será perfecta.
-¿Y respecto de hace cinco años? ¿El periodismo estadounidense se mueve con tanta libertad para cubrir asuntos cotidianos como antes del 11 de septiembre?
-Hay más problemas y las cosas están peor que hace cinco años. Hay más periodistas de medios gráficos enjuiciados por lo que difunden.
-¿Cómo maneja las presiones diarias de la Casa Blanca? ¿Se quejan, lo amenazan? En la Argentina, un ministro puede llamarlo a las 8, a su casa, para quejarse por una nota?
(Interrumpe) -¡No, ese tipo de conductas seguro no existen en la Casa Blanca! Pueden llamarte y pedirte que evalúes no publicar una nota. Eso sí ocurre. Tuve ese tipo de conversaciones con "Condie" Rice antes de que asumiera como secretaria de Estado y sé que Bill Keller (el managing editor del Times) también recibe ese tipo de llamados. ¿Los escuchamos? Sí. ¿Hemos parado alguna vez alguna nota y no la hemos publicado? Sí. Nuestro trabajo no es poner en peligro la seguridad de los Estados Unidos. Y casi siempre podemos cumplir con nuestros lectores sin poner en riesgo la vida de nuestros soldados. Esto ha sido así desde la Segunda Guerra Mundial, o incluso desde la Primera Guerra Mundial. Hay información que no publicaremos, como tampoco lo hemos hecho antes, durante la toma de rehenes en nuestra embajada en Irán, la crisis de los misiles o la invasión de Bahía de los Cochinos, en Cuba.
-¿Pero han tomado esa misma decisión respecto de notas de investigación sobre, por ejemplo, corrupción pública?
-Siempre que vamos a publicar una nota contactamos a la persona sobre la cual estamos escribiendo y le pedimos sus comentarios. Esa es una de nuestras obligaciones: obtener sus comentarios antes de publicar algo. Si vemos que la nota no está lista para ser publicada, pues no lo hacemos. Pero siempre, está claro, nuestro objetivo y nuestra premisa es publicar las notas. Siempre. Y muchas veces, a pesar de los reclamos de la persona investigada, nuestra respuesta es: "Gracias por hablar con nosotros. Leerá la nota en nuestra edición de mañana".
-Usted sólo ha aludido a presiones del gobierno o de particulares. ¿Pero qué ocurre con los anunciantes?
-Si el presidente de una compañía me llama y me dice que está teniendo problemas con uno de nuestros periodistas, paso esa llamada a Bill Keller, porque él debe saberlo. Pero nuestra decisión es que bajo ningún concepto, recibamos o no dinero de esa empresa, dejaremos de publicar la nota por esa queja. A veces nuestros grandes clientes publicitarios dejan de publicar avisos con nosotros por dos, tres o cuatro años. ¡Está bien! Esas son las consecuencias de nuestro trabajo. Nos sentimos muy cómodos de ese modo. Estamos en el rubro del periodismo y, al final del día, nuestro compromiso sigue siendo con nuestros lectores. Y, como usted sabe, uno puede mentirles de muchas maneras, entre otras, no diciéndoles cosas que uno sabe y que deberían publicarse. Pero, a la larga, mentir o callar hace que ellos, los lectores, nos abandonen. Y si eso ocurre, nadie estará satisfecho. Ni nuestros periodistas ni nuestros anunciantes. Nuestro compromiso es con nuestros lectores y a veces por eso tenemos problemas financieros.
-¿Ocurre muy a menudo que sus anunciantes retiren sus cuentas?
-No. Usualmente se ponen furiosos, luego se sobreponen y seguimos adelante.
-¿Qué me puede decir sobre las presiones internas? Periodistas que no respetan códigos éticos, editores que exigen demasiado? Le recuerdo a Jason Blair, el redactor que inventó notas?
-Claramente, el escándalo de Jason Blair tuvo un impacto gigantesco en el Times. Y cambiamos como resultado de eso. Ahora somos una institución más abierta, tenemos mejores procesos de verificación periodística para asegurarnos de que el periodista está en lo correcto?
-¿Qué hicieron para recuperar la confianza de los lectores y de los propios periodistas en el Times?
-Para empezar, admitimos lo que habíamos hecho mal. Pusimos a un equipo de nuestros mejores periodistas a investigar todas las notas que Jason Blair había escrito. Descubrimos múltiples problemas y los publicamos en nuestro diario. Pero, aun así, recordamos a los 1200 periodistas y fotógrafos que trabajan en The New York Times alrededor del mundo. Somos humanos. Y vamos a cometer errores. Nuestros lectores saben que no somos una institución que niegue que comete errores o que se esconda. Descubrimos dónde estuvo el error y lo solucionamos. Y por eso somos mejores hoy que ayer.
-Usted suele aludir al "periodismo de calidad" y a la necesidad de invertir grandes sumas de dinero en el periodismo porque reditúa en el largo plazo. ¿Sigue manteniendo esa premisa?
-¡Sí, por supuesto! Le daré un ejemplo: como todos los periódicos en los Estados Unidos, la publicidad que llega hoy al Times es bastante floja comparada con los años 90. Nos gustaría mantener nuestros márgenes de ganancia. Pero la manera de lograrlo es reinvirtiendo en la calidad del periódico. En el último año rehicimos las secciones Cultura, Viajes, Crítica Literaria, Propiedades y otras dos más, y rearmamos el sistema de computación de los redactores para darles mejor acceso. Todo eso insumió una gran inversión, al tiempo que recortábamos gastos en la compañía. Este año haremos algo similar. Crearemos una nueva sección, que saldrá los jueves, y vamos a rearmar la sección Negocios, que sale de lunes a sábados. Esas son inversiones que reditúan: nuestro índice de lectura sube y las publicidades en esas secciones aumentan.
-Déjeme ser honesto. O usted es el más inteligente de todos o el más estúpido. Está avanzando contra la corriente mayoritaria en Estados Unidos y en América latina?
(Sonríe) -No soy astuto ni soy imbécil. Sólo hago lo que siempre hemos hecho en The New York Times. Mi bisabuelo compró el diario en 1896. Era el periódico más débil de la docena de diarios que se publicaba entonces en Nueva York. Perdía dinero. Pero invirtió en la calidad del diario. Desde el primer día armó una revista semanal, que salía los sábados, creó una sección literaria, sumó más calidad a los contenidos y The New York Times salió adelante. Mi padre, que también se hizo cargo del Times durante un período de declinación, decidió, junto a su managing editor, Abe Rosenthal, sumarle nuevas secciones todos los días. Y logró revertir la tendencia casi de inmediato.
-Pero ¿hay un límite para hacer periodismo a pérdida? ¿Hay un punto en que el lado corporativo, su director financiero, dice basta?
-Sí. Pero nuestro director financiero sabe cómo funciona The New York Times. El lo ha visto. Ha visto lo que hemos hecho en los años 60, en los 70. El era parte de nuestro equipo cuando armamos la edición nacional, en momentos muy duros. Y la edición nacional nos ha salvado: ha generado un crecimiento fenomenal en nuestra circulación y en avisos publicitarios. Somos el único periódico de los Estados Unidos cuya circulación ha crecido en diez de los últimos doce años. ¿Por qué? Porque invertimos en periodismo. No estoy sugiriendo que otros periódicos no lo hagan. Hay algunos muy buenos en los Estados Unidos, como The Washington Post y Los Angeles Times que conocen esta lección y la aplican.
-¿Qué pasa con Internet y con los bloggers? ¿Son la nueva fase del periodismo?
-Dar una opinión es distinto que hacer periodismo. Yo tengo mis opiniones, usted también; todos las tenemos. Pero lo que necesitamos son hechos, datos, análisis. Y eso no es barato. Recopilar y difundir datos es costoso. Leer los diarios, mirar la televisión y decir: "Bueno, esto es lo que pienso acerca de todo esto". Eso no es periodismo, es mera opinión. Hay lugar para opinar. Es algo bueno, pero no es periodismo.
-¿Cree que son exitosos o que son más creíbles porque opinan, por su subjetividad?
-No creo que gocen de mayor credibilidad que los periodistas. El periodismo consiste en buscar datos, hechos, en recopilar y difundir información, para que los lectores elaboren sus opiniones. Demasiados bloggers y muchas personas que se dicen periodistas en televisión simplemente juegan para sus audiencias. No las desafían: simplemente dicen lo que sus audiencias quieren escuchar. Eso no es periodismo y, por tanto, no es el negocio en el que queremos estar.
-¿Los medios fueron lo suficientemente incisivos mientras la Casa Blanca promovía la segunda Guerra del Golfo?
-Pienso que, como muchos estadounidenses y otros alrededor del mundo, estábamos deseosos de creer que había armas de destrucción masiva en Irak. Y cuando resultó que no era así, publicamos un largo editorial diciendo: revisamos nuestra cobertura y en esto creemos que nos equivocamos. Pero, ¿recuerda? Cometemos errores: somos humanos. Nuestra obligación es ser responsables ante nuestros lectores y reconocer nuestros errores. Hicimos eso. También le recuerdo que The New York Times es criticado la mitad de las veces por ser "un muñeco de la administración Bush" y la otra mitad de las veces por oponerse a la Casa Blanca. La división en los Estados Unidos es tan profunda hoy como la hemos visto en los años 60, durante la depresión o durante algunas demostraciones contra la administración de Theodore Roosevelt. Este es uno de los períodos en que estamos divididos, en la historia estadounidense. Pero nos uniremos.
-¿Cómo es la relación con el presidente Bush después de que el Times dijera, durante la campaña, que él no era el candidato correcto para estos tiempos?
-Bueno, se acostumbraron a eso? Almorcé hace poco con Karl Rove, que vino a comer al Times conmigo, con dos editores periodísticos y con otros dos de editoriales. La administración sabe que tenemos una posición que se refleja en nuestra página editorial, pero también conoce nuestro compromiso de que ese punto de vista jamás aparecerá en nuestros artículos periodísticos. Y si aparece, está mal y debemos corregirlo. Ese es nuestro compromiso. También ha sido así antes, con Clinton, con Bush padre, con Reagan...
-¿Sigue pensando que Bush no es el presidente adecuado para los Estados Unidos?
(Sonríe, incómodo) -Los ciudadanos estadounidenses respondieron esa pregunta. Y él fue reelegido con el apoyo del electorado. Eso es lo importante.
-¿Cree posible hacer "periodismo de calidad" en América latina, en la Argentina, con las restricciones económicas conocidas?
-Es posible hacer periodismo de calidad en cualquier punto del planeta. Cada nación afronta sus propios problemas y deben producirse cambios legales en aquellos países en los que no hay libertad de prensa. Debo decir que el presidente Bush y yo compartimos varios puntos de vista. Ambos, por ejemplo, heredamos a nuestros padres y ambos también pensamos que la libertad es y debe ser la condición natural del ser humano. Y eso debe ser alcanzado. Compartimos esa visión, aunque no los medios para lograrlo. La Argentina merece un periodismo libre y se beneficiará con esa libertad de prensa. La economía argentina se beneficiará con esa prensa libre, porque el periodismo es central y esencial para la democracia. La democracia lleva a mejores gobiernos. Y los gobiernos mejoran, porque el periodismo libre marca los problemas y fuerza una solución. Eso ocurrirá en la Argentina, en Cuba, en Arabia Saudita. Es natural que así sea.
-Ultima pregunta: la Argentina aparece muy poco en los medios internacionales, y cuando aparece casi siempre es por algo negativo. ¿Qué sugeriría para revertirlo? ¿Contratar agencias de relaciones públicas, como otros países?
-No voy a darle consejos de relaciones públicas al presidente Kirchner, porque ése no es mi trabajo. Mi trabajo es el periodismo y mejorar la situación en la Argentina es el trabajo de su gobierno. Nuestros lectores sabrán si allí se protegen los derechos, sean los derechos humanos o los derechos financieros. Porque cuando un país deja de seguir la ley, va cayendo cada vez más bajo. Quizás hoy Kirchner no permita mucha libertad de prensa. Eso no está muy lejos de no dejar en paz a los bancos o a las empresas y eso no está muy lejos, a su vez, de no respetar la libertad de los individuos. En un mundo en el que los capitales fluyen a través de las fronteras con enorme flexibilidad, cada uno debe decidir si quiere invertir en el futuro de una determinada sociedad, sea la argentina, la estadounidense o la coreana. El desafío para los gobiernos es responder si están lo suficientemente abiertos para que la gente pueda mirar dentro de la sociedad y decir: «Sí, este gobierno juega de acuerdo con las reglas. Aquí es donde quiero invertir mi dinero». Ese es, hoy, el desafío.
El autor realizó esta entrevista hace unos días, antes de retornar a la corresponsalía de LA NACION en Washington
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