Julio Verne, el hombre que vislumbró el futuro en el que vivimos
El submarino, la energía solar, pero también la silla eléctrica, fueron algunas de las intuiciones del escritor francés que son ahora parte de nuestra realidad
Cuando hace un par de semanas se vio al presidente ruso, Vladimir Putin, haciendo gala de su don de mando en un muy vidriado minisubmarino la mitad de las referencias graciosas tuvieron que ver con Buscando a Nemo (la película de Disney de 2003), y la otra mitad con el Capitán Nemo de Veinte mil leguas de viaje submarino, publicada por Julio Verne en 1869.
La preeminencia del francés, fallecido hace 110 años (vivió entre 1828 y 1905), junto con un producto de reciente factoría, habla tanto de sus cualidades como de nuestro presente. Si bien la literatura de anticipación reconoce antecedentes (del siglo XVII, de la mano de Cyrano de Bergerac, entre otros) conforma con H. G. Wells una dupla de genios a ambos lados del canal de la Mancha que le dieron al género sus características modernas y a la vez lo dividieron para siempre entre los más apegados a las fantasías futuristas (wellsianos) y los más apegados a la especulación, sí, pero con fuerte base científica (vernianos). De todos modos, quiere una cierta tradición que Julio Gabriel Verne es el mejor ejemplo de literatura de anticipación, que vio el mundo del futuro y que esa mirada era una mirada optimista porque la tecnología vendría a superar todos los problemas.
Pero no todos piensan así; de hecho hay razones para pensar lo contrario respecto del verdadero humanismo de Verne. Por ejemplo, para el experto en ciencia ficción Pablo Capanna, "Julio Verne, tantas veces presentado como cantor del progreso y anticipador de inventos, fue un profundo pesimista".
Como sea, ahí siguen las novelas de Verne nadando en el imaginario popular como las primeras que se explayaron sobre el futuro de ciertas técnicas hoy vigentes. Por eso no deja de ser sorprendente leer episodios de obras escritas en el siglo XIX en los que se ven modernos teléfonos, viajes al espacio, nuevas energías y hasta sistemas represivos. La lista siempre incluye entre otros estos ítems asombrosos:
La teleconferencia: en una novela llamada Un periodista americano en el año 2889 muestra un dispositivo que llama fono-tele-foto con el cual se podía hablar a largas distancias y al mismo tiempo ver a la persona con la que se interactuaba. Algo que ya existe en diversas variedades, más de ocho siglos antes del año en que transcurre la historia.
Auto, silla eléctrica y fax: en París en el siglo XX, la novela perdida de Verne (¡publicada recién en 1994!) hay autos propulsados a gas además de calculadores y computadoras que daban entre otros servicios "conciertos eléctricos", en una ciudad con rascacielos y trenes de alta velocidad. Pero aquí tampoco es todo optimismo: la obra es la historia de un poeta sin techo en un mundo superpoblado y dominado por las finanzas y la fría tecnología (¡!). También se menciona a los "telégrafos fotográficos" para enviar escritos (el viejo fax). A la gente no se le cortaba la cabeza, se la electrocutaba, lo que también fue un anticipo ya que la novela está escrita unos 25 años antes de que la silla eléctrica real matara reclusos.
El alunizaje: la realidad imitó a la novela de Verne en cuanto a la llegada al satélite natural de una tripulación de tres personas, que despegaría de Florida y regresaría a la atmósfera terrestre en una sonda y se tirarían al mar en paracaídas. Eso sí, el cohete del largo de la Torre Eiffel que supuso es físicamente impracticable.
Energía solar-viento solar: también en De la Tierra a la Luna, Verne escribió sobre la posibilidad de que "vientos solares" alimentaran a naves espaciales. Y así es como funcionan en parte las naves espaciales en la actualidad.
La pistola eléctrica: la tenían los marineros del Nautilus y disparaba bolas que podían reducir y matar a una persona a través de un mecanismo que comprimía la electricidad. Es la hoy conocida pistola Taser.
El medioambiente en peligro: en varias obras el francés llama la atención sobre la devastación de los recursos naturales, la muerte masiva de ballenas y elefantes, la contaminación de la industria petrolera, así como las exacciones del Ártico.
El submarino: la más famosa y la más discutible de sus "visiones". Aunque un diseñador francés décadas antes de Verne había planeado un submarino (Robert Fulton, quien llamó Nautilus a su diseño), el capitán Nemo y sus miles de leguas de viaje en una embarcación por debajo del agua son referencia obligada y marcaron época.
Como se ve, tampoco es que Verne vio el futuro o que el futuro lo copió. Muchas veces a la par de sus "aciertos" están los errores o las suposiciones que se demostraron sin asidero. En ese sentido, la investigadora Rosalind Williams, autora de El triunfo del imperio humano, dice que lo del francés "no es mágico, ni es que sea un genio, sino que prestaba atención a las cosas que veía y leía". Capanna ha sostenido en El sentido de la ciencia ficción (1965) que "sus predicciones parten estrictamente de la ciencia de la época, la cual creía que ya no le faltaba nada por descubrir; no imagina nada que no esté contenido en los hechos y teorías comprobados". Ésa es la razón por la cual Verne acusaba a H.G. Wells de inventar cosas científicamente imposibles (hombres invisibles, viajes en el tiempo). Es posible entonces que el francés se enojara si le dijeran que "imaginó" el futuro; no, él lo dedujo a partir de las condiciones del desarrollo de la técnica que veía, como hacen los físicos que pueden saber cómo morirá una estrella a partir de sus condiciones actuales.
Saber cómo y por qué este hijo de abogado pudo pensar y escribir lo que escribió sigue siendo igual de interesante, aunque el futuro haya llegado hace rato.
Una edición para coleccionar
- A partir del miércoles, LA NACION presentará una biblioteca con las novelas más importantes de Julio Verne. Serán en total 40 entregas, por medio opcional con el diario, a un precio inicial de $ 49,90. Las entregas serán quincenales hasta el número 4 y luego semanales
- La edición reproduce la original ilustrada del siglo XIX, con sus tapas y portadas, que publicó Pierre-Jules Hetzel. Entre los primeros títulos figuran los clásicos Viaje al centro de la Tierra, Veinte mil leguas de viaje submarino y Cinco semanas en globo.