Julio Cortázar, el viajero incansable; postales de un escritor en tránsito en el día de su cumpleaños
Se cumple hoy el 106º aniversario del nacimiento de Julio Cortázar, poeta, cuentista, novelista y traductor argentino. Además de ser uno de los grandes innovadores de las formas narrativas y un maestro de la literatura fantástica, como se puede comprobar leyendo libros de cuentos como Bestiario, Final del juego y Todos los fuegos el fuego, el escritor fue además un viajero incansable. En cartas a sus amigos, entrevistas y testimonios, dejó constancia de su pasión por recorrer mundo como joven romántico, turista o intelectual comprometido con causas revolucionarias. "Siempre he pensado que viajar en un buque de carga, siendo un poco pasajero y otro poco tripulante debe ser algo admirable. Una valija pequeña, un cuaderno, un libro de poemas (Neruda, por ejemplo, que escribe para que se lo lea en alta mar) y nada más", sueña Cortázar en una carta al doctor Luis Gagliardi, escrita en enero de 1939.
Hijo de un funcionario de la embajada argentina en Bélgica, el autor de Rayuela nació en Ixelles y recién desembarcó en la Argentina a los cuatro años. Su primer destino fue Banfield, en el sur del conurbano bonaerense, donde vivió una infancia poco feliz. En la ciudad de Buenos Aires se formó como maestro normal en el Mariano Acosta, primero, y luego en la carrera de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires. Como maestro, Cortázar dio clases en localidades como Bolívar, Saladillo y Chivilcoy, donde vivió cinco años, publicó poemas en revistas literarias y escribió el guion del film La sombra del pasado, de Ignacio Tankel. El documental Buscando la sombra del pasado, de Gerardo Panero, que indaga en ese trabajo en colaboración se puede ver en este enlace. De allí se trasladó a la ciudad de Mendoza, donde se desempeñó como profesor de literatura francesa y europea septentrional en la Universidad Nacional de Cuyo por poco más de un año. En 1948 obtuvo el título de traductor jurado ("en inglés y francés, quítese el sombrero, humilde profesor de dibujo, y barra el suelo con la pluma de su respeto", bromea en una misiva a su amigo el artista Sergio Sergi).
Opositor desde el comienzo del gobierno de Juan Domingo Perón, y a disgusto con el clima político, abandonó la Argentina becado por el gobierno de Francia, consiguió empleo como traductor para la Unesco y se instaló en París, ciudad en la que residió hasta su muerte, en 1984. En 1981, en un gesto de protesta por la dictadura militar argentina se había nacionalizado francés, sin renunciar a la ciudadanía argentina. Desde su juventud, Cortázar recorrió el territorio nacional y visitó América Latina, Asia y Europa por trabajo, placer o compromiso político. A continuación elegimos algunas de las impresiones viajeras del autor de La vuelta al día en ochenta mundos.
En Chivilcoy (1939)
Chivilcoy es un desierto -con 60.000 habitantes, funny, eh?- donde se vive, se habla, y se camina; y se rabia dentro de la más absoluta inconsciencia; involuntaria por parte de casi todos los moradores del pueblo, y voluntariamente decidida por mí. Yo tengo un miedo que no sé si usted ha sentido alguna vez: el miedo a convertirse en pueblero. ¿No ha advertido -¿cómo no?- la espantosa mediocridad espiritual que caracteriza al habitante standard de cualquier ciudad chica? A veces me sorprendo a mí mismo en pequeños gestos, en mínimas actitudes que delatan una influencia de ese medio; y me aterro. Siento que me rodea el vacío, que cualquier cosa es preferible a caer en ese pozo vegetativo que es un Chivilcoy, un Bolívar... Aún aquellos que leen, que tienen inquietudes, que comprenden algo, no pueden huir del clima emponzoñado del ambiente. ¡Y esto es la Argentina! (No, no; la Argentina es Buenos Aires, y luego el paisaje; una gran ciudad, y muchos maravillosos paisajes repartidos en los cuatro vientos; nada más…).
Carta a Mercedes Arias, diciembre de 1939
Pampa del Infierno (1941)
Volvimos a Jujuy –¿no la estoy aburriendo?– y de allí, en una terrible etapa de 36 horas, cruzamos el valle salteño y todo el Chaco hasta Resistencia. Tierra hasta cegar y aturdir; un calor horrible, agua tibia y sucia, miríadas de insectos de inaudito tamaño. Yo era feliz, vuelto a una antigua condición de niño, y sentía el trópico. Aquello era Salgari, Horacio Quiroga, Somerset Maugham, Kipling. ¡Dormí con una toalla mojada sobre la cara, hasta despertar, al amanecer, en un sitio llamado "Pampa del Infierno"! Eso es el Chaco, y me alegro de haberlo cruzado así, en su época bravía, que es la legítima de esas tierras.
Carta a Mercedes Arias, 1 de junio de 1941
Por Chile (1943)
He viajado mucho. En síntesis, mi itinerario fue el siguiente: a Mendoza en tren, dos días allí, y luego el cruce de los Andes en automóvil (viaje tan maravilloso que no puede ser relatado, al menos por mí). En Santiago de Chile permanecí 6 días, y luego bajé al sur, atravesando el hermoso valle araucano. Conocí los lagos: el Llanquihue, enorme y tranquilo, con sus aguas de azul cobalto y sus cerros arbolados; el Todos los Santos, prodigiosamente verde, con un verde que jamás había creído yo posible. Allí descansé unos días, visité luego Osorno y Valdivia, y retorné a Santiago para pasar luego a Valparaíso y Viña. Valparaíso es una espléndida ciudad pacífica. Verla de noche –desde lo alto de un cerro– con todas sus luces rodeando la bahía, es un espectáculo inolvidable.
Carta a Lucienne Chavance de Duprat y Marcela Duprat, 27 de enero de 1943
Tour italiano (1950)
Noticias mías. Ravenna, magnífico. Lamento discrepar con ustedes sobre Padova; me pareció una señora ciudad, y pasé 24 h. espléndidas. El Giotto de la Arena es sin duda muy superior –para mí– al de Asís. En cuanto a Venecia, pasé 5 días fabulosos. Me mudé a 3 hoteles hasta sentirme cómodo. Gran confirmación: Carpaccio. ¡Qué pintor! La serie de San Jorge en la pequeña Iglesia, y la serie de Santa Úrsula en la Academia, me dejaron boquiabierto. Me sorprende que ustedes no me lo mencionaran. ¿O lo hicieron y yo me olvidé? Cambio los 3 "grandes" (Tiz, Tint y Veronés) por 1 pincelada de Carpaccio. Giovanni Bellini también me gustó. ¡Y el Colleoni! En Padova me decepcionó el Gattamelata, pero éste fue un descubrimiento. ¡Qué estatua, por todos los dioses! (Observen la elegancia del juramento.)
Carta a Jorge y Dorita Vila Ortiz, 6 de marzo de 1950
Bombay (1956)
La primera reacción es de miedo, un pavor físico y mental, la sensación de que se ha cambiado de planeta, de que se está entre seres con los cuales es imposible la menor relación. A ese primer choque, sucede uno muy diferente: la paz, la serenidad, por contagio de la manera de ser de los indios. La primera noche, en Bombay, salimos del hotel después de cenar y nos perdimos por las callejuelas del bazar. Casi de inmediato empezamos a ver a la gente tirada en las aceras, durmiendo, rezando, hablando en voz baja. Cientos, miles de hombres tendidos en plena calle, que es su casa permanente. Enormes ojos que lo miran a uno con una serenidad y una calma perfectas. […] Quisiera hablarle mucho más de los mendigos, de los pobres de Bombay, tirados boca a arriba en las aceras, porque eso es la India más profunda, la raíz del ser indio. Me daría asco hacer literatura de esto, y escribo al correr de la máquina; pero créame, Jean, esa noche me marcó para siempre.
Carta a Jean Barnabé, 22 de diciembre de 1956
De paseo por Viena (1959)
Viena está muy bien durante un mes, porque el barroco merece verse, y un museo donde hay 16 Brueghel y 8 Velázquezno se encuentra así nomás; pero pasado un mes y una vez que se ha conocido la Ópera y se han saboreado las distintas cervezas, se descubre que la ciudad es bastante provinciana, que la barrera del idioma es casi angustiosa, y que cuando se tiene la suerte de contar con una casa en París lo único inteligente es habitar en ella lo más posible.
Carta a Jean Barnabé, junio de 1959
La Habana (1967)
Cuando fui invitado por primera vez a visitar tu país, acababa de leer Cuba, isla profética, de Waldo Frank, que resonó extrañamente en mí, despertándome a una nostalgia, a un sentimiento de carencia, a un no estar verdaderamente en el mundo de mi tiempo aunque en esos años mi mundo parisiense fuera tan pleno y exaltante como lo había deseado siempre y lo había conseguido después de más de una década de vida en Francia. El contacto personal con las realizaciones de la revolución, la amistad y el diálogo con escritores y artistas, lo positivo y lo negativo que vi y compartí en ese primer viaje actuaron doblemente en mí; por un lado tocaba otra vez la realidad latinoamericana de la que tan alejado me había sentido en el terreno personal, y por otro lado asistía cotidianamente a la dura y a veces desesperada tarea de edificar el socialismo en un país tan poco preparado en muchos aspectos y tan abierto a los riesgos más inminentes. Pero entonces sentí que esa doble experiencia no era doble en el fondo, y ese brusco descubrimiento me deslumbró.
Carta a Roberto Fernández Retamar, 10 de mayo de 1967
París, la ciudad mítica (1979)
Mi mito de París actuó en mi favor... Me hizo escribir un libro, Rayuela, que es un poco la puesta en acción de una ciudad vista de manera mítica. Toda la primera parte que sucede en París es la visión de un latinoamericano, un poco perdido en sus sueños, que se pasea en una ciudad que es una inmensa metáfora... Uno cree conocer París, pero no hay tal; hay rincones, calles que uno podría explorar el día entero, y más aún de noche. Es una ciudad fascinante; no es la única... Pero París es como un corazón que late todo el tiempo; no es el lugar donde vivo; es otra cosa. Estoy instalado en este lugar donde existe una especie de ósmosis, un contacto vivo biológico. Yo digo que París es una mujer; y es un poco la mujer de mi vida.
Del documental Julio Cortázar (1980) de Alan Caroff, que se puede ver en este enlace.
Managua (1983)
Hay tanto para mirar, Managua y las ciudades del interior hormiguean de niños y, de muchachos. En las concentraciones populares se los ve treparse a esos mismos árboles que antes les hubieran costado la vida, y por encima de la multitud que llena la plaza asoman como monitos o flores tropicales entre las copas y las ramas. A la salida de los liceos, racimos de chicas y chicos hacen señas a los camiones y los carros que se detienen a levantarlos y a acercarlos a sus domicilios. Los más pobres han vuelto a sus oficios, lustrabotas y vendedores de periódicos en las esquinas; los hay que piden una moneda a la entrada de los restaurantes. Ignoro la política de la Junta en materia de natalidad; sé solamente que harán falta muchas más escuelas, comedores y dispensarios, muchos manuales escolares, muchas vacunas (se prepara ya la vacuna general contra la polio, que costará harto más de lo que puede pagar el estado en estos momentos).
De Nicaragua tan violentamente dulce
Regreso con gloria a Buenos Aires
Junio de 1973. Eligió el bar de Suipacha y Córdoba y tomamos café allí mientras esperábamos. Había venido a la Argentina varias veces antes, pero no había hecho públicas sus visitas. Esta vez iban a entrevistarlo. Se lo veía disfrutar de las mesas de madera, y allí estuvimos sentados un rato largo.
Llegó el fotógrafo, nos propuso caminar por Florida hacia Corrientes, se adelantaría y tomaría algunas fotos. Todos nos miraban con gran curiosidad, reconocían a este hombre alto, de barba oscura, casaca de bolsillos estilo cubano.
Luego fuimos en auto hasta la calle Humberto I°. Allí más fotos frente a un restaurante de moda, seguimos caminando. De pronto pide entrar a una casa que parece deshabitada, aunque en el patio con piso de ladrillo cuelga la ropa recién lavada. Una mujer se asoma, curiosa, y Julio la saluda. Y yo pienso en su cuento "Las puertas del cielo".
Por Josefina Delgado, autora de Memorias imperfectas y amiga de Cortázar
Para agendar
En la página web del Ministerio de Cultura de la ciudad de Buenos Aires, en la sección "Qué hacer" de Cultura en Casa, Cecilia Bona y Mariana Iglesias brindan cinco claves para leer (y releer) Rayuela. Además, acercan una playlist para musicalizar la lectura de este "novela infinita".
Desde la cuenta de Instagram de Penguin Random House (@megustaleerarg), casa editora de la obra de Cortázar, se compartirán fotos y textos del autor y habrá una promoción del audiolibro Casa tomada y otros cuentos. En este enlace se puede escuchar al autor leyendo el célebre cuento publicado por Jorge Luis Borges en 1946 en la revista Los Anales de Buenos Aires.
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