Julia Navarro: "Todos los países tienen la necesidad de entenderse"
En el epígrafe de la séptima novela de Julia Navarro (Madrid, 1953), Tú no matarás (Plaza & Janés), se pueden leer los versos de un célebre poema de Constantino Cavafis, "Ítaca". Para la autora española, best seller en su país y en otros de América Latina (como Chile, adonde viajará en los próximos días), su propia Ítaca ha quedado atrás. "Me hubiera gustado ser bailarina de ballet y actuar en el Covent Garden y en la Ópera de París", confiesa. Se convirtió, sin embargo, en una de las periodistas políticas más importantes de su país, al cubrir los años de la transición del franquismo a la democracia y el arribo del socialismo español al poder.
En 2004, publicó su primera novela, La Hermandad de la Sábana Santa que, inesperadamente, se convirtió en un éxito. Supo entonces que sería difícil compaginar la práctica del periodismo con la escritura de novelas y, en 2007, tomó la decisión de convertirse en narradora de sucesos imaginarios que, de otra manera, comunican verdades profundas. "Para mí, el último misterio en la Tierra es el hombre", dice en su paso por Buenos Aires, donde concedió entrevistas y se encontró cara a cara con los lectores. "Adonde voy, pido un encuentro con los lectores de mis novelas -dice a LA NACION-. Me interesa mucho lo que piensan los lectores, te das cuenta de cómo cada persona hace una lectura propia del libro y cómo esa lectura tiene mucho que ver con el momento vital de cada uno". Para Navarro, escuchar las experiencias lectoras se asemeja a una tarea de laboratorio.
En su nueva novela, que se inicia en la década de 1940 y sigue a los personajes a lo largo de décadas, los protagonistas son tres jóvenes españoles que se ven forzados a emigrar por las circunstancias sociales y políticas. Un cuarto personaje, un poeta estadounidense que gracias a uno de los tres amigos adquiere fama y prestigio, agrega a la historia una dimensión literaria. "Este es un libro sobre libros, sobre escritores, poetas, editores y libreros", anticipa la autora.
¿Cuánto tiempo le llevó escribir una novela tan voluminosa, de casi mil páginas?
Empecé a escribirla en 2013. Cuando terminé el primero de los tres libros que la conforman, lo dejé en un cajón y escribí Historia de un canalla, mi novela anterior. En 2016 retomé Tú no matarás. Han sido cuatro años de trabajo, de estar a solas con la historia y los personajes ocho horas diarias.
¿Por qué eligió ambientar la historia en un período histórico tan amplio, que ocupa casi la mitad del siglo pasado?
La mayoría de mis novelas tienen ese escenario. Yo no escribo novela histórica; mi ambición no es contar la historia, sino el efecto que tienen la historia y los acontecimientos en la vida cotidiana de la gente. Siempre digo que mis novelas son novelas de personajes. Lo que me importa es qué les pasa a las personas a las que les toca vivir en un determinado lugar y en un determinado momento. Me importan las vidas cotidianas, no contar los grandes hechos históricos. Además, el siglo XX todos no los sabemos bien porque es nuestro siglo. Somos hijos del tiempo que nos toca vivir y no nos podemos entender a nosotros mismos sin ese contexto temporal.
Eligió como protagonistas a personajes errantes, que deben emigrar de España.
La historia de la humanidad es la historia de las migraciones. El hombre va a aquel lugar adonde cree que puede tener una vida mejor. Son las circunstancias las que te obligan a marcharte. Todas las historias de migración tienen que ver con hambrunas, con guerras. La historia del hombre se repite. Cuido mucho el escenario, para explicar por qué los personajes hacen lo que hacen.
¿Por qué un editor hijo de un republicano, un intelectual como Fernando, lleva el hilo conductor de la novela?
Tú no matarás es una novela coral, pero Fernando representa mi personal homenaje a la literatura y al mundo de los libros. Esta es una novela de libros, de poetas, de escritores, de editores, de libreros. Los libros han sido siempre el eje de mi vida. Cuando uno abre las páginas de un libro, inicia un viaje que te lleva a lugares insospechados. Conoces otros paisajes, otros modos de pensar; los libros te ayudan a ahondar en la condición humana. Abrir las páginas de un libro me produce la emoción de la aventura.
¿Descubrió de joven que quería ser escritora?
No. Hubiera querido ser bailarina de ballet. En casa me dejaron estudiar danza, pero como un complemento. No consideraban que fuera una profesión recomendable. He ido llegando a todo en la vida por casualidad. Luego quise estudiar física, que era mi otra gran pasión, pero me costaba mucho aprobar Física en el colegio. Como mis notas no eran buenas, una profesora de Literatura me dijo: "La física se te da fatal, Julia. ¿Por qué no buscas algo más vinculado con la literatura, la historia, el arte?". Nunca he hecho lo que pensaba que iba a hacer. Las circunstancias y las casualidades me llevaron a hacer otras cosas y he tenido suerte.
¿Está conforme con el modo en que se dio esa cadena de casualidades?
El periodismo se convirtió en una gran pasión. Los muchos años que le dediqué fueron muy intensos y he sido una privilegiada porque seguramente no hubiera podido vivir las cosas que he vivido, viajar tanto y conocer a tanta gente, sin el periodismo. Un día empecé a escribir mi primera novela, sin saber si la iban a publicar, como un divertimento. Me la publicaron, sin mucho entusiasmo, creo, pero como yo había publicado libros de ensayo y política, lo hicieron. La sorpresa que todos nos llevamos fue que la novela, sin mucha promoción ni publicidad, empezó a venderse.
¿Y por cuánto tiempo convivió la periodista con la escritora?
Quise compaginar el periodismo con las novelas, pero era muy complicado. El periodismo exige las veinticuatro horas del día, el periodismo te exige todo y la literatura también. Al final, en 2007, tomé la decisión de escribir novelas. Si hubiera tenido treinta años, la opción hubiera sido el periodismo. Pero para ese entonces ya había hecho prácticamente todo: prensa gráfica, radio, televisión. Nunca quise ocupar cargos directivos. Mi ambición era contar lo que pasaba y estar donde pasaba.
¿Influyó la coyuntura de los reclamos feministas en Occidente a la hora de construir los personajes femeninos de la novela?
No, en absoluto. Soy feminista, pero no desde hace un cuarto de hora. Desde que era muy joven, me educaron en esos valores. Mi madre y mi abuela me dieron una educación reivindicativa y me enseñaron a luchar por la igualdad. Todo el nuevo auge del feminismo me parece una revolución muy importante, para que la sociedad sea consciente de los problemas a los que se debe dar respuesta. Pero no influyeron en la escritura. Eso ya lo traía de casa. El personaje de Catalina, una madre soltera en los años 40 en España, que queda muy estigmatizada por eso, emigra porque quiere tener una vida mejor. Ninguna madre soltera la tenía fácil. Y en Tú no matarás, las madres son personajes muy importantes. Aspiro a que estos personajes no dejen indiferente al lector.
Su nueva novela también aborda cuestiones éticas.
Creo que el último gran misterio en la Tierra es el hombre. El ser humano conoce todos los mares, ha estado en los lugares más recónditos, pero el gran misterio sigue siendo el hombre. Me interesa esa indagación y la literatura ayuda a conocer, a reflexionar sobre las grandes preguntas del ser humano. En este caso, el peso de la conciencia es una de las líneas argumentales, la reflexión sobre los fantasmas que a veces llevamos dentro. Más allá de las razones y de la lógica, todos tenemos que mirar de frente a los fantasmas que nos habitan. Y la conciencia es una compañera muy difícil de llevar. Todo el mundo alguna vez mira en ese abismo que es la conciencia.
En Historia de un canalla, su novela anterior, el protagonista era un ejecutivo.
Un ejecutivo del mundo de la comunicación. Ahí reflexionaba sobre la sociedad actual y la facilidad que hay ahora para manipular a la sociedad. Es un fenómeno global. Las nuevas herramientas de la comunicación tienen muchos aspectos positivos pero también un aspecto preocupante. En la Red no hay reglas. En el mundo real hay reglas. Si un periódico dice algo que es falso, tú puedes ir a los tribunales, exigir una rectificación, otros medios pueden desmentirlo. Pero en la Red rige la ley de la selva. Es muy fácil manipular a la opinión pública hoy en día.
¿En Europa se intenta crear un protocolo?
Es muy complicado. Ojalá, pero de inmediato surgen las voces que dicen que eso puede limitar con la censura. Es un debate que está encima de la mesa y todavía no se ha encontrado una respuesta para combatir las noticias falsas. Vemos que las grandes corporaciones y los partidos políticos tienen sus equipos de comunicación que se dedican a contar lo estupendos que son ellos y a lanzar píldoras menos agradables sobre los demás. Los paradigmas están cambiando.
París, Londres, Lisboa, Alejandría, Santiago de Chile, ¿usted visitó todas las ciudades en que transcurre su novela?
Sí. Alejandría tiene el protagonismo. Es una ciudad muy literaria. A los lectores que se quedan fascinados con el retrato que hago, les digo si van, no admito reclamaciones. Me enamoré de esa ciudad leyendo a Lawrence Durrell, a E. M. Forster y, sobre todo, a Cavafis, el gran poeta alejandrino de origen griego. Me quedé fascinada cuando leí El cuarteto de Alejandría de Durrell, a los veinte años. Veo esa ciudad con los ojos de la literatura. Presenté la novela en el Instituto Cervantes de Alejandría, y un ejemplar de mi libro quedó en la Gran Biblioteca de la ciudad, que se construyó sobre la antigua. "Nos gustaría que donara un ejemplar de su libro para que se quede aquí", me dijeron. Estaba yo dispuesta a quedarme allí, aunque fuera en un estante.
¿Hay un auge de la novela española?
Se ha roto el techo de las traducciones. Cada vez son más los escritores españoles contemporáneos que son traducidos a otros idiomas. En ese sentido, sí hay un auge. A mí me han traducido a más de treinta idiomas. Hoy, apenas se publica un libro, se compran los derechos de traducción.
¿Los años del franquismo aún siguen siendo una usina para los escritores de su país?
Creo que todos los países tienen necesidad de entenderse y de entender su pasado más cercano. A veces, los libros de historia nos dan los hechos objetivos de lo que ha pasado, pero las novelas nos ayudan a ir un poco más allá, a buscar el porqué humano.
¿Cuál es su propia Ítaca?
Como dice Cavafis, todos soñamos con nuestra Ítaca y con llegar a ella. Muy pocos lo consiguen, pero la travesía de la vida está llena de sorpresas, de sinsabores y también de alegrías. Nunca es nada como tú lo imaginaste, como lo soñaste. Para mí, llegar a Ítaca habría sido convertirme en una bailarina de ballet. Está claro que no he llegado y, ahora, simplemente, aspiro a la armonía.