Juan Carlos Romero, un artista conceptual clave de la Argentina
Cada vez que un afiche callejero le llamaba la atención, con paciencia y prolijidad, lo quitaba de la pared y de la intemperie y le daba refugio en su casa. Durante décadas atesoró aquellos anuncios y asistía a las movilizaciones con las manos vacías, pero regresaba con varios afiches bajo el brazo, por entonces sin valor aparente. Cuando su casa desbordó de tanto material debió adquirir una propiedad, ubicada en la calle Santiago del Estero al 400, para almacenar aquellos tesoros de la vía pública que alguna vez habían sido mera noticia y ya por entonces eran parte clave de nuestra historia. Juan Carlos Romero, un artista conceptual clave de la Argentina, construyó el mayor archivo de afiches político de América Latina, integrado por más de 2000 piezas que ilustran el devenir de una historia agitada desde 1930 hasta la actualidad. Hace algunos días fue vendido al exterior por sus heredero y un grupo de artistas, investigadores y profesores denuncian la gravedad de este hecho que, sin embargo, no es ilegal dado el carácter privado del acervo.
Además de su archivo personal integrado por sus obras y su biblioteca, Romero conservaba libros de artista, gráfica política, serigrafía, arte correo, archivos de revistas de la contracultura y temas diversos con los que se "obsesionaba", como la historia de la yerba mate o del tango, sostiene Ana Longoni, fundadora y miembro de la Red Conceptualismos del Sur (RedCSur), la plataforma de investigación de América Latina que el propio Romero integraba. Este conjunto de artistas e investigadores redactó una nota de alarma y repudio a la venta a un coleccionista extranjero y, por ende, a su privatización. Esta carta fue entregada al Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos Archivo General de la Nación, al Archivo Nacional de la Memoria y al Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires. "Este valioso patrimonio cultural era accesible al público interesado. La venta al exterior del archivo lo privatiza y sustrae del acceso público, deslocalizándolo del lugar donde fue constituido por Romero, quien durante toda su vida defendió la condición pública y abierta de su archivo", sostiene el texto.
"Fue un enorme amigo. Desde 2011, junto con él pergeñamos e impulsamos un proyecto de institucionalización de su archivo. Era un archivista insaciable y con un criterio muy propio, porque no era un profesional de la archivología. Usaba el archivo como un motor de su obra. Tenía una dimensión del resguardo de la memoria, pero que a la vez necesita una activación para que eso esté vivo. De cada papelito te contaba una historia", explica Longoni quien también se desempeña como directora de Actividades Públicas del Museo Reina Sofía de Madrid.
Consultados por LA NACION, los hijos de Romero agradecieron el interés por obtener su testimonio, pero prefirieron no referirse a la venta. El galerista Ricardo Ocampo, a través de gestiones de WaldenGallery, institución que él dirige, expresó a LA NACION: "El archivo es de carácter privado, por lo tanto, libremente transferible. La decisión de Juan Carlos de vender su archivo responde exclusivamente a su deseo de resguardar y mantener la integridad del mismo, asegurar su libre circulación y difusión a nivel internacional, amplificando de esta manera su propio trabajo y el de los artistas presentes en el conjunto". El archivo, según trascendió, se vendió por una suma de US$ 150 mil.
Si bien, se constituyó una Asociación Civil que velaba por el archivo y que procuraba que aquel acervo se mantuviese abierto para la consulta pública, Ocampo comunicó que el artista decidió revocar en febrero de 2017, ante escribano público, aquella cesión. "Su archivo quedó así bajo su propia custodia y, luego de su muerte, permaneció al cuidado de su vida e hijos, quienes iniciaron los trámites sucesorios. "Finalizada esta instancia, después de una profunda consideración, siempre en función de la expresa voluntad de Juan Carlos, decidieron darle circulación y expandir así su mensaje de militancia poética/política a la comunidad artística global", agrega el galerista.
Emblema del grabado argentino, Romero tiene una prolífica obra y siempre tuvo un activo compromiso político sin adherir a ningún partido o agrupación. Su compromiso social se evidencia a través de su arte de incesante denuncia y una voz nítida que lo obligó a marchar al exilio en 1977. Además de artista plástico, fue delegado sindical de los empleados telefónicos. Docente querido y generoso, Romero siempre alentó la creación y la buena salud de colectivos de artistas, quienes le brindaban materiales porque confiaban en su cuidado. El archivo de Romero estaba también integrado por el de Luis Pazos, Carlos Guinzburg y Elene Lucca.
"Si fuera una cuestión económica, meramente, creo que podríamos haber hecho el esfuerzo colectivo de juntar ese dinero para que el archivo quedara en una intuición argentina y sea público. No es una suma descomunal, pero sí vale eso el archivo a nivel simbólico. Es un archivo material y crucial de nuestra historia reciente", concluye Longoni.
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