José Mármol, archienemigo de Rosas y autor de un trágico idilio que no podía terminar bien
Hoy se cumplen 150 años de la muerte del autor de “Amalia”, su obra más significativa y que sigue inspirando tesis sobre las relaciones entre literatura y política, siempre conflictivas
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José Mármol (1817-1871), uno de los primeros novelistas argentinos junto con Juana Manuela Gorriti y Miguel Cané (padre), escribió su obra más conocida en el exilio, primero en Montevideo, que comenzó en noviembre de 1840 y se extendió hasta 1848, luego de que el gobierno de Juan Manuel de Rosas, su archienemigo, lo mantuviera detenido por varios días. En esa ciudad -donde había nacido su madre- se reencontró con varios miembros de la Asociación de Mayo, como Juan Bautista Alberdi, Florencio Varela, Esteban Echeverría y Juan María Gutiérrez, y comenzó a escribir una obra que incluye dos dramas románticos de inspiración política, infinidad de poemas, folletos biográficos y el trágico idilio Amalia. En 1848 se instaló en Río de Janeiro hasta la caída del régimen rosista y, de regreso al país, cambió la literatura por la política. Hoy se cumplen 150 años de la muerte del autor cuya obra -escrita bajo el signo del romanticismo americano- sobresale en el canon de las novelas políticas argentinas.
“Como se sabe, José Mármol es un escritor de exilio: elaboró la casi totalidad de su obra en el destierro y a su regreso a la patria se limitó a completar o retocar obras ya escritas y producir algunos trabajos menores. Se suele afirmar que la inspiración del poeta se debe a Rosas y que por ello, derrocado Rosas, desaparece la motivación para escribir. Pero es el exilio lo que determina la actitud combativa del poeta”, escribió Beatriz Curia en “Los dos exilios de José Marmol”, disponible para su lectura (igual que Amalia) en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. De esos años de destierro se destacan Amalia, Cantos del peregrino y el folleto biográfico Manuela Rosas, así como también escritos periodísticos y cartas.
Ambientada durante los años del terror rosista, en la década de 1840 en Buenos Aires, la novela de Mármol narra un romance entre jóvenes opositores a Rosas que no puede terminar bien. La acción narrativa, a la que le cabe el calificativo de folletinesca (y no solo porque se publicó por entregas hasta el momento en que el autor ofreció una expurgada versión definitiva), se entremezcla con una abundante -quizás excesiva- crónica de los hechos políticos de la época. Mármol dio a luz uno de los personajes más memorables de la literatura nacional, que no es precisamente la joven viuda del título, sino Daniel Bello.
“Es un autor al que conocemos sobre todo hoy su novela Amalia, publicada en formato de folletín, en Montevideo, en 1851, de la que se hizo una edición que se consideró definitiva, con unos cuantos cambios, en 1855 -dice a LA NACION la investigadora y escritora María Rosa Lojo-. Amalia tiene particular interés por haber sido escrita como una falsa novela histórica; esto es muy curioso y a la vez muy entendible porque la novela ingresa en el Río de la Plata bajo el manto de respetabilidad que tenía la novela histórica como género en aquel momento. Por eso, Mármol quiere apoyarse en el carácter de veracidad, de documentación, de respaldo que le podía proporcionar el género de la novela histórica para narrar con una supuesta toma de distancia hechos que en realidad era muy cercanos en el tiempo”. Lojo remarca que Amalia, en realidad, es una novela política. “La novela de un militante antirrosista que está actuando desde el extranjero, desde su exilio, para derribar a Rosas, y lo hace con las herramientas de las que dispone: una de ellas es la novela, aunque también apela al periodismo y la poesía: ‘Ni el polvo de sus huesos la América tendrá'”.
Si bien Mármol no dejó de escribir contra Rosas, de vuelta en el país el autor tuvo una vida “menos interesante literariamente”, dice Lojo. Mármol fue senador y director de la Biblioteca Pública (futura Biblioteca Nacional). “Es un referente inexcusable para todos los que nos interesamos en el periodo rosista y sus personajes como investigadores y narradores”, reconoce la escritora. Su novela más popular, La princesa federal, toma como centro a Manuela Rosas, un personaje histórico que Mármol aborda en Amalia y en el folleto biográfico Manuela Rosas. “Este último título pretende ser un estudio biográfico de Manuela pero en verdad es un tiro por elevación contra su padre, porque la presenta como una joven dotada de bellas cualidades que debió haber sido una señorita de la clase alta a la que Rosas ha pervertido, obligándola a tareas que Mármol considera impropias del ‘bello sexo’. Como novelista, eso me resultó provocativo porque me interesaba desmontar esa construcción. La Manuela víctima nunca me convenció y el núcleo familiar femenino de Manuela, empezando por su abuela Agustina López de Osornio, una mujer fuertísima, y siguiendo por su madre, doña Encarnación Ezcurra y su joven tía Agustina Ortiz de Rosas, hacía política a su manera y trabajaba para Rosas. En el campo de la historiografía eso lo demostró muy bien María Sáenz Quesada en Las mujeres de Rosas. Me interesó dar vuelta lo que decía Mármol desde la perspectiva de hoy, porque la novela histórica siempre se escribe desde el presente, no hay otra forma de escribirla que desde el presente mirando al pasado. Los argumentos que Mármol usaba para describir a Manuela Rosas como víctima de su padre son los que la vuelven interesante”, concluye Lojo.
Poesía y lucha política
“Todo artista romántico, emocional y libertario, en desigual lucha con el mundo que lo rodea, abre en sí mismo un espacio en el que se refugia o se evade con la imaginación a regiones exóticas y a un pasado remoto -dice a LA NACION la profesora Silvina Marsimian-. El exilio interior le permite temporariamente la supervivencia y el arte es la patria en la que intenta anclar. El otro exilio, el que lo aleja del país por cuestiones políticas, significa deambular en el silencio y la clandestinidad no buscados. Como sucedió con Victor Hugo (su Cromwell regía las ideas del Salón Literario en Buenos Aires), los hombres de la Generación Romántica de 1837 en el Río de la Plata, arrojados de su territorio a la fuerza, necesitaron construir relatos que dieran sentido a la vida sujeta a los cambios imprevisibles, y les posibilitara difundir su opinión a través de la figura del narrador que ordena, critica, amonesta y educa. Sus ficciones estuvieron al servicio de la lucha política y apelaron al compromiso del lector frente a lo que consideraban inhumano”.
Marsimian indica que el “estilo ensayístico” se impuso a los escritores del periodo romántico en el siglo XIX local. “Prototipos de textos en gestación, los relatos románticos argentinos se construyeron en torno a la hipótesis civilización-barbarie. Así El matadero, de Echeverría; Facundo, de D. F. Sarmiento, y Amalia, de Mármol. La novela de Mármol tiene como eje las vivencias padecidas durante 1840, el llamado ‘año del terror’, en que las persecuciones se volvieron sistemáticas; pero todo está contado diez años después, cuando el régimen estaba a punto de caer. Esta falsa perspectiva histórica tiene como fin no solamente denunciar la tiranía rosista, sino que advierte sobre las prolongaciones de las políticas totalitarias”.
Mármol también escribió poesía. “En abril de 1839, cuando, como adversario de Rosas, cae en la cárcel, se originan los primeros versos de su vida, ‘escritos en la pared con palitos de yerba carbonizados en la luz’, como revela en la carta a Juan María Gutiérrez en marzo de 1846″. Estos versos originaron un poema extenso inspirado en el Childe Harold´s Pilgrimage, de Lord Byron: los Cantos del peregrino. “Los dio a conocer en forma desordenada y fragmentaria en diversas publicaciones. En recuerdo de las impresiones que conservó cuando cruzó en barca a Chile, Mármol comienza con un epígrafe del francés Lamartine, de quien admiraba el idealismo humanitario de su poesía y su participación en la vida pública y política, una descripción del viaje de Carlos por mares que lo conducen hasta el Cabo de Hornos, que no se concreta ya que la tormenta desatada lo hace retornar a Río de Janeiro. En medio del paisaje americano, que describe con el tono emotivo propio del romántico que identifica la naturaleza con su estado de ánimo, la trama combina la historia de amor de la pareja protagonista y la denuncia airada contra el tirano. Las palabras de la nueva sensibilidad se multiplican: corazón, melancolía, lúgubre, libertad, patria, soledad, naturaleza, tormento, lágrimas, crepúsculo, desencanto. El exilio es el gran tema que descubre otro más profundo: la existencia de dos bandos en un mundo dividido, en que hay voces que pugnan por hacerse escuchar y justificar sus creencias: ‘Uno que es más que tú, transformó un día/ en estatua de sal una belleza;/ y tú, mayor que él en fantasía/ has tenido el capricho de tu cabeza/ de hacer de una Nación de nombradía/ un pantano cubierto de maleza,/ y de un millón de seres racionales/ número igual de estatuas animales’”.
La travesía poética del autor continúa en Armonías (1852), que apareció publicado en el diario La Semana, de Montevideo. “Con el fin de la tiranía y al regreso del exilio en la Argentina, aparecen en 1854 sus Poesías, que recuperan gran parte de lo antes escrito -agrega Marsimian-. Ninguna novedad en este campo se produjo a partir de la derrota de Rosas. Con la extinción de una época exaltada en medio de las batallas por la constitución del poder, proscripciones, destierros, contrastes sociales, injusticias, la inspiración de Mármol se secó. El yo proteico e insatisfecho del rebelde con causa se transformó en el del hombre dedicado a una sostenida actividad política parlamentaria”. Antes, como le dijo Jorge Luis Borges a Fernando Sorrentino, Mármol se había convertido en el escritor que fijó para siempre “la imagen que todos tenemos de la época de Rosas”.
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