José Luis Fernández. “Los jóvenes hipermediatizados arriesgan sus vidas para reencontrarse cara a cara”
El autor de “Vidas mediáticas” estudia los efectos de la mediatización: en el futuro, habrá más exposición de lo privado, quedarán los públicos en streaming, y la enseñanza universitaria será híbrida
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“Buena parte de nuestra vida ya estaba mediatizada antes de la pandemia”, señala José Luis Fernández (Buenos Aires, 1952), doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires. Escrito a lo largo de 2020, su estudio Vidas mediáticas. Entre lo masivo y lo individual (La Crujía) se puede leer a la luz de las innovaciones en la ecología de medios dinamizadas por el Covid-19 en el mundo. Para el autor, es necesario ahondar en la comprensión de los diferentes intercambios discursivos que se producen en las interacciones mediáticas actuales. “La materialidad mediática es opaca pero vive como transparente -dice Fernández a LA NACION-. No hay duda de que, en cualquier plataforma o aplicación, toda interacción necesita de intercambios discursivos. Una consigna que se repite en el libro es que, si bien los intercambios discursivos no son el total de las vidas mediáticas, sin su comprensión no se puede entenderlas”.
El autor es profesor de Semiótica de las Mediatizaciones en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y dirigió seminarios de postgrado sobre historia y semiótica de los medios, metodologías de la investigación y música, medios de sonido y mediatización en casas de estudio superiores. Presidió la Asociación Argentina de Semiótica y es el actual vicepresidente de la Federación Latinoamericana de Semiótica. Desde 2008, dirige la revista semestral Letra, imagen, sonido. Ciudad mediatizada. Como lo definen sus colegas Sandra Valdettaro y Carlos Scolari en el “prólogo conversacional” de Vidas mediáticas, es “una rara avis del mundo académico” por su experiencia en trabajos para organizaciones extraacadémicas. Con conceptos que provienen de distintas disciplinas -como la sociosemiótica, los estudios culturales, la historia y la etnografía- y otros propios, Fernández ofrece una mirada innovadora sobre los efectos de la mediatización en la esfera social.
-¿Qué relación hay entre la digitalización y la mediatización en nuestras vidas?
-La digitalización, es decir, la conversión de cualquier materialidad en bits, transformó la posibilidad de cualquier usuario de manipular discursos: crear, subir, bajar, combinar, editar y distribuir mensajes en diversas materialidades. Mediatización es todo sistema de intercambio discursivo que no sea exclusivamente cara a cara, sea sobre tecnología analógica, química, electrónica o digital, pero que nunca se define sobre esas solas características. Cualquier sistema de intercambio discursivo mediatizado se construye con la presencia de dispositivos técnicos, entre los que los digitales son solo una parte. Algunos de ellos son la óptica fotográfica, la captura de sonidos, las diversas técnicas de reproducción del movimiento, lo tipográfico, la posibilidad de generar espacios gráficos donde convergen letras, fotografías, dibujos. En un meme, por ejemplo, pueden converger muchos de esos dispositivos técnicos. Pero, además, para generar un meme, una mediatización, en definitiva, debe estar construido en algún cruce genérico-estilístico y con alguna propuesta de uso. Esos tres niveles, lo tecnológico, lo genérico-estilístico y el uso, como entretenimiento, crítica o aun a nivel informativo, dejan huellas en cada mensaje intercambiado.
-¿Qué es una vida mediática?
-Que buena parte de tu vida cotidiana se construye y administra con intercambios discursivos en diversos dispositivos técnicos. Esto va desde nuestros conocimientos sobre qué ocurre en el mundo hasta nuestros trabajos y vidas afectivas. A estas alturas, muchos tenemos vínculos políticos, profesionales y afectivos sostenidos en plataformas diversas. La pandemia nos obliga a expandir esas mediatizaciones. Tenemos más contacto mediatizado con nuestros afectos; ya no damos algunos seminarios o conferencias para el exterior en plataformas educativas o de videoconferencias, sino que las clases son rutinariamente a través de plataformas, y vamos incorporando formas de disfrute del arte o de entretenimientos en plataformas. El uso más extendido promete nuevas transformaciones, sea por rediseño o generación de nuevas posibilidades, sea por innovaciones promovidas por los usuarios. Por ejemplo, mientras maduran y se sofistican las plataformas educativas, los docentes nos vamos arreglando con combinaciones de mails, grupos de WhatsApp o de Facebook, publicaciones en YouTube y diversas plataformas de videoconferencias.
-¿Cómo se justifica, pese a las prevenciones que existen acerca de compartir datos privados e íntimos en internet, la tendencia de las personas a compartirlos?
-Se tiende a analizar las vidas mediáticas y las plataformas como estados fijos y en realidad hay dos procesos que conviven: todos, incluidas las plataformas, estamos aprendiendo a vivir en estos nuevos contextos, muy recientes respecto a los previos como hogares, bares, clubes, aulas, oficinas y tantos más. El otro proceso es que plataformas y aplicaciones no dejan de transformarse, no solo por los rediseños y crecimiento de sus propuestas, sino también por los usos de los usuarios. Mi hipótesis, no mi predicción, es que habrá aprendizajes luego de los cuales ciertas áreas de la vida privada quedarán ahí, sin ser mediatizadas, salvo en los casos en los que esa exhibición traiga beneficios o efectos buscados de “suicidio social”, que seguramente los seguirá habiendo.
-Entonces, ¿hay vidas que no sean mediáticas?
-Los sociólogos y filósofos apocalípticos se cansaron de anunciar la mediatización absoluta de las vidas de las nuevas generaciones que, se suponía, no salían de sus habitaciones para estar conectados, y luego, como si fuera parte del mismo fenómeno, preocupados solo por sus smartphones. La pandemia puso en evidencia que esos sectores jóvenes, seguramente hipermediatizados, son también los que más arriesgan sus vidas para reencontrarse con sus contactos cara a cara, sus ritos y festejos, sus consumos grupales. Parece que las vidas mediáticas no eliminan las vidas no mediáticas, sino que les generan nuevos circuitos, con restos de intimidad resistentes. Es evidente que las ciencias sociales no han venido comprendiendo estas tensiones entre lo mediático y lo no mediático, que no tiene que ver solo con fenómenos de circulación, sino con diferentes y complementarios modos de construcción de vida social.
-¿Qué relación se establece entre dispositivos digitales con los medios masivos de comunicación tradicionales?
-Se denomina postbroadcasting al actual ecosistema de medios en el que los medios masivos, aunque no desaparecen, han perdido su lugar central e indiscutible. Se lo ha estudiado para las nuevas circulaciones televisivas y sus audiencias y para el desarrollo del discurso político; nosotros lo hemos aplicado respecto a la producción y circulación en la industria musical. Sintéticamente: los medios masivos no tienden a desaparecer y las plataformas no pretenden reemplazarlos. Compiten en algunos intercambios, pero tienden a complementarse: los medios masivos toman contenidos de las plataformas y las plataformas distribuyen y comentan los contenidos de los medios masivos.
-¿Qué ejemplos podrías dar del funcionamiento de este ecosistema?
-Son fenómenos de postbroadcasting tanto las dificultades para establecer un relato común e integrado sobre la pandemia como la circulación en plataformas de discursos masivos como los de MasterChef. Lo que denominamos “panelismo” es también un típico circuito de postbroadcasting. En los paneles televisivos, los políticos diagnostican, los periodistas proponen políticas y los consultores convalidan las discusiones, mientras Twitter genera un efecto de resonancia y diseminación que convence a todos los participantes de su importancia. Ello a pesar del bajo rating televisivo y la extensión de Twitter, muy menor a Facebook, y en el que solo una parte de los tuiteros participan.
-Los activismos son muy activos en redes.
-Tienen más posibilidades de generar resonancia, y de hecho ocurre todo el tiempo. Muchas veces, los medios masivos rescatan temas y reclamos según los trending topics.
-¿Cuánto hay de cierto en que Google y Facebook parasitan a los medios de comunicación?
-En parte se responde en la pregunta anterior: medios masivos y plataformas comparten contenidos en un efecto de ida y vuelta. Es un fenómeno novedoso que es importante porque en él convergen la crisis industrial de los medios periodísticos, la posibilidad de cualquier usuario de generar contenidos que pueden interesar a gran cantidad de usuarios y las plataformas que, como dijimos, son un espacio donde conviven ambos tipos de intercambios. Es evidente que quienes invierten recursos en la producción de contenidos deberían tener un tratamiento especial, en caso de que generen interés social. Pero, a mi entender, la discusión y el conflicto recién está comenzando y el final es abierto.
-¿Cuán grande es el poder de las empresas de internet? ¿Debe existir una regulación?
-Con las plataformas y las empresas tecnológicas está ocurriendo algo parecido a lo que ocurre con los grandes grupos de medios masivos: se confunde su poderío económico, que no se puede dejar que incida libremente en lo político, con su poderío comunicacional e ideológico. En el caso de las plataformas, lo que interesa es que no se frene la progresiva heterogeneidad de intercambios. Ello garantizará el crecimiento y la sofisticación de los usuarios, que finalmente sabrán proteger su vida privada y el uso de sus datos personales.
-¿Por qué se dice que el Gobierno nacional “comunica mal”? ¿Y qué sería comunicar bien?
-Desde un punto de vista general, dentro de los investigadores en comunicación hay dos grandes corrientes: los que piensan que la comunicación es un componente natural de la especie, es decir, se naturaliza la comunicación mientras, sin embargo, se presume la construcción cultural. La otra corriente sostiene que eso que se denomina comunicación es un proceso de altísima complejidad, que nunca garantiza un resultado previsible, aun en intercambios muy ritualizados, es decir, el malentendido es tan estructural como la buena comunicación. Entre los primeros hay quienes piensan que, por un lado van las políticas y, por el otro, la comunicación. Pienso que no hay política sin comunicación y eso se ve claro desde nuestra perspectiva de la mediatización como construcción de sociedad y no como pura mediación. Cuando se planifican acciones políticas, y más aún de gobierno, ¿lo comunicacional debe estar incluido? Sin duda, pero no como un anexo, sino como parte del proceso de gestión e innovación. Recién luego se diseña lo comunicacional, para que se eviten lo más posible los ruidos y para que se abran nuevos canales de discusión.
-¿Existe un nuevo estilo comunicativo creado por las redes, con sus propios modos retóricos?
-Estamos muy lejos de describir y comprender todos los tipos de intercambio y existentes o posibles dentro y entre las diferentes plataformas. Aun dentro de una plataforma, hay muchos sistemas de intercambio, con rasgos genérico-estilísticos muy variados. Vidas mediáticas procura establecer herramientas de comparación entre intercambios que sean útiles para ser compartidas con otras disciplinas. Ordenar el campo de las mediatizaciones, que está en transformación y expansión, es clave para que no se lleven puestas a las posibilidades de intervención sobre lo social. Se pretende intervenir sobre comportamientos sociales como si fueran ajenos a las vidas mediáticas. Por ejemplo, ¿cómo tomamos conciencia sobre nuestro ambiente si ese ambiente no incluye a las plataformas dentro de las cuales hacemos buena parte de nuestra vida social?
-¿Cómo ve el futuro de estas mediatizaciones y la convivencia hacia dentro del sistema digital?
-Es imposible ser predictivo, tarea de gurúes arriesgados, pero hay tendencias que parece que seguirán avanzando. Los usuarios seguirán aprendiendo y sofisticarán sus posteos, sofisticando más la exposición de lo privado de sus vidas y aprovechando más los intercambios en lo laboral y en el entretenimiento. Buena parte de la vida musical y aun teatral quedarán con públicos en streaming. La enseñanza universitaria será híbrida: seguirá habiendo enseñanza cara a cara pero se aprovechará la experiencia en plataformas para acortar distancias territoriales. Luego de una etapa de homogeneización de las plataformas es muy posible que, finalmente, triunfe la especialización. Si no lo permiten las plataformas, lo desarrollarán los usuarios sofisticados.
-¿Cuál es hoy el panorama de la semiótica y de los estudios sobre comunicación en el país?
-La semiótica a nivel internacional reaccionó de un modo conservador frente a las nuevas mediatizaciones, lo que no ocurrió en Latinoamérica donde, de la mano de la sofisticada semiótica de los medios, rápidamente generó conocimiento sobre los nuevos intercambios mediáticos. Hoy, los que investigamos sobre plataformas, aplicaciones y redes, estamos entrenados a interactuar y compartir investigaciones con ecología de los medios, etnografías, geolocalizaciones, análisis de redes sociales y big data. Si bien todavía no hay resultados revolucionarios, hay un camino prometedor y Vidas mediáticas se ofrece como una apertura de puertas que faciliten esa convergencia.
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