Jorge Macchi y el retorno al origen
"Ustedes son unos estúpidos", les dijo Enio Iommi a los jóvenes artistas que había convocado en un bar porteño. "Están pensando que pueden hacer las cosas solos –agregó el escultor– y acá la única solución es juntarse". Así se formó, en 1986, el Grupo de la X. Integrado por una docena de artistas sin afinidades estéticas, que se presentaron en conjunto al año siguiente en el Museo Castagnino de Rosario. Fue un punto de inflexión en la incipiente carrera de Jorge Macchi.
Tres décadas después de aquella lección en el bar, consagrado como uno de los artistas argentinos más reconocidos a nivel internacional, Macchi inauguró una gran retrospectiva que se expandió desde el Malba hasta el Museo Nacional de Bellas Artes y la Universidad Torcuato Di Tella, donde además fue docente.
Para entonces ya había participado de las principales bienales del mundo, incluida la de Venecia. En esta última representó al país en 2005 con una instalación realizada con el compositor Edgardo Rudnitzky. Se trataba de una cama elástica sobre la cual saltaba un acróbata; su elevación rítmica hacia la imagen pintada en el techo de un oratorio del siglo XVII era acompañada por música interpretada con una viola de gamba. Ese instrumento de la época en que fue construido el edificio aparecía además en el cielorraso, como parte de la representación de la Asunción de María.
La fuerza poética de aquella obra tuvo una contundencia similar a la de Still Song, de ese mismo año, recreada para la retrospectiva del Malba. En este caso era una bola de espejos que no reflejaba luz, sino oscuridad. En lugar de brillos, sobre el piso y las paredes se multiplicaban dramáticos agujeros negros.
Hay algo de ese "efecto Big Bang" en Cámara traslúcida, la pieza principal de la muestra que inaugura este fin de semana en Ruth Benzacar, donde una pared deconstruida en la entrada plantea otra paradoja: una sala de exposición inaccesible para el público. Hace dos años transformó el mismo galpón reciclado de Villa Crespo en una máquina del tiempo, al recrear en escala 1:1 la mítica sede de la galería en Florida 1000. Emprendió esa titánica tarea junto al joven arquitecto Nicolás Fernández Sanz, de la misma forma en que acostumbra a trabajar con Rudnitzky y otros colegas.
Si bien la fragmentación de la totalidad es un tema recurrente en sus obras, Macchi parece seguir teniendo presente el consejo de Iommi. A tal punto que, tras haber vivido en varias ciudades de Europa, decidió volver a radicarse en Buenos Aires. Según confesó a LA NACION, fue "una de las mejores elecciones" de su vida.
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