Jorge Macchi invita a crear a partir de “instrucciones” halladas en la calle
Un proyecto que involucra al público, concebido por uno de los artistas contemporáneos más consagrados del país, inicia la programación anual del ciclo Central de Procesos en San Isidro
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El papel que encontró Jorge Macchi en la calle tenía una lista escrita: cúrcuma, paltas, ciruela, maní, arroz, lentejas y tofu eran algunos de los ingredientes mencionados, con el valor de cada uno y el total, $1290. Fue hace un tiempo, claro. Ese Post-it cuelga ahora desteñido dentro de una bolsa, como una evidencia, junto a una hoja que describe un menú creado por el chef Diego García Tedesco: ensalada con palta grillada, lentejas rojas y aduki con crocante de cajú tostado; tofu a la plancha con cúrcuma y arroz basmati frito y hummus; ciruelas laosianas con maní.
Estos últimos platos fueron los que se sirvieron a los periodistas ayer durante el lanzamiento anual de Central de Procesos, un ciclo gratuito impulsado por la Secretaría de Cultura y Ciudad de la Municipalidad de San Isidro que aspira a acercar nuevas audiencias al método de trabajo de la creación contemporánea.
Un procedimiento cada vez más complejo, que en casos como éste se torna en un trabajo colectivo: siguiendo el espíritu del ciclo Eleonora Jaureguiberry, funcionaria a cargo del área, propuso convertir la lista en experiencia gastronómica y Macchi sumó la idea como parte de Retour, un work in progress iniciado en 2021 en los alrededores de su taller de Villa Crespo. Él mismo hizo algo similar, cuando mandó a analizar por un grafólogo una carta que encontró tirada para tener indicios sobre la persona que la escribió; cuando convirtió en código QR la música de una lista de canciones que acompañaban un cassette o cuando mandó a construir, según las indicaciones de un modesto papel, un mueble que se exhibe ahora en una casona del casco histórico de San Isidro.
“De esa manera estoy entrando en una historia paralela: ahora hay dos muebles similares, que no van a estar en contacto nunca más”, señaló Macchi a LA NACION, al explicar que intenta “encontrarle un sentido” a cada uno de esos hallazgos que llaman su atención: una carátula de carpeta con una dirección, una radiografía o la frase “no quiero”, escrita con grafiti rojo sobre una pared. “Todo esto tiene algo de surrealismo y de deriva situacionista –agrega-. Hay algo de investigador privado pero el punto es la trama, no la resolución de la trama”.
Esa trama es un mapa en expansión, un universo de sentidos que se multiplican con ejercicios propuestos al público, en su mayoría en edad escolar. Uno invita a describir o dibujar cómo es la persona que tiró o perdió esa pieza; otro, a elegir palabras o frases entre los textos exhibidos y crear una oración, un párrafo, un poema, una carta, una rima, un diálogo o un trabalenguas. “Los chicos que vienen trabajan asociando cosas como trabajé yo –observa Macchi-, haciendo relaciones entre los objetos”.
Especialmente inspiradora resulta una cita de Marilyn Monroe reproducida en el recorte amarillento de una vieja revista: “La primera familia con la que viví me dijo que no debía ir al cine porque era pecado –recuerda la actriz-. Me decían que se aproximaba el fin del mundo y que si yo estaba pecando cuando el mundo se acabara, me hundiría muy hondo, pero muy hondo. Así que las pocas veces que podía meterme a escondidas en un cine, me pasaba la mayor parte del tiempo rezando para que el mundo no se acabara”.
Aquí radica una de las principales diferencias con Buenos Aires Tour, proyecto realizado hace dos décadas en colaboración con Edgardo Rudnitzky y Maria Negroni. En aquel caso, los itinerarios que guiaban la búsqueda de imágenes, sonidos y palabras estaban determinados por la grieta de un vidrio roto colocado sobre un mapa y los textos eran poéticos en sí mismos, a tal punto que se independizaron en un libro. En esta continuación, todo lo que aparezca escrito por obra del azar puede convertirse en instrucción para conducir al artista hacia lugares insospechados.
Tan inciertos como los recorridos que realizó hace poco en Montevideo con Rudnitzky, músico argentino residente en Berlín, con quien colaboró entre otras oportunidades en una instalación que representó al país en la Bienal de Venecia (La Ascención, 2005). Ahora se volvieron a reunir, para realizar un proyecto que se exhibirá en la próxima edición de Bienalsur. “Estamos buscando opciones para desarrollar la búsqueda a través del sonido también”, anticipa, con algo de misterio.
En todas estas obras en proceso hay algo compartido: el vínculo con los objetos cotidianos, y cierta inquietud que produce hallar en el espacio público algo que alguna vez fue íntimo, algo que fue desechado cuando cumplió su función. “Entré por la bolsa de agua caliente”, confiesan muchos de los que se animan a atravesar por primera vez la puerta de la casona que aloja la Central de Procesos. Se refieren al afiche que reproduce una foto tomada en la calle por Macchi, de un objeto que todos podemos reconocer.
“Me suelen preguntar por qué trabajo con materiales cotidianos –señala uno de los artistas contemporáneos argentinos más reconocidos a nivel internacional, que recolecta objetos por la calle desde que tenía su taller en La Boca-. La razón es que establecés un contacto directo con el espectador, porque compartís el conocimiento de ese objeto. Lo difícil es entender qué pasa después de eso”.
Para agendar:
Retour de Jorge Macchi, hasta el 30 de junio en Central de Procesos (Avenida del Libertador 16.208, San Isidro). De lunes a viernes, de 9 a 16, y los sábados, de 11 a 15. Acceso gratuito. Reservas de turnos para visitas de escuelas o grupos: centraldeprocesos6@gmail.com
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