Jorge Fernández Díaz en la Feria del Libro: "El kirchnerismo me dio la posibilidad de pelear contra mi propia imbecilidad”
En el marco de las actividades que presenta LA NACION en la Feria del Libro , Jorge Fernandez Díaz fue entrevistado ayer en una sala Victoria Ocampo que lo esperaba repleta desde temprano y que aplaudió, rió y se emocionó con sus definiciones. El periodista y escritor se expresó sin restricciones sobre la relación del oficio con el poder; relató la pelea con su padre en los comienzos, diferenció la comunicación del gobierno de Cambiemos de la política, explicó que su oficio de articulista tiene que ver con una batalla personal y cultural frente al kirchnerismo que decidió librar.
Pensar, reflexionar, analizar, son acciones a las que Fernández Díaz está siempre dispuesto. Uno de los momentos más reveladores de la charla fue cuando se habló de su batalla personal y cultural para representar el pensamiento argentino, para ejercer desde su espacio, desde su oficio de articulista, una especie de resistencia. Pero antes, recordó sus inicios en la escritura y sus dos mundos: la literatura y el periodismo.
–¿Cómo fue llevar estas dos pasiones, la de escritor y periodista, de forma paralela y lograr ser exitoso en ambas?
–A los 12 años mi madre me regalo la colección Robin Hood; tuvo esa intuición, esa lucidez, supo que era importante que yo fuera lector. Además de acompañarme en un ritual que era el de ver el cine de Super Acción y Hollywood en Castellano. Yo era capaz de ver cinco películas, algunas malas y otras, obras maestras. En un momento me di cuenta, gracias a un amigo, de que podía escribir películas, que podía escribir novelas.
–¿Y el periodismo, cómo llega?
–A los 18 años me di cuenta de que era lo más parecido a la literatura, que te pagaban por escribir. Aunque fue una gran desilusión para mi padre, que soñaba con que fuera abogado o médico y decía que el periodismo era una profesión de vagos. Eso nos distanció durante siete años. No podía hablar con él de otra cosa que no fuera el fútbol.
–¿Cuándo te reconciliaste?
–Entré a trabajar a La Razón y me convertí en cronista policial; los periodistas más grandes no querían ir a ver cadáveres y para mi fue el momento más feliz. Leía novela policial y trabajaba en esos casos. Hasta que me di cuenta que en el periodismo no podíamos contar la verdad, no podíamos probar algunas cosas. Por ejemplo: cómo funcionaba la mafia del futbol, la industria del secuestro extorsivo. Como no podía contarlo con las armas del periodismo propuse hacerlo con las armas de la literatura y empecé a escribir unos folletines por entregas que eran publicados todos los días en el diario al lado de las noticias. Ahí empieza el embrión, el vínculo entre el periodismo y la literatura. Una tarde, mi padre –que era mozo del bar ABC, en Canning y Córdoba– me llama y me dice: "Te voy a hacer una sola pregunta, ¿Va a recuperar el dinero?". Yo justo había terminado una historia con un periodista que llevaba un dinero por un secuestro y dejaba el bolso en el piso, se lo robaban y así terminaba el capítulo. "¿Por qué me lo preguntas, papá?", le dije. "Porque acá todos están leyendo y están muy nerviosos por saber qué va a pasar mañana". A mí en ese instante me saltaron las lágrimas. La literatura que nos había separado, nos unió.
–A propósito de la reedición de El hombre que se inventó a sí mismo (Planeta), ¿Por qué fue necesario volver a leer la historia del periodismo a través de la historia de Bernardo Neustadt? ¿Qué valores era necesario volver a pensar?
–Neustadt fue un gran periodista más allá de sus terribles pecados. El cinismo de Neustadt se combinó también con su pasión por la Argentina. Tenía 30 puntos de rating y lo veíamos para odiarlo, pero lo veíamos. Era un momento en el que el periodismo tenía que ofrecer el pluralismo porque el pueblo no podía acceder a distintas voces. Hoy el pluralismo se lo arma uno mismo, con las redes, los distintas voces.
–¿Cómo se puede ver hoy esa especie de mecanismo enquistado entre el periodismo y la política?
–Eso pasa cuando un periodista es muy escuchado por el poder. Es una tentación de algunos intelectuales y periodistas, decirle al presidente lo que hay que hacer. Cuando cruzás esa línea te convertís en un operador.
–Un lobby mediático que no es fácil de demostrar, como la corrupción, ¿Cuando se habla tanto de la mala comunicación del gobierno, se habla por la interrupción de cierto lobby del periodismo con el poder o es real que el gobierno comunica mal?
–Creo que el gobierno no cree en la intervención en el debate público, no cree en que tiene que refutar los relatos circulantes, las mentiras que se instalan como verdad. Cree que el sentido común se arma en las redes sociales, en Facebook. Por ejemplo, Sergio Massa dice: "Este es un gobierno de ricos para ricos", los periodistas repiten y el gobierno no cree que sea necesario salir a discutir esa frase. Eso no es un problema de comunicación es un problema de política. La política se hace con argumentaciones que han sido, históricamente, más peligrosas que las balas. Gracias a las argumentaciones existieron el nacionalismo, el fascismo, la democracia, el liberalismo. Al renunciar a las argumentaciones el gobierno renuncia a una parte fundamental de la política. Ahora se instala el fracaso irreductible, y en realidad, económicamente fracasaron todos: los Kirchner, Duhalde, Menem, De La Rua, hasta Alfonsín. Está instalado que estamos en el 2001 y el gobierno no sale a refutar.
–Hay una batalla cultural que librás permanentemente y que tiene que ver con tu pasado como parte de la izquierda y tu permanente trabajo para desenmascarar al peronismo.
–Empecé a escribir las columnas en LA NACION hace siete años. Es una columna de ideas, de argumentación. La hago desde la biblioteca de mi casa. Creo que pensar es más difícil que informar. Esto empezó cuando escuché que Néstor Kirchner le dijo a Máximo, mientras tomaban un whisky: "Ganamos la batalla cultural". Ellos eran la patria después del bicentenario. Cuando escuché esto, me dije: "Yo no se las voy a hacer tan fácil, también voy a dar mi batalla cultural".
–¿Tu batalla cultural busca contrarrestar las ideas de los Kirchner o resaltar otros valores que te parecen más nobles?
–Cuando tenía 20 años no sólo le rompí el corazón a mi padre yéndome a la literatura y el periodismo sino adhiriendo a la izquierda nacional de Jorge Abelardo Ramos, que apoyaba al peronismo por izquierda. Leía a Sebreli y a Abelardo Ramos. Eran la antítesis, dos grandes escritores. El kirchnerismo me dio la posibilidad de pelear contra mi propia imbecilidad. Reconozco que fui un imbécil. Siento que es una cuestión personal más que una cuestión profesional. La Argentina va mucho mas allá de mi profesión.
–¿Y el peronismo?
–Es una batalla personal contra Perón que me parece un genio malévolo de la política. Este no es un país normal. En un país normal, si a un gobierno le va mal, viene otro y se da la alternancia normal. En Portugal, por ejemplo, del que hablan los kirchneristas y Massa, los socialistas hicieron un ajuste tremendo. Les hicieron ese voto castigo y se fueron. Vino otro gobierno que siguió haciendo el ajuste. Luego viene un tercero y recién ese puede ver la prosperidad. La Argentina quiere ir al paraíso sin haber pagado los costos. Si a Perón no lo hubieran mandado en el 38 a Italia y lo hubieran mandado a Inglaterra, en vez de a Mussolini hubiera conocido Churchil y hoy seríamos Australia. Cuando alguien dice hay que cambiar la palabra ajuste por la palabra desarrollo, me parece que nos toman por imbéciles.
–¿Cómo puede cambiar esta matriz?
–Creo que todavía jugamos este campeonato en la Argentina con el reglamento escrito por Perón. El puso los arcos, las reglas, inclinó la cancha, es un escritor grandioso de la política que vale la pena discutir.
–¿Todos tenemos una manera de pensar peronista?
–Yo le diría hoy a Macri que sea un poco peronista con los precios esenciales, no creería en el pacto de caballeros. Al que elude los precios esenciales les mando la AFIP. Ese es un arranque peronista. Si lo hiciera Macri lo criticaría. El no peronismo viene con la idea de ser republicano, respetuoso, en un país infectado por la corrupción.
–¿Hay una forma de desandar el camino?
–Parecía que Macri podía, no estoy tan seguro ahora.
–¿Que importancia tuvo que se develara la causa de los cuadernos?¿Hay miedo de que pueda desvanecerse? ¿Hay una operación para voltear la causa?
–Es importantísimo, pero a algunos les parece catastrófico. Para los que creemos en la transparencia pública es un sufrimiento necesario.
–¿Habría vuelta atrás si cae la causa de los cuadernos?
–Si vuelve el kirchnerismo, los cuadernos van a quedar en la nada, los presos van a salir como en el 73 y los van a recibir como héroes.
–¿Tiene alguna salida la Argentina si niega la corrupción?
–Si vuelve el kirchnerismo, no tenemos salida por mucho tiempo.
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