Jorge de la Vega: la hora del mago en las subastas, codo a codo con Diego Rivera y Torres García
Este viernes se subastan en Nueva York dos de los 30 paneles que integran “Rompecabezas”, el famoso mural desmontable del argentino; reunir la obra completa tal como fue pensada por el artista resultaría hoy un esfuerzo titánico
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Dos paneles de Rompecabezas (1968-1970), la obra múltiple de Jorge de la Vega que se exhibe en Malba en una versión reducida de 15 partes, salen a subasta el viernes 30 en Christie’s de Nueva York con un valor estimado de 350 mil dólares. El díptico que pertenecía a la colección de Guido y Nelly Di Tella, quienes lo adquirieron a la galería Carmen Waugh en 1970, se presenta en el lote 54 del remate de Arte Latinoamericano, pero el dato saliente no está tanto en el precio de referencia sino en que la obra y el artista fueron presentados por la casa de remates como uno de sus highlights junto a pesos pesados modernistas como Diego Rivera, Leonora Carrington, Rufino Tamayo, Wifredo Lam y Torres García. Rompecabezas es uno de los mayores aportes a la estética pop desde Buenos Aires y el nombre de Jorge De la Vega parece instalado en el circuito internacional después de su récord de 1,2 millones de dólares en la edición 2019 de arteba con el que desplazó a Desocupados (1933) de Antonio Berni, vendido por Ruth Benzacar al farmacéutico Hugo Sigman por 1 millón de dólares en 1995.
El récord de De la Vega en subastas internacionales es de 2007 por El diario de Santos L’ouverture, una obra de 1964 del período neofigurativo que salió en 432 mil dólares en Sotheby’s, mientras que otra pieza del Rompecabezas se vendió en 242.500 dólares en mayo de 2012 en Christie’s. La particularidad de esta es que había pertenecido a la colección particular de Ernesto Deira, uno de los cuatro miembros del grupo Nueva Figuración o Los Beatles de la pintura argentina. Es curioso pero en los 60, cuando fueron parte de la ruptura de la década, quienes recibían mayor atención del mercado eran Luis Felipe Noé y Rómulo Macció, ambos consagrados por el Premio Di Tella en 1963. El tiempo se pondría del lado del pintor-trovador a partir de la adquisición de doce paneles de Rompecabezas por Eduardo Costantini a Marta y Ramón de la Vega, que la convirtió en una pieza icónica de Malba reponiendo también su carácter de mural desmontable que se había perdido desde la exposición original en Carmen Waugh, la única vez en que se vieron las treinta partes de Rompecabezas juntas.
Las dos piezas que se subastan el 30 son un notable ejemplo de la anamorfosis lisérgica que De la Vega explotaba apropiándose de imágenes publicitarias que había visto en Nueva York, pero que resonaban con la bohemia artística de Buenos Aires a fines de los años 60, a contrapelo de la rígida moral del Onganiato. Tras la muestra en Carmen Waugh, donde De la Vega también cantaba dos veces por semana sus canciones de El Gusanito en persona (Olympia, 1968) en un exposición-concert, este par volvió a mostrarse tres veces más: en el Centro Cultural Borges (1995), en la Fundación Arte y Tecnología de Madrid (1996) y en la retrospectiva de Malba entre noviembre de 2003 y febrero de 2004. En esa exposición curada por Marcelo Pacheco, que anticipó esta atención global sobre su obra, el Rompecabezas se desplegó a 24 partes con el agregado de piezas de colecciones como las de Jorge y Marion Helft, Ignacio Liprandi, Teresa Zavalía, la subsecretaría de cultura de Misiones y estas que salen ahora a subasta. En agosto de 1976, a seis meses del golpe de Estado, Bellas Artes le dedicó la muestra Jorge de la Vega 1930/1971 donde se exhibieron seis de los 30 paneles.
¿Qué hizo que De la Vega se convierta en un highlight internacional?, le preguntó LA NACION a Marysol Nieves, especialista senior de Arte Latinoamericano en Christie’s. “De la Vega es un maestro contemporáneo que ha dejado un cuerpo de trabajo pequeño pero poderoso. Obras como la serie Rompecabezas, que sale en la próxima subasta, son raras de ver y muy codiciadas”. Nieves da como ejemplo una obra que pertenece al mismo período estético (firmada 1968) y que se vendió en 312.500 dólares el 6 de agosto de 2020. Lo que hace presuponer que este díptico puede perforar el techo sugerido por la casa de remates. Kristen France, que acercó la obra a la subasta va más allá: “Es una figura importante de la vanguardia argentina pero la trasciende y ya debería ser considerado como un ícono del arte americano (en el sentido más inclusivo de la palabra) de mitad del siglo XX. Aunque tenga resonancias con el pop norteamericano de la época su estética es única. Cuando se arma una subasta bajo la categoría de arte latinoamericano tratamos de abarcar el mayor panorama posible considerando voces muy distintas y la de De la Vega es una muy importante en esta historia”. El hito anterior de De la Vega había sido en 2008 cuando Billiken (1968), vendida en 422.500 dólares, fue utilizada como contratapa del catálogo que hizo Christie’s.
La génesis de Rompecabezas hay que buscarla en la muestra Jorge De la Vega: Blanco & Negro en el Instituto Di Tella en noviembre de 1967. No sólo por la correspondencia iconográfica de esta serie pop producida en Nueva York a partir de 1966 sino porque el catálogo tenía la forma de un desplegable donde ya exhibía un “rompecabezas infinito” con instrucciones para recortar como en las revistas populares. La conexión entre De la Vega y los mass media era directa. Había ilustrado una historieta para la revista Cuadernos de Robinson Crusoe y trabajó como director de arte en Pinap, la primer publicación que apuntó al corazón de la cultura pop en Argentina. Y si bien era de una generación anterior, el pintor-trovador parecía inmerso en la contracultura sixtie: alrededor de Rompecabezas arman constelación obras como Jimi Hendrix gurú (vista por primera vez en Bellas Artes en el 76), Eleanor Rigby (Colección Amalita) y retratos de grupos de hippies o Hell’s Angels. En su imprescindible trabajo sobre el correo del artista, Mercedes Casanegra determinó en un libro editado por Alba en los ‘90 que en septiembre de 1966 De la Vega “cuenta en detalle una de las misas psicodélicas de Tim Leary a la que había asistido en esos días”. Este testimonio y que una de las obras presentadas en el Di Tella se llamase Alucinógeno termina de armar el “rompecabezas” sobre su inmersión en la psicodelia y el vuelco decisivo en su estética que distorsionaba los parámetros de la fotografía publicitaria.
El díptico que Guido Di Tella le compró al artista en 1970 se exhibe en el Rockefeller Plaza desde el sábado 24. Cuando caiga el martillo la obra pasará a una nueva colección y armar el Rompecabezas completo se volverá una quimera tal como completar el álbum de figuritas de Qatar 2022 en Argentina. (A De la Vega le hubiera gustado esto).