John Simenon. Hijo del autor más prolífico del siglo XX, heredó a un detective que no pasa de moda
Mientras se reedita en la Argentina la saga del comisario Maigret y se estrena una nueva película sobre el famoso personaje con Gérard Depardieu, su albacea recorre una obra inagotable y vuelve sobre el estigma de “las diez mil mujeres” de su padre
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MADRID.- Diluvia en la ciudad y de repente el cielo se tiñe de negro. John Simenon espera a la persona con la que mantendrá la primera reunión del día en la puerta del hotel donde se hospeda. En breve partirá al Hay Festival Segovia, que lo cuenta entre sus principales invitados. Precisión, puntualidad y diálogo: este hombre enjuto comparte al menos tres virtudes con su padre, el creador del comisario Maigret. Administrar el legado literario del prolífico Georges Simenon (1903-1989), que escribió casi 200 novelas entre 1931 y 1972, es una tarea que no conoce feriados, vacaciones ni tiempo libre. En este encuentro internacional de ideas, el primero de la temporada europea, dirigido por la argentina Sheila Cremaschi, se estrenará además la última película basada en el héroe noir que creó el autor belga, con Gérard Depardieu como el detective y dirigida por Patrice Leconte.
Editores, directores de cine y TV, guionistas, productores, estudios, periodistas y un largo etcétera. Así se suceden los días de John Simenon. En la Argentina, este año se publicaron reediciones de Maigret duda y El fondo de la botella, y en diciembre será el turno de Tres habitaciones en Manhattan y La muerte de Belle (Anagrama & Acantilado). Estas tres últimas ficciones no pertenecen a la saga de Maigret, ya que Simenon tiene una ingente y variada producción. Sus novelas y cuentos fueron adaptados cincuenta veces a la pantalla y su famoso detective fue interpretado por Jean Gabin, Gino Cerci, Jean Richard, Michael Gambon (bien conocido como Dumbledore, en Harry Potter), Bruno Cremer y el mismísimo Rowan Atkinson (Mr. Bean). Ahora, John Simenon confirma a la nacion que trabaja en una serie que nuevamente tendrá a Maigret como héroe, pero aún no se ha decidido quién lo interpretará.
Un héreoe sin capa ni vicios
Jules Maigret es un héroe sin capa ni vicios. Resuelve delitos complejos durante décadas, conecta muy bien con los niños, los marginales, los pobres, los extranjeros, las mujeres y sobre todo escucha, tiene una gran apertura para prestar toda su atención a lo que los demás le cuentan. “La paciencia es su marca distintiva. No quiere resolver enigmas ni rompecabezas. Lo que hace es resolver a las personas, tratar de entenderlas y eso requiere tiempo y empatía. A él le atraen todas las personas, el género humano en general. No subestima a nadie. Ni siquiera a los criminales. Quizá, en alguna ocasión, un poco a los ricos”, dice John, albacea de esta obra inmensa. El padre del detective administraba la hacienda del palacio de unos condes; allí pasó su infancia el pequeño Jules, quien tiene un gran respeto hacia esa familia. “Bueno, sí. Los respeta mucho, pero también de chico estaba enamorado de la condesa. Le atrae no por su título nobiliario, sino por sus cualidades personales y porque era una buena persona. Ni a Maigret ni a mi padre le impresionaban las medallas, los títulos ni la riqueza”.
Esta semana The New Yorker publicó un extenso reportaje, “The Mysterious Case of Inspector Maigret”, que dedica un párrafo a un estigma que persigue a Simenon. El autor mantuvo una estrecha amistad con Federico Fellini, a quien conoció en 1960 en el Festival de Cannes cuando el italiano presentaba La dolce vita. Durante 20 años mantuvieron una copiosa correspondencia y en 1977 compartieron un diálogo en L’Express con motivo del estreno de Casanova. En aquel exquisito intercambio de ideas entre dos mentes destacadas fue que Simenon dijo que desde sus 13 años había estado con más de diez mil mujeres. En esa hipérbole hay una frase que no se cita en la actual era de la ultracorrección política: la apelación al vacío que -acto seguido de tener estos encuentros- confiesa experimentar el escritor a su amigo. “La gente lo hace más grande de lo que realmente es o fue. Mi padre mantenía un fluido diálogo con Fellini, sobre arte, creatividad, y algunos solo recuerdan esa línea. Creo que hay que ir a la intención original. Es la línea menos importante de miles de líneas entre dos creadores. Mi padre no era un Casanova, no era un Don Juan; era alguien con fuertes impulsos sexuales y cada vez encontramos más libros de hombres y de mujeres que cuentan sus experiencias personales”.
"Mi padre no era un Casanova, no era un Don Juan; era alguien con fuertes impulsos sexuales y cada vez encontramos más libros de hombres y de mujeres que cuentan sus experiencias personales."
La obra de Simenon se lee de modo distinto según pasan los años, se van rompiendo paradigmas y van surgiendo nuevos modelos. Louise Maigret, la devota, pícara y sagaz esposa del detective, ama de casa, juega un rol crucial no solo en la vida de su marido, sino en las investigaciones: “Ella es un personaje crucial. Es su conciencia. Quizá a un lector moderno le cueste entender que esta ama de casa con delantal lo sea, pero así eran las parejas tradicionales de la época. Si hoy mi padre hubiese escrito Maigret seguramente Louise haría trabajo social o sería una persona importante”.
La saga del comisario genera fascinación en distintas generaciones. A menudo, en las páginas de estas novelas y cuentos, cuando un personaje se pelea con otro el peor insulto que recibe es: “Deseo que te corten la cabeza en la guillotina”. Si Maigret se equivoca, si comete un error, no envía a los culpables de un delito a prisión, sino que los sentencia a la pena de muerte. “Mi padre estaba totalmente en contra de la pena de muerte. Protestaba mucho con este tema. Recién es abolida en Francia en 1982, es decir, después de que mi padre escribiera su obra. Él señala estas contradicciones en sus novelas, por ejemplo, en una de ellas, Maigret descubre que la culpable de una banda de ladrones era una mujer, checoslovaca, embarazada. Espera que nazca el bebé, él mismo le busca un buen sitio al niño, y luego se la ejecuta. Sabe cuán grande es su responsabilidad”.
Cuenta el albacea del autor más prolífico del siglo XX –solo Corín Tellado lo supera en producción– que su padre tenía una oficina en casa y una estricta rutina de trabajo. “Generalmente escribía de 6 a 11 de la mañana, a razón de un capítulo diario. Si era una novela de Maigret, lo hacía en su máquina de escribir; caso contrario, primero a mano y esa misma tarde o al día siguiente lo pasaba. Tenía una rutina de ocho horas. Escribía a lápiz, tomaba mucho café y lo más importante es que además de esas horas en su oficina estaba siempre disponible para nosotros. Lo saludaba antes de irme al colegio; luego, almorzábamos juntos y, por la tarde, cuando volvía a casa, él ya había terminado y conversábamos, caminábamos y me ayudaba con la tarea.
Simenon anunció un día de 1972 que dejaría de escribir y lo cumplió. “Lo que el público no advierte o siente es que para él escribir era correr una maratón cada mañana. Le exigía una gran cantidad de energía, concentración y en un momento sintió que no tenía la fuerza suficiente para llevar a todos estos personajes en sus manos”. Sin embargo, aunque dejó de escribir ficción y retiró al comisario Maigret en el campo con su esposa, Simenon no cumplió del todo con su palabra. Otro voluminoso proyecto lo esperaba: su autobiografía. Memorias íntimas (Punto de lectura) es un caudal de experiencias de 1200 páginas que publica poco antes de morir. Nuevos capítulos se suman al universo Simenon creador de héroes, rufianes y también de un universo donde la empatía es la máxima de las virtudes.
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