John Katzenbach: "No me analizo porque temo que asustaría a mi doctor"
"Complicado", pronuncia en castellano John Katzenbach con su acento anglosajón y expone así un trofeo valioso que le permite salir airoso de varias situaciones. Este adjetivo es ideal para vincularse con los lectores de este país austral, conscientes de que la mente es un laberinto fascinante y, claro, complicado. La última vez que visitó la Argentina, el año pasado, comenzó a firmar ejemplares a las seis de la tarde y terminó al día siguiente, casi a las cuatro de la madrugada. En 2002 se publicó El psiconalista y aquella combinación entre novela negra y psicoanálisis generó un cocktail irresistible en los lectores argentinos, donde hay devotos de ambos universos, que, en realidad, no están tan lejos uno del otro. Los analistas son, en cierto modo, detectives: tratan de unir pistas y recabar datos para comprender un hecho y una conducta. Katzenbach regresa con Jaque al psicoanalista (Penguin Random House), la secuela de este esperado bestseller que vendió más de un millón de ejemplares en castellano.
En los cinco años que transcurren desde el final de los hechos que narran El psicoanalista hasta Jaque al psicoanalista, el héroe se ha convertido en un experto en estrés post-traumático. Ricky Starks, de 58 años, se mudó del caótico Nueva York al clima más benévolo de Miami, donde atiende a algunos pacientes y también colabora ad honorem con centros psiquiátricos. "No quería que el personaje fuese exactamente igual que en la primera entrega, pero tampoco que fuera muy distinto. Quería que hubiese aprendido algo", opina el escritor. En esta ocasión, el antagonista de Starks es una sombra, un sádico sin rostro, más perverso que Rumplestiltskin, el villano del caso anterior. El héroe apoda a este psicópata Jack el Destripador del Oso Paddington, una combinación entre la crueldad y la candidez de estos dos personajes.
Katzenbach traza un paralelo entre los analistas y los narradores omniscientes, aunados con la capacidad que poseen para ingresar en el interior de las personas y de los personajes. Hay un punto en común entre Katzenbach y su criatura: "Creo que ambos comprendemos que hay muchas fuerzas que están en juego en cada relación, es una perspectiva amplia de los hechos".
En esta perspectiva amplia, de las emociones, de las personas, de la cultura, Katzenbach le otorga al teatro un papel central, en particular a la pieza La muerte y la doncella, del chileno Ariel Dorfman. "Me gusta dejarle a mis lectores especies de anclas, de otras expresiones que no desarrollo, pero que inspiran, como esta obra tan bella. No podría nunca escribir teatro. Me parece muy complicado", dice este autor que elabora madejas de intriga de más de cuatrocientas páginas.
Desde que se publicó la historia del intuitivo y solitario doctor Frederick Starks, o Ricky Staks, un psicoanalista viudo de Nueva York, Katzenbach debió enfrentarse a la misma pregunta insistente: ¿Cuándo escribirá la segunda parte? "Cuando me senté a escribir esta secuela pensé que no podía ser tan difícil. Tenía a los personajes, los conocía, tenía la trama, pero me di cuenta de que la gente en todo el mundo conoce a tus personajes tanto como vos y lograr que surja una nueva historia y, que a la vez los involucre emocional y psicológicamente, con la misma intensidad, es un desafío. Escribir esta secuela una de las cosas más complicadas que he hecho en la vida", dice Katzenbach y utiliza aquel adjetivo muletilla una vez más.
En este lapso de tiempo no solo el analista, un sobreviviente, ha cambiado, sino que también lo ha hecho la actividad que describe la novela. "Ya no había demasiadas personas que tuvieran el tiempo, la cobertura médica o las ganas de realizar un psicoanálisis freudiano tradicional; el viejo estilo, entre cuatro y cinco días a la semana, una semana tras otra durante años, revisando recuerdos y experiencias para llegar a conocerse, había, en gran parte, desaparecido. Ahora la gente quería conversaciones rápidas cara a cara, buenos consejos y recetas de pastillas", escribe Katzenbach, quien no se analiza, pero que ha conversado con muchos expertos en la materia, entre ellos con un amigo argentino experto en este campo, quienes advierten esta tendencia. "No me analizo. No me vendría mal, pero temo que asustaría a mi doctor".
Miedos y oscuridades
Jaque al psicoanalista recorre un hilo, un leitmotiv que Katzenbach provee en el epígrafe, con una cita de Anna Freud: "Vivimos atrapados entre el pasado agitado y examinado, y un futuro que espera nuestro trabajo". El autor explica –nuevamente invoca aquel adjetivo– que esta es la clave no solo de esta novela sino de la existencia. "Encontrarse con uno mismo dentro de tu propio interior es el desafío más complicado al que se enfrenta una persona. Esta búsqueda es un thriller. No hay existencia sin esta tensión".
Katzenbach es un hombre paciente. La videoconferencia desde el estudio de su casa de Massachusetts se corta y ofrece su número de línea para conversar. Trabaja ya en su próxima novela que integrará a su colección con títulos como La guerra de Hart (que tuvo su adaptación al cine protagonizada por Bruce Willis), Juicio final (también llevada a la pantalla grande con Sean Connery), Al calor del verano, El hombre equivocado, Historia del loco, Juegos de ingenio y La sombra, entre otras. La adaptación de El analista al cine también es una noticia que se baraja desde hace años y el autor confía que el proyecto sigue aún en marcha, pero que no puede dar detalles.
Es la víspera de Halloween y Katzenbach habla del miedo y de la oscuridad. ¿A qué le teme este hombre que imagina crímenes, confunde al lector primero, para luego iluminarlo? "Mm, ¿además de Trump?", comienza. Cree en la capacidad destructora del hombre a través del odio. Starks recorre en Jaque al psicoanalista los Estados Unidos, desde Alabama hasta Manhattan, de Connecticut a Miami. Estamos un poco en problemas. "Quiero ser cuidadoso con lo que digo. Estamos muy divididos en nuestro país. En una democracia no podés esperar que todos estemos en la misma página o en la misma dirección política, pero lo que no debés hacer es demonizar a la gente que no esté de acuerdo con vos".
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