John Katzenbach crea un club de psicópatas inspirado en Jack el Destripador: “Quiero venderle libros a quien sea”
En su nueva novela, el autor del best seller “El psicoanalista” menciona a la Patagonia y servidores de Internet en Buenos Aires; asegura que no es un mito que hayan detenido a más de un asesino serial lector de su obra
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MADRID.- John Katzenbach (Nueva Jersey, 1950) brinda una entrevista a LA NACION por videollamada desde su casa, en Massachusetts, no muy lejos de donde transcurre el vértigo de su última novela, El club de los psicópatas (Penguin Random House). El autor de El psicoanalista, el bestseller que vendió más de un millón de ejemplares en castellano, regresa con un quíntuple desafío. En esta ocasión no se trata de un solo personaje impulsado por el mal y el desequilibrio, sino que en esta última ficción son cinco los asesinos que pertenecen a una sociedad secreta, inspirada en Jack el Destripador. Estos seres no se conocen personalmente y se reúnen en la deep web para compartir sus hazañas. Sin embargo, un intruso logra ingresar en estas conversaciones y los psicópatas, vulnerables, saldrán a cazarlo. Alpha, Bravo, Charlie, Delta e Easy son los villanos de esta novela que no omite menciones a La Patagonia, a servidores de Internet en Buenos Aires y a una amplia red cosmopolita de detectives que buscan el paradero y descubrir la identidad de los asesinos.
Las novelas de Katzenbach fueron varias veces adaptadas para la pantalla grande: La guerra de Hart, con Bruce Willis, Juicio final, con Sean Connery, Al calor del verano, El hombre equivocado, Historia del loco, Juegos de ingenio y La sombra. Ya circulan versiones que indican que Netflix quiere adaptar El psicoanalista y Jaque al psicoanalista. Katzenbach no desmiente el rumor, pero tampoco brinda certezas: “«Del plato a la boca, se cae la sopa», dice el refrán. Siempre existe la posibilidad de que se caiga esta opción”, desliza y también considera que ha advertido que no son las películas, sino las series, con su formato episódico, el que mejor permite que se adapten sus historias.
–Imagino que habrá sido un desafío crear a cinco psicópatas con el mismo poder de destrucción en lugar de uno solo.
–Ese fue el mayor desafío del libro, sin lugar a dudas, porque debía hacer que cada uno de ellos fuese diferente, cada uno con su personalidad en particular. Fue a la vez algo difícil, pero emocionante. Es algo que no se había realizado en la literatura y resultó interesante intentar unirlos.
–¿Hay sociedades donde el crimen o donde cometer crímenes resulta más impune? ¿Hay algunos escenarios donde la vida humana importe menos?
–Es un poco atemorizador, pero si pensamos, acá, en los Estados Unidos, tenemos a los supremacistas blancos que se reúnen online para discutir sobre crímenes. Como ellos existen otros grupos. No fue difícil imaginarme un club como el que aparece en mi libro, lo difícil fue darles vida a estos personajes.
–¿Hay un enlace o una tensión entre el arte y la violencia? Y, le pregunto, ¿siente que con su trabajo crea arte y miedo al mismo tiempo? No quiero decir que sea un psicópata...
–Eso no lo sabés [risas]. La obra más famosa de Picasso es El Guernica y la de Shakespeare, Hamlet. En todas las artes, creo, existe una correlación con la maldad. No me considero un artista. Eso lo debe decidir el mundo, pero sí existe una conexión entre el arte y la violencia. Quiero señalar que no me estoy comparando con Shakespeare ni con Picasso, de ninguna manera.
–Quizá me equivoque, pero es la primera vez que se sumerge en un universo adolescente, ¿no?
–Sí, es la primera vez y dejame planteártelo de esta manera: fue tan difícil meterme en la mente de los adolescentes como fue meterme en la mente de estos psicópatas.
–A menudo se le pregunta a quienes escriben sobre terror si sienten miedo cuando escriben, si su propio texto les genera esta emoción. ¿Le ha ocurrido?
–¿La respuesta corta? No. ¿La respuesta larga? Sí. Quiero decir, a veces, cuando me inquieto advierto que puedo lograr un impacto en los lectores y no duermo tan bien por la noche.
–Quiero consultarle por una versión en torno a su obra que algunos booktubers repiten. ¿Es cierto que un asesino serial que fue detenido tenía un ejemplar de su obra, un libro escrito por usted?
–Es verdad... No solo era uno. Fueron tres los casos. Es algo que lo pone a uno nervioso, pero bueno, yo le quiero vender libros a quien sea.
–Hay otro mito: ¿conoció a Agatha Christie?
–No. Me hubiese encantado. Con el transcurso de los años he conocido a muchos autores famosos. De hecho, soy amigo de Thomas Harris, el autor de El silencio de los inocentes, y puedo decir que es una persona encantadora, todo un caballero. A la gente le gusta pensar que si se reunieran autores muy famosos en un momento dado, Tolstoi, Shakespeare, Stendhal, por ejemplo, hablarían de grandes temas de la literatura. Creo que no sería así. Creo que más bien estaría hablando cómo se llevan con sus agentes, quién firmó un contrato para hacer una película.
–En sus novelas aparecen diversos tipos de psicópatas. ¿Cómo puede explicar la naturaleza de su maldad o de su desequilibrio?
–Si yo pudiera explicarlo, tendría mucho trabajo recorriendo las escuelas de medicina para hablar de ello. Es algo complicado. Existe una serie de factores que se conjugan para dar lugar al tipo de asesinos que yo menciono en El club de los psicópatas. Sin embargo, como autor, lo que yo quiero es crear la historia y la atmósfera hasta cierto punto en el cual el lector me quiera seguir, quiera seguir con la lectura. También es importante no pensar demasiado románticamente en los asesinos o en los psicópatas. Sí me hubiese gustado crear a Hannibal Lecter.
–En la novela aparece Tim O’Brian, en especial Las cosas que llevaban los hombres que lucharon, sobre la guerra de Vietnam. ¿Lo conoce?
–No lo conozco bien. Hemos coincidido en muchas ocasiones. Hace muchos años que no lo veo. Creo que sus libros son muy valiosos.
–¿Cree que aún hay heridas abiertas sobre la guerra de Vietnam en la sociedad estadounidense?
–Creo que sí. Pero ha cambiado un poco a raíz de nuestras aventuras en Medio Oriente y en Afganistán. Lo que no ha cambiado es el impacto que ejerce la guerra en las emociones de las personas. Me parece que ahora entendemos un poco mejor la psicología.
–Tenemos poco tiempo y no quiero dejar de preguntarle por otra información que no he podido corroborar. ¿Su padre fue fiscal federal?
–No, mi padre fue Procurador General, que es básicamente el abogado más importante del país.
–¿En qué años? ¿En qué período?
–Durante la presidencia de John F. Kennedy y el mandato de Lyndon B. Johnson.
–Entonces su padre ejerció durante la Guerra de Vietnam. ¿Cuál es el recuerdo que tiene de su padre?
–Yo era muy joven. Por un lado, él luchaba por la justicia social, el Movimiento por los Derechos Civiles, por la inmigración en el Sur y lo hizo de modo muy tenaz. Pero, por otro, él como todos quienes trabajaban en aquellas administraciones, estaban involucrados en Vietnam. Las relaciones en las familias son siempre complicadas. Aunque a veces tengo emociones encontradas, estoy muy orgulloso de él.
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