Joaquín Morales Solá: "El periodismo debe ser crítico del poder"
Para Joaquín Morales Solá, los hombres y las mujeres que ejercen el periodismo "tienen la misión de trasladar información veraz a la población y el derecho a la opinión propia". Flamante presidente de la Academia Nacional de Periodismo, defiende estas premisas desde que se inició a los 16 años en La Gaceta de Tucumán, junto a su padre.
La ceremonia de su nombramiento, lo mismo que esta entrevista, fue virtual, y la distancia social resultó también una excusa para abordar las maneras en las que la información circula en los tiempos de pandemia, las nuevas atribuciones del Estado, sobre todo en la Argentina, y la necesidad de que la coalición gobernante pueda intentar un nuevo proyecto de país.
Aunque es miembro de la Academia hace años, la decisión de su nombramiento sorprendió al reconocido y prestigioso columnista político de LA NACION. "No lo esperaba. Estoy muy activo en el periodismo, con poco margen de tiempo para la actividad académica. Pero hubo un consenso de mis colegas para convocarme y a esa clase de consensos hay que aceptarlos. Sin duda es un honor muy grande presidir la Academia Nacional de Periodismo. La función de la institución es una reflexión permanente sobre el periodismo. "Ese es uno de los objetivos que quiero cumplir: abrir un debate intenso entre los miembros", explica. La nueva mesa directiva está integrada por Jorge Fontevecchia como vicepresidente primero; Nelson Castro, como vicepresidente segundo, y Silvia Naishtat, como secretaria. Además, se suman ocho miembros: María O’Donnell, Hinde Pomeraniec, Hugo Alconada Mon, Marcelo Longobardi, Gustavo González, Ernesto Tenembaum y Héctor M. Guyot.
-¿Qué principios del ejercicio periodístico sería necesario volver a pensar hoy?
-Primero es necesario tener en cuenta las premisas fundamentales del periodismo: tiene que ser crítico del poder, porque, si no, pierde razón de ser. Considerar el derecho a la opinión propia, saber que no existe un derecho a los hechos propios, los hechos son sagrados. Y luego existe una serie de temas de actualidad sobre los que me interesa reflexionar: el progreso tecnológico, que es maravilloso, pero que implica un cambio importante en las maneras de hacer periodismo. El periodismo no se hace de la misma forma que hace una década, la forma de la sociedad de acceder a la información no es la de entonces. Esto ha provocado muchos cambios; por un lado, la información llega vertiginosamente y, por el otro, hay problemas económicos para financiar el periodismo de calidad.
-¿La pandemia trajo alguna dificultad particular?
-La sociedad requiere todo el tiempo información de calidad. Hay mucha información falsa sobre la pandemia. Los medios serios, como LA NACION o Clarín, han dado la información más veraz. Yo creo que la pandemia contribuye a acelerar procesos que ya venían en marcha, como el de la migración de la versión gráfica del diario a la versión online. Esto merece una reflexión de la Academia. Es una cuestión profunda de nuestra profesión, de nuestra supervivencia.
-¿Cómo es el proceso de su tarea como articulista, un trabajo que tiene hechos, información concreta y una parte de análisis y opinión?
-Hago análisis desde que tengo 21 años, y para analizar necesito tener información veraz y propia. Es muy importante la relación profesional que puedo tener con las personas que producen los hechos. Necesito que cada dato que yo consigne sea exacto y cierto. Felizmente, no he sido desmentido casi nunca. Cada trabajo me lleva mucho tiempo, sobre todo en el chequeo de la información que voy a dar. El análisis y la opinión son un derecho propio. Si los hechos son ciertos, la opinión va por mi cuenta. Con las fuentes siempre queda claro que estoy chequeando la información, que no compromete mi opinión final.
La primera condición del periodista es la honestidad, tanto intelectual como personal; además, la moral y la ética, que deben estar en el ejercicio del periodismo.
La primera condición del periodista es la honestidad, tanto intelectual como personal, además la moral y la ética que debe estar en el ejercicio del periodismo
-Desde La Gaceta de Tucumán, donde trabajaba con su padre, hasta ahora, ¿cuál es la condición ineludible para ejercer el oficio?
-La primera condición del periodista es la honestidad, tanto intelectual como personal; además, la moral y la ética, que deben estar en el ejercicio del periodismo. La libertad de prensa no es solo un derecho del periodismo, es un derecho de la sociedad, que necesita estar informada a través del periodismo. Sobre todo, en ámbitos del poder político y económico, a los que la sociedad no tiene acceso directo.
-Primero información y después opinión...
-Yo aprendí de mi padre que el periodista tiene que trabajar fundamentalmente en la información, chequearla, y luego vienen el análisis y la opinión.
-¿Cuánto se interponen la desinformación y manipulación de la verdad?
-Ahí lo que tiene que hacer el periodismo es desarmar el relato. Una cosa es el relato como síntesis de la misión que quiere tener el gobierno de turno y otra cosa muy distinta son los relatos falsos. En ese caso, hay que ponerlos a la luz, desarticularlos. Esa misión es muy nueva en el periodismo. Antes, si bien circulaban pasquines, no era el poder el que se encargaba personalmente de distribuir la información falsa. En Estados Unidos, Donald Trump, el presidente de la principal potencia del mundo, se encarga personalmente de distribuir noticias falsas, hechos falsos. Ahí es donde el periodismo tiene la función fundamental de desenmascarar esos hechos falsos explicando por qué lo son.
-¿Y por casa cómo andamos?
-Por casa andamos en una situación complicada, difícil, con un presidente al que todavía no se puede juzgar porque lleva apenas seis meses. Dos meses después de asumir apareció la pandemia, la cuarentena, una economía paralizada, y dos poderes del estado, el Legislativo que camina a medias, y el Poder Judicial, que prácticamente está parado. Es una discusión que también se da en el mundo: si los gobiernos aprovechan o no la cuarentena obligatoria para avanzar sobre territorios que no son propios del poder y la política. Estamos en una situación en la que hay un sector de la Argentina que está atrapada por dos minorías intensas, kirchnerismo y antikirchnerismo, según la definición de Andrés Malamud, y creo que nuestra misión es mirar desde arriba ese abismo que se abre entre esas dos minorías y no hundirnos en él.
-¿Cuál es el proyecto de poder de esta coalición en la que conviven Alberto Fernández y Cristina Kirchner?
-Yo veo que hay dos visiones muy distintas del país y de lo que se debe hacer en el gobierno. Si vemos y escuchamos las actitudes de Cristina Kirchner y hacemos lo mismo con el presidente de la Nación. También pasaba en el gobierno de Mauricio Macri, que era una coalición gobernante donde había tres partidos y las diferencias eran más asimilables. En este caso, es una coalición donde todos son peronistas, entran desde Cristina Kirchner hasta Sergio Massa, el hombre que la derrotó e impidió su reelección en 2013. En algún momento, va a ser muy difícil compatibilizar esas visiones tan distintas. Por un lado, Cristina Kirchner está preocupada por sus problemas personales, judiciales; por su necesidad de venganza. Ella cree que ha sido perseguida durante el macrismo. Es la primera en creer su relato ante la sociedad sobre la persecución. Eso la lleva a buscar la revancha sobre lo que ha sido el gobierno de Macri, los jueces, los fiscales que la estuvieron investigando.
Estamos en una situación donde hay un sector de la Argentina que está atrapada por dos minorías intensas, kirchnerismo y antikirchnerismo, según la definición de Andrés Malamud, y creo que nuestra mi
-¿Tenemos una oportunidad de salir de esa lógica?
-Tenemos la oportunidad de que esta coalición peronista saque al país de la profunda crisis económica. No nos olvidemos de que esto no es Suiza o Suecia, no somos ni suizos ni suecos; somos argentinos que estamos viviendo desde hace 10 años con una economía paralizada o en recesión y que, además, teníamos un tercio de la población en la pobreza. Esto se va a profundizar gravemente con la pandemia. La política tiene la oportunidad de dar un salto hacia adelante y mirar otro proyecto de país, darse cuenta de que el proyecto de país sobre el que venía trabajando la política argentina ha demostrado que no sirve. Se necesita otro proyecto de país y sobre eso debería haber algunos consensos básicos. No puede ser que la Argentina esté discutiendo hoy si va a caer o no en el décimo default de su historia. Es inadmisible.
-El Gobierno busca quedarse con la empresa Vicentin. ¿Cómo podemos interpretar este hecho?
-En primer lugar, yo no estoy de acuerdo con que el presidente de la Nación intervenga una empresa que estaba en concurso de acreedores ante el juzgado comercial. Está tomando decisiones propias de un juez y el Presidente no es juez. En segundo lugar, había alternativas privadas para resolver este caso; el Gobierno debía contribuir para que esas alternativas privadas fueran las mejores para resolverlo. Se trata de una empresa que factura 3000 millones de dólares anuales; es una de las siete grandes exportadoras de granos del país. Es cierto que hubo un mal manejo por parte de la empresa, no me cabe duda; ninguna empresa bien manejada con ese nivel de facturación llega a esta situación. Está endeudada, pero no es el Estado argentino el que debe hacerse cargo de eso. En el medio hay una deuda por 1300 millones de dólares y el Gobierno, al intervenirla, la asume como propia. El hecho de asumir esa deuda y la intención de expropiación dejan al Gobierno con un relato fisurado frente a los acreedores, a los que les está diciendo que este es un país pobre que no puede pagar durante tres años ni siquiera un dólar. Es una contradicción y un problema institucional grave al meterse con una intervención por decreto en territorios propios de otro poder del Estado, el Poder Judicial.
-Se habló de "soberanía alimentaria". ¿Sería posible que ese concepto se trasladara a otros ámbitos, como el de la información, el del periodismo, y se avanzara sobre esa libertad?
-Si así fuera, sería un desastre para la institución y se terminaría la libertad de prensa. Todo quedaría sometido a la verificación por parte del Estado de qué es bueno o no para que la opinión pública esté informada. Creo que con las leyes que existen en la Argentina y con la libertad que le garantiza la Constitución, la prensa argentina está bien protegida. Si hay calumnias o injurias, está el fuero civil para evitarlas. No me parece que el Poder Ejecutivo deba avanzar ni un centímetro sobre las libertades en general y menos sobre la principal de las libertades, la libertad de prensa. Y digo que es la principal de las libertades porque, si no hay libertad de prensa, se derrumban todas las otras libertades.
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