Jo van Gogh-Bonger: la mujer que hizo famoso a Vincent
Una exposición, que inaugura el viernes 10 en Ámsterdam, resalta el papel de la cuñada del artista, esposa de Theo; joven, viuda y con un pequeño hijo, se dedicó a difundir la obra del pintor hasta consagrarlo
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LA HAYA.- En la primera entrada de su diario, fechada el 26 de marzo de 1880, Johanna Gezina (Jo) Bonger, una chica holandesa de 17 años, confesaba su deseo de hacer algo noble y grande en la vida. Hija de una familia acomodada de Ámsterdam, cuatro décadas después había cumplido ya aquel propósito, pues fue quien lanzó a la fama la obra de su cuñado: el pintor Vincent van Gogh. Esposa de Theo, hermano del pintor, ella tradujo además al inglés las cartas que ambos se enviaron y supervisó otras traducciones de una correspondencia esencial para entender la figura del artista. Tanto ella como su marido estaban convencidos de que el pintor era un genio adelantado a su tiempo, pero su suicidio, en julio de 1890, y la muerte de Theo, apenas seis meses después, cambió la vida de Jo. Viuda y con un hijo pequeño, también llamado Vincent, aprendió a moverse en un entorno artístico dominado por varones.
A partir del viernes 10, su labor será resaltada en la muestra Choosing Vincent (Escogiendo a Vincent), que el Museo Van Gogh de Ámsterdam dedicará a la familia en el 50 aniversario de su apertura.
Jo Bonger era hija de un agente holandés de seguros, Hendrik Bonger, y de su esposa, Hermine Weissman, padres de diez hijos. Tres de sus hermanas y un hermano permanecieron solteros y en la casa paterna. En cambio, ella y su hermano mayor, Andries, coleccionista de arte, estudiaron y viajaron. Él se estableció en París. Jo obtuvo un título de lengua inglesa y estudió la obra del poeta Shelley en la biblioteca del Museo Británico, en Londres. Luego, trabajó en escuelas holandesas, en las localidades de Elburg y Utrecht. Tenía 22 años cuando conoció a Theo van Gogh, un marchante amigo de Andries, que empezaba a hacerse un nombre en la casa Goupil de París. Para Theo, fue un amor a primera vista. Sin embargo, Jo escribió en su diario que le había rechazado porque casi no se conocían. Enamorado, Theo esperó dejando clara desde el principio su estrecha relación con Vincent. “Mencionó a su hermano pintor en la primera misiva que le mandó ya como prometida”, dice por teléfono Hans Luijten, investigador sénior del Museo Van Gogh y autor de la biografía de Bonger, titulada, en neerlandés, Alles voor Vincent (Todo por Vincent, Prometheus).
Una vez casados, en 1889, e instalados en París, allí remitía Vincent los cuadros que pintaba en el sur de Francia. “De modo que ella sabía de lo que el pintor era capaz desde el punto de vista creativo”, sigue Luijten. En una carta, Jo describe su felicidad marital con dulzura y sencillez. Dice: “Theo es tan atento y bueno conmigo, y nos llevamos bien desde el principio; nada forzado, nada raro. Él es tan sencillo y natural que hace las cosas fáciles: no creí que todo fuese tan bueno”.
Según el biógrafo, la joven esposa admiraba a Vincent, al que vio en persona en dos ocasiones, y recuerda otra misiva donde le decía que esperaba que fuese un hermano para ella. En París, Jo y Theo mantenían una relación fluida con el entorno artístico. Recibían numerosas visitas y tenían los cuadros de Van Gogh colgados en casa. Entre ellos, el famoso lienzo del almendro en flor sobre fondo azul, que fue un regalo por el nacimiento del pequeño Vincent en 1890. “Por otro lado, Theo invirtió el 15% de sus ingresos en sostener a su hermano y Jo tuvo que aprender a convivir con el profundo lazo fraterno”, añade.
La felicidad fue corta porque Vincent se suicidó en julio de 1890, a los 37 años, en la localidad francesa de Auvers-sur-Oise. Murió en brazos de Theo, que corrió a su lado y falleció seis meses después. “Tenía 33 años y le habían diagnosticado en Países Bajos una demencia paralítica, una enfermedad del sistema nervioso. En esa época se sabía que este síndrome podía dañar el cerebro como resultado de una sífilis. El mercurio y el potasio que le administraban eran para la fase cerebral de la sífilis, pero no solo para eso”, apunta el experto.
Jo tenía 28 años, un bebé de menos de uno y centenares de cuadros y dibujos de Vincent, casi sin valor aún en el mercado del arte. Su esfuerzo posterior no olvidó el papel desempeñado por Theo en la vida de su hermano, y de ahí la fortaleza en la misión que se había impuesto. La edición en inglés de su biografía es de 2022 y se titula: Jo van Gogh Bonger: The Woman Who Made Vincent Famous (Jo van Gogh Bonger: La mujer que hizo famoso a Vincent, Bloomsbury).
Jo regresó a Países Bajos con el pequeño y abrió una casa de huéspedes en la localidad de Bussum, a unos 27 kilómetros de Ámsterdam. Allí había una comunidad de escritores y artistas que le ayudaron a moverse en su mundo. “Vincent van Gogh era apreciado entre sus colegas jóvenes, pero su pincelada dura, áspera incluso, era muy difícil de aceptar para el cliente ordinario. No era solo por su estilo”, sigue el biógrafo. Goupil tenía una sucursal en la ciudad holandesa de La Haya y mandaron, en comisión, cuadros de Monet, Manet, Degas o el propio Van Gogh. “Medio año después fueron devueltos a París. No había interés en ese momento. También era escaso el que se prestaba a otros, como Gauguin y Pissarro. Imagínese, entonces, a una viuda con un niño y centenares de obras invendibles hasta entonces. A muchos hombres del sector del arte les pareció raro, pero ella se hizo una mujer de negocios fuerte y decidida”.
En su obra, Luijten califica de “una gran ventaja” que la cuñada de Van Gogh escribiese en francés, inglés y alemán a los marchantes. Leyó sobre arte, se preparó a fondo y fue muy inteligente. “Organizó ventas y exposiciones para darle visibilidad a los cuadros, donde mezclaba grandes obras con otras menos importantes. También decidía cuáles podían venderse. Tenía ayuda, pero todo pasaba por ella y pedía los recortes de prensa con las críticas y los catálogos de las exposiciones para seguir la reputación del artista”. En 1905 organizó una gran muestra en el museo Stedelijk de Ámsterdam [el museo municipal]. Llevó cerca de 500 obras y algunos precios se dispararon. “Varios críticos hablaron de la obra de un lunático, y otros negaron que Van Gogh fuese un artista a tener en cuenta”, indica.
Ese mismo año, Jo fue cofundadora del Club de Mujeres para la Propaganda Social Demócrata, empeñado en la mejora de la educación y condiciones de vida de la clase trabajadora. Compaginó su compromiso feminista y la reivindicación del voto para la mujer con la venta de algunas obras de Vincent para pagar la internación de Willemien, una de las hermanas de Van Gogh, en un centro para dolencias mentales. Jo se volvió a casar, en 1901, con el crítico y artista Johan Cohen Gosschalk, que le ayudó a promocionar la obra del pintor. En 1912 enviudó de nuevo y en 1914 trasladó los restos mortales de Theo desde Utrecht a Auvers-sur-Oise para que lo enterraran junto a su querido hermano.
Convencida de la importancia de la correspondencia entre ambos, en 1914 publicó las cartas. Entre 1915 y 1919 vivió en Estados Unidos y tradujo ella misma al inglés dos tercios de las misivas. A su muerte, en 1925, y después de una vida dedicada a dar a conocer a Vincent, había vendido cerca de 200 de sus obras.
Vincent, el hijo que tuvo con Theo, prefirió hacer primero su propia carrera como ingeniero. En 1962, firmó un acuerdo con el Estado holandés para transferir la propiedad de la colección restante de obras a la Fundación Vincent van Gogh. El Estado se ocupó de crear el museo, abierto en 1973, con unos 200 cuadros, 500 dibujos y cerca de 800 cartas, la mayor compilación del mundo de su clase. En 2021, el museo recibió 366.000 visitantes después de 24 semanas de cierre —el año anterior— debido a la pandemia. “Creo que Jo habría aplaudido. Nunca lamentó su empeño en impulsar la obra de Vincent”, asegura su biógrafo.
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