Jerôme Ferrari: "La literatura no puede servir como máscara de la filosofía"
El escritor francés, que vivió en Argelia y actualmente reside en Abu Dhabi, se alzó a fines del año último con el más preciado galardón de las letras galas gracias a El sermón sobre la caída de Roma, una novela que transcurre en la isla de Córcega. En esta entrevista, habla de sus libros y de su interés por la especulación filosófica
Desde 1903, todos los fines de año se otorga en Francia el premio Goncourt de novela, entre cuyos ganadores se han contado Marcel Proust, Henri Barbusse, André Malraux, Julien Gracq o Roman Gary y, más recientemente, Jean Echenoz, Michel Houellebecq o Pascal Quignard. El más reciente ganador fue el joven escritor Jérôme Ferrari (París, 1968) por su sexta novela, Le sermon de la chute de Rome ("El sermón sobre la caída de Roma"), que Mondadori editará en castellano -según se anuncia- en octubre próximo.
"Pienso que nunca escribiré una novela de 500 páginas, pese a lo mucho que me entusiasman las grandes novelas rusas. Mis novelas siempre son más cortas de lo que imaginé al principio. Cada vez soy más conciso", declaraba Ferrari a la prensa de su país semanas antes de recibir el premio, cuando su nombre ya sonaba entre los favoritos junto con el de Linda Lê ( Lame de fond ) y el de Patrick Deville, autor de Peste & Choléra , libro al que se impuso finalmente por un voto.
Educado en París, Ferrari pasó estos últimos años entre la isla de Córcega y dos países árabes (primero en Argelia, ahora en los Emiratos Árabes Unidos), donde se ha ganado la vida dando clases de filosofía. Si las novelas anteriores (entre ellas, la impactante Où j'ai laissé mon âme ) estaban mayormente ambientadas en Argelia, El sermón podría definirse como una suerte de tragedia clásica ambientada en Córcega.
A diferencia de lo que ocurre con la obra de muchos ganadores anteriores del Goncourt, la novela de Ferrari ya había conocido bastante éxito antes del premio (llevaba vendidos más de 60 mil ejemplares cuando se hizo el anuncio) y fue publicada por una editorial (Actes Sud) que algunos no incluyen entre las "grandes". La prensa francesa llegó a afirmar que esto podía ser el síntoma de alguna clase de cambio en la política del Goncourt, entre cuyos jurados se encuentran Bernard Pivot, Tahar Ben Jelloun, Paule Constant y Philippe Claudel.
"La verdad es que desconfío de la prensa y de los tics lingüísticos que ella siembra como una epidemia", señala Ferrari, en charla con adncultura . "Hace años, por ejemplo, que Actes Sud ya no es exactamente una editorial pequeña. Lo que ocurrió este año se debe, a mi juicio, a una suma de factores más o menos aleatorios (que me han beneficiado), más que al síntoma de alguna cosa en concreto."
El sermón sobre la caída de Roma narra una historia que atraviesa todo el siglo XX, ya que empieza con la Primera Guerra Mundial (innegable epílogo de una época) y habla del fin de una etapa actual del mundo occidental. La novela alude a la impermanencia de las cosas y trabaja en eco con un sermón escrito por san Agustín en el año 410 después de Cristo, un sermón en el que puede leerse : "El mundo es como un hombre: nace, crece, muere".
-En su primera novela ( Aleph zéro , 2002), usted presentaba al último locutor de una lengua en extinción. Podría decirse que, desde sus primeros pasos literarios, hay en su obra cierto interés por la noción del "final".
-Cierto interés, sí, ¡no hay dudas! Uno no toma inmediatamente conciencia de sus propias obsesiones, mucho menos de sus propias raíces. Pero lo que más me interesa, me parece, es la noción de mundo. Y esta noción es la que me conduce al problema del "fin". Por razones familiares, sin duda, siempre he estado fascinado por la pluralidad de mundos y, más aún, por los hombres que atraviesan diversos mundos.
-Matthieu y Libero, personajes centrales de El sermón sobre la caída de Roma , son dos estudiantes de filosofía que abandonan sus estudios. Mientras leía la novela pensaba en que usted ha sido profesor de filosofía en Ajaccio y hasta imaginaba su debate (interno o incluso con sus alumnos) acerca de la utilidad de la filosofía en el mundo de hoy, en medio de su "caída". ¿Cuál fue la génesis de la novela?
-Por supuesto, me hago preguntas sobre la utilidad de la filosofía en el mundo de hoy, y las respuestas que tengo para aportar se parecen bastante a las de Libero en la novela. Pienso que la filosofía sólo es juzgada "interesante" cuando deja de ser ella misma para participar en el debate de actualidad o, peor aún, en el " coaching ". Pero no siento, en lo personal, el mismo disgusto que Libero. La filosofía no tiene por qué resultar "interesante". De hecho, nunca interesó más que a un número reducido de personas. Y eso no me parece un drama.
-Algunos críticos leyeron El sermón como un supuesto debate entre la visión del mundo de san Agustín y la visión del mundo de Leibniz. ¿Está usted de acuerdo con eso? ¿Su novela puede leerse como una alegoría que ilustra un debate filosófico? ¿La escritura es, para usted, una manera de practicar la filosofía ?
-No, no hay ningún debate entre Leibniz y san Agustín. No me puedo imaginar ni siquiera cuáles podrían ser los términos de ese debate y, en todo caso, una novela no es el sitio para albergarlos. No me parece que las alegorías tengan muchas virtudes estéticas. Cuando alguien quiere comunicar un mensaje, basta y sobra con enunciarlo claramente. De nada sirve molestarse en disimularlos bajo la piel de los personajes de una novela. La literatura no puede servir como máscara de la filosofía. Tiene más valor que eso, y la filosofía también. Desde luego, sus preocupaciones pueden ser muy parecidas o las mismas. Pero todo es una cuestión de tratamiento. Y se puede tratar un material conceptual, por más abstracto que sea, de una manera totalmente literaria, como Borges no ha cesado de mostrarnos.
-En la novela, hay un bar como escenario central. No es la primera vez que un bar tiene un gran protagonismo en uno de sus libros?
-En el caso de El sermón... el asunto es bastante obvio: el bar cumple el papel de un microcosmos. Diría que es el más genuino arquetipo de microcosmos que se puede encontrar en Córcega donde, debido al turismo, en los bares acaban reunidas personas que no podrían haberse cruzado en otro sitio. En cuanto a mis otras novelas? ¡lamento no disponer de una explicación tan convincente! Digamos que me gustan mucho los bares.
-Nacido en París, usted se instaló en Córcega después de haber obtenido una licenciatura en Filosofía y después de una larga etapa de idas y vueltas entre París y la isla. He leído que, al principio, usted se sintió atraído por el nacionalismo corso y que trabajó en un periódico independentista. ¿Es verdad? ¿Qué visión tiene hoy de aquella etapa ?
-Sí, es cierto. La obsesión de mi regreso a Córcega estuvo íntimamente ligada al nacionalismo. Y lo mismo les ocurrió a muchos otros jóvenes de mi edad que intentaban reapropiarse de una cultura amenazada. En el plano cultural, mis ideas no han cambiado desde aquellos tiempos. Pero ya no adhiero más a ello en el plano político y estoy definitivamente vacunado contra toda forma de militancia.
-En un texto que escribió para el diario Libération, usted critica la visión "tópica" que Francia (¿el mundo?) tiene de Córcega. Una "tierra de bronceado", como buena parte del sur de Europa, pero también una "tierra de delitos". Los últimos episodios de violencia parecen confirmar, sin embargo, estos prejuicios.
-Córcega es, en efecto, una tierra de bronceado. Cosa que deploro, aunque no sea una "visión". Y también se trata de una tierra de violencia. Pero la isla no se limita a eso, por supuesto. La tontería que hay detrás de muchos prejuicios, incluso cuando apuntan a algo cierto, consiste en su generalización sistemática. Una generalización que ignora toda la complejidad del mundo.
-Conocemos poco de la literatura corsa contemporánea : Jean-Baptiste Predali o Marco Biancarelli (a quien usted ha traducido del corso al francés), por ejemplo. ¿Puede hablarse de puntos en común? ¿De cuáles?
-No tengo mucha conciencia de mis puntos en común con Marco, quien no solamente es un autor al que admiro, sino también un querido amigo. Empezamos a escribir al mismo tiempo. Compartíamos la misma exasperación contra los estereotipos y los prejuicios de los que hablaba recién, incluso contra aquellos que los corsos tienen acerca de sí mismos. Sé que los dos teníamos, en todo caso, la misma voluntad de hablar de la realidad, por muy indigesta que fuera. Eso es lo mínimo que debe hacerse cuando uno quiere volcarse a la literatura. Y ésa es también, me parece, la ambición de Jean-Baptiste Predali. Yo me he apropiado de una de sus frases: "Hacer que Córcega acceda a la dignidad literaria".
-Tras su primera novela, publicada en 2002 en Ajaccio (antes hubo un libro de cuentos : Variétés de la mort , 2001 ), usted volvió a publicar recién en 2007, ya en Actes Sud, que desde entonces es su editorial. El paréntesis, si no me equivoco, coincide con su estadía en Argelia. He sentido, al leer las novelas anteriores a El sermón , que esa experiencia en Argelia fue muy fuerte para usted.
-En realidad, Dans le secret (2007) y Balco Atlantico (2008) fueron escritas en Argelia, aun cuando su publicación se corresponde con mi regreso a Francia. No sé muy bien qué le debo a Argelia... No me pasó nada espectacular allí. Pero, a la vez, todo cambió en ese lugar: mi visión del mundo, mi escritura. Hoy es un país que, como Córcega, forma parte de mí.
-Usted vive en la actualidad en Abu-Dhabi. ¿Cómo ha sido, hasta ahora, esa experiencia ? ¿Se trata de otro "mundo árabe", poco comparable con Argelia?
-Es otro mundo, en efecto. Hace muy poco que estoy en los Emiratos Árabes como para emitir un juicio, aparte de que no me gusta mucho emitir juicios? Pero el cosmopolitismo resulta evidente y alcanza unas proporciones que, a mi entender, dudo de que existan fuera de la zona del Golfo. La sociedad ha conocido enormes cambios en un plazo de tiempo muy corto. Eso sólo me resulta sumamente interesante.
Où j'ai laissé mon âme (la novela anterior a El sermón ) aborda no sólo un tema que podría resonar de modo especial en la Argentina (haciendo pensar en la tortura en tiempos de la dictadura de Videla), sino ante todo un tema que parece incomodar en Francia: el de la guerra de Argelia y ciertas prácticas inhumanas del ejército francés. ¿Está de acuerdo con que el tema del libro ha sido tabú o poco menos que tabú en Francia, pero que cada vez lo es menos?
-Esto mismo es lo que pensaba yo. Pero, tiempo después, conversando con Benjamin Stora (N. del A.: historiador, profesor universitario, especialista en la historia del Magreb contemporáneo), supe que nunca, desde los años sesenta, se habían dejado de publicar textos que abordaran el tema. Una increíble cantidad de libros de los que nadie se acuerda, salvo escasas excepciones. En este contexto, el término tabú parece muy inapropiado. Lo que tal vez cambió, sí, primero con Hombres , de Laurent Mauvignier, que es un gran libro, y después, quizá, con Où j'ai laissé mon âme , es que estas dos novelas fueron bastante visibles y, sin embargo, no provocaron las reacciones epidérmicas que podían llegar a temerse, ni en Francia, ni en Argelia. Esto me puso muy contento porque temía que la dimensión literaria de mi novela quedase totalmente enterrada bajo una eventual polémica.
-En El sermón reaparecen algunos personajes de Balco Atlantico o de Où j'ai laissé mon âme . ¿Se trata de un "ciclo novelesco" preconcebido o de una lógica que, más bien, se va tejiendo sobre la marcha? ¿Este ciclo continuará en su próximo libro?
-En realidad, interrumpí mis tareas de preparación de El sermón para escribir Où j'ai laissé mon âme . Decidí, entonces, incluir deliberadamente a unos personajes secundarios (toda la familia del capitán Degorce, empezando por Marcel) a sabiendas de que reaparecerían en mi novela siguiente. En cuanto a Balco Atlantico , no fue algo muy meditado. Necesitaba un bar y advertí que ya tenía uno. Así que resolví utilizarlo, lo mismo que a varios personajes que ya se encontraban en él. Me gusta pensar que, si cada novela es un pequeño mundo, un grupo de novelas puede conformar un mundo en un nivel superior. Sin embargo, creo que acá se ha terminado la cosa. Espero estar en el final de un ciclo. O sea, en el comienzo de otro.