Jardín verbal: cien poemas sobre flores de escritores argentinos
Una antología que surgió de una convocatoria en redes sociales reúne voces de autores consagrados como Diana Bellessi, Carlos Battilana y Estela Figueroa, además de jóvenes inéditos de todo el país
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Flora, la diosa de las flores, los jardines y la primavera, se sentiría honrada. Después de la publicación, a inicios de este año, de una antología federal de cien poemas sobre los ríos, el editor, profesor y escritor entrerriano Ferny Kosiak invitó a poetas de todo el país a participar de un nuevo proyecto: un libro con cien poemas y prosas poéticas sobre flores. La convocatoria, bautizada “Tu flor más bella”, se lanzó por redes sociales a mediados de año y establecía en las bases que los poemas no debían superar los veinte versos: se recibieron, en total, 223 (para Flotar, se habían enviado 161). Jardín. 100 poemas sobre flores, 100 poetas argentinxs, publicado por el sello litoraleño Camalote, abre con la escritora de la naturaleza por antonomasia, la santafesina Diana Bellessi. “He construido un jardín como quien hace / los gestos correctos en el lugar errado”. Entre otros nombres de todas las generaciones y épocas, hay versos de Alfonsina Storni y Emma Barrandéguy, Estela Figueroa y Carlos Battilana, Santiago Venturini, Alejandro Méndez, Belén Zavallo, Natalia Romero, Valeria Pariso, Nadia Sol Caramella, Washington Atencio, Andi Nachon, Laura Wittner, Ernestina Elorriaga, Gustavo Tisocco, Cristian Wachi Molina, Susy Shock y Aníbal Costilla.
“La idea surgió de un interés personal, me gustan mucho los poemas sobre flores y plantas, el contacto con lo verde y natural pero sobre todo con las flores, con sus colores, aromas y todo un universo de recuerdos generalmente vinculado con las mujeres del pasado de cada uno -dice Kosiak a LA NACION-. Jardín vuelve a cumplir con el federalismo, hay poetas de todo el país, inmigrantes que escriben en nuestra lengua como Natalia Litvinova o argentinas que viven en otros países como Débora Benacot o Mariana Spada”. A Flotar le fue y le sigue yendo bien, cuenta el editor, “pero también es parte de la vorágine poética: durante semanas todo el mundo lo quiere y a los meses ya nadie se acuerda; es una gran antología, necesaria no tan solo desde lo poético sino también desde la lucha constante por nuestros ríos y sobre todo por los humedales”.
El editor cree que las flores son lo más bello que existe en la naturaleza. “Muerte rápida es su belleza, desarrollo veloz que encarna un acto de seducción, colores y formas atraen insectos para que donde hubo flor crezca un fruto -se lee en el prólogo-. Pétalos, corola, pistilos, todo como invitación, como presencia de la hermosura que se recorta del verde, de un tallo suave o cargado de espinas protectoras. Cada flor tiene un nombre científico que la separa de las demás a través de mínimas o amplias diferencias, pero también tienen su nombre común, popular, con el que la nombramos en lo cotidiano mientras las vemos crecer en el jardín o las reconocemos en distintas geografías”. En Jardín, se pueden leer poemas protagonizados por amapolas, malvas, diamelas, pensamientos, estrellas federales, verbenas, coronitas de novia, rosas y rosas chinas, violetas de los alpes, jazmines, margaritas, manzanillas y geranios.
Kosiak señala que el jardín es la “forma viva de las flores” pero también el lugar donde -a veces- duran menos tiempo. “Sea como sea, estar en contacto con flores es estar en contacto con lo delicado, con lo frágil, grácil y suave. La sola idea de una flor conlleva liviandad, precaución con la belleza. Las asociamos con el recuerdo o con la muerte cuando las depositamos sobre tumbas o cuando forman coronas en los sepelios. Las vinculamos con la felicidad cuando alguien regala un ramo o una maceta florecida en una ocasión especial o simplemente porque sí; son vida cuando entran a la esfera de lo doméstico, sobre la mesa donde come una familia, en balcones o jardines”. La artista estadounidense Georgia O’Keeffe suscribiría cada una de estas palabras.
La nueva antología posee pluralidad de género y de estéticas. Incluye voces nuevas y consagradas, poemas de autores inéditos y textos ya publicados. Cada página tiene, además de una hermosa ilustración, un recuadro con el nombre del autor, el lugar y año de nacimiento y el lugar de residencia actual. Reserva, además, dos momentos lúdicos: uno es la inclusión del poema de Bellessi (que se detiene en el jardín como metáfora y excede los veinte versos) y el segundo, un poema que no fue mandado por nadie y pertenece a la querida Alfonsina Storni. “Está más allá de los cien poemas y antes del cierre del libro, como un último adiós, un guiño a las flores, al jardín, a todas estas páginas”, advierte el autor de Un bosque de flores y Oh! Se puede adquirir un ejemplar de la antología floral en la librería virtual de Selva Almada y socias, Salvaje Federal, y en la Librería Jacarandá, en Instagram.
En Jardín aparecen poemas que evocan escenas del cuidado de las flores junto con madres o abuelas y percepciones de infancia que se actualizan. Otros florecen en el presente, como en “El sol del otoño es mi preferido”, de la tandilense Marina Petersen: “el futuro intenso / una flor abierta”.
Un ramillete de cinco poemas
Planta
A través de decenios, de patios,
trasplantes, mudanzas, basuras,
desdenes, colillas y helechos
vuelve a florecer el lirio atigrado
de noviembre,
traído por tus manos
a los canteros de mi adolescencia.
Miro sin asombro el milagro.
Envejezco,
rabiosa de vida, como el lirio
De Emma Barrandeguy
El camino de tierra
se prolonga
en los gritos lejanos
y el rezo de los viejos
sentados en el jardín.
El oído humano
apenas escucha ruidos
ecos
el inicio de una canción
pero el oído absoluto
está en las flores de la glicina
no lo olviden
engañan con su perfume
mientras trepan y caen
en racimos
sobre las voces tenues
de todas las plegarias.
De Alejandro Méndez
Pulso
Nace el día. Con esfuerzo
de construcción
se evapora la luz. Hay flores
que se deshacen
apenas las toco, tallos
que ya no me pertenecen.
¿Qué es esta
disolución,
este viaje tan al revés? Flores marchitas
en el corazón
aire suave
viento fresco
que alguna vez fue
el abandono feliz
el núcleo
intensísimo
de cada verano.
De Carlos Battilana
Rosas carnívoras
Hay rosas que devoran a las mujeres. Las sorprenden al anochecer cuando, atareadas entre las mangueras y atontadas por la humedad y los perfumes, riegan los jardines. Bastará una breve distracción para que caigan entre los labios carnosos y hambrientos. Y aunque pataleen y pataleen nadie verá sus pies asomados a las corolas, ni escuchará los gritos que se irán apagando por los mullidos laberintos de la flor. Una chinela caída, una sandalia sobre el césped serán las únicas pruebas del pavoroso crimen.
De Celia Fontán
Flores de Chernóbil
Nuestros hombres comienzan a extinguirse,
nadie sabe por qué las mujeres resisten más.
Mi padre llora al sacrificar a un animal
mientras mi madre cambia el empapelado de las paredes.
No nos dejan exponernos al sol, empalidecemos
como flores que crecen bajo la nieve.
Huimos al bosque, lejos de este edificio,
yo con mi blusa infantil y mi hermano con su remera lisa.
Qué ganas de volver al lugar donde nacimos
y correr con los brazos extendidos,
limpiar el aire como uno de esos aviones
que arrojan espuma
sobre el sarcófago humeante.
De Natalia Litvinova
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