Jaime Bayly: “Con Alberto, la democracia Argentina puede estar en jaque "
Llega al último piso del Hotel Alvear, de donde sale poco durante la promoción de su última novela, Pecho Frío; prefiere concentrar el trabajo en un mismo sitio, incluso el encuentro con sus lectores. Elegante y pausado se acerca a saludarme, Jaime Bayly me da un beso (conoce los códigos porteños) y sabe cómo desplegar su seducción, medida, justa, para entablar un diálogo sincero. Se entrega, me dice: "podemos hablar de todos los temas, incluso personales." Da la libertad de recorrer su vida, su novela y su visión sobre las recientes elecciones argentinas.
–Hubo un momento a los 15 años que decidiste dejar tu casa familiar, te fuiste a los de tus abuelos ¿Había algo que en un contexto muy distinto a tu interior era difícil de expresar?
–Si yo sentía que vivía con mis padres en un cuartel y en un convento al mismo tiempo. Mi padre era un hombre muy violento y muy autoritario, yo tenía una muy mala relación con él, sentía que me odiaba y no sabía por qué. El no veía en mi al hijo mayor que había querido tener sino a mi madre. Yo era idéntico a mamá y mamá es todavía una mujer muy religiosa. Tanto el machismo de papa como la religiosidad de mamá eran dos fuerzas que me ahogaban, me sofocaban. No me dejaban respirar.
–Estudiaste letras y elegiste el periodismo, luego volviste a las letras. ¿Cuáles son las diferencias entre esas dos pasiones y cuáles las posibilidades que te dio la literatura?
–No hubiera sido un escritor si no hubiese sido un periodista. Tal vez los más grandes escritores que admiré eran reporteros: García Márquez, Vargas Llosa, periodismo es una gran escuela para la literatura, te ayuda a escribir de una manera más o menos hipnótica pero también te ayuda a investigar y a preguntar. Le debo muchísimo al periodismo. Mi madre preocupara por mi conducta díscola, me consiguió un trabajo en el diario La Prensa, en 1980, cuando el Perú salía de una dictadura militar. Ese trabajo me cambió la vida.
–¿Cómo?
–De pronto, yo iba al colegio y me iba al periódico y conocí ahí a una galería de personajes literarios, chiflados, dementes. Era un manicomio divertidísimo. Fue una gran educación.
–Tu literatura en un comienzo fue más autorreferencial, Ponías en juego tus vivencias, tu propia historia. ¿Esa decisión trajo algo de vértigo?
–Fue una gran catarsis. No fue fácil, mi primera novela No se lo digas a nadie salió hace 25 años exactamente. Fue un gran Huracán en mi vida, una tormenta muy violenta. Mi familia sufrió mucho, creyeron que mi vida estaba acabada. Que el escándalo de esa novela me iba a destruir y yo solamente me había permitido llevar a la novela los dos temas capitales de mi vida.
–¿Cuáles son?
Mi padre y yo fuimos enemigos irreconciliables, algo de lo que uno nunca termina de recuperarse. Y además el otro tema es que me gustan las mujeres y también me gustan mucho los hombres.
–Tu bisexualidad...
–Si a mi me hubiesen tocado unos padres liberales, seguramente no sería un escritor. Pero sentir que mi padre me detestaba y darme cuenta que, de manera clandestina, me gustaban los hombres me convirtió de inmediato en un apestado, en un atormentado, en un exiliado de mi propia familia y mi propio país. No sabía qué hacer con mi vida.
–Te enamoras de la persona, sin importar su género.
–La primera vez que me enamoré de un hombre yo tenía 18 años y fue una fuerza de la naturaleza. Todo eso trastornó mi vida y también me hizo un escritor. En mi caso la expresión artística me permitió volcar ahí todos mis demonios y sobrevivir.
–Pecho Frío, tu última novela, tiene más que ver con una historia inventada, pura ficción. No pones acá en juego lo personal ¿Elegir hacer literatura de ficción tiene que ver con la resolución de aquellos temas?
–Pecho Frío es una novela desapegada de mi experiencia. No estoy agazapado en ninguno de esos personajes, ninguno es mi alter ego. Hubo una experiencia de mi vida que gatilló esta novela, pero se trata de pura ficción. Esta novela comienza con un beso en televisión entre dos hombres, Pecho Frío no quiere dar ese beso, es parte del público. No quería participar del programa, era un hombre feliz, casado hace 7 años, con una vida mediocre. Y termina dándole un beso al animador del programa de tv que se llama Mama Güevos.
–Pecho frío es una expresión que define a alguien que no le pone pasión a la vida. ¿Por qué la elección de un personaje desapasionado?
–La novela intenta ser una reflexión sobre cómo la fama a la que todos hoy aspiran; me da la impresión de que todos quieren ser famosos hoy, se obsesionan por serlo, suben todas las fotos posibles para llamar la atención. Pero Pecho frío no quería ser famoso, se vuelve conocido muy a su pesar. Un solo beso en la boca a un hombre en televisión destruye todo lo que él era, desdibuja su identidad y la fama lo convierte en otra persona completamente distinta. Yo quería que un hombre mediocre, predecible, rutinario, feliz aunque no lo supiera, de pronto, descubriera cómo la fama lleva al poder, a la política, al placer. La fama corrompe, pervierte, envilece. Te convierte en alguien mucho peor. Al final de la novela Pecho frío es otra persona. Lo que había en él de desapasionado o apático, la fama se lo lleva todo. La gente que quiere ser famosa no sabe con qué está jugando.
–¿La política es una gran pasión en tu vida?
–La política para mi es un narcótico, es una adicción, en mi caso es como el fútbol, son enfermedades incurables. Estuve a punto de entrar en política profesional, me querían postular a la presidencia y por suerte me abstuve. Una cosa es ser un periodista político y otra ser un candidato. No di ese paso temerario.
–¿Te arrepentís de no haberlo dado?
–No, al contrario, me alegro. Soy un escritor y si lo hubiera hecho ya no escribiría. Entrar en política es un punto sin retorno.
–Conoces muy bien lo que pasa en Venezuela. ¿Trabajas para que encuentre su libertad?
–Doy una batalla muy apasionada en ese sentido. Me preocupa la catástrofe en Venezuela, la gente sufre mucho allá. 4 o 5 millones se han ido, muchos caminando. Venezuela está peor que nunca, hay familias que comen solo un huevo al día partido entre tres, la gente come una vez al día.
–¿Hay esperanza de que cambie?
–Creo que Estados Unidos debería ayudar más a la causa de Venezuela. A mi me gustaría que la justicia de Estados Unidos expidiera unas ordenes de arresto. contra Nicolás Maduro y Diosdado Cabello. Una intervención policial de la DEA. La Venezolana es una dictadura financiada por el narcotráfico. Yo veo a Diosdado Cabello como veía a Pablo Escobar o al Chapo Guzmán. Son grandes capos del narcotráfico. Pero yo no se si a Trump le duele a Venezuela como me duele a mi.
–Llegaste en un momento álgido a La Argentina ¿Cuál es tu análisis de estas elecciones?
–No esperaba que (Alberto) Fernández le diera una paliza a (Mauricio) Macri, me ha sorprendido. Me parece que Macri está derrotado. No creo que pueda remontar. Yo lo apoyé y lo he criticado por los malos resultados económicos. Ahora preferiría que continuara 4 años más. Si yo fuera argentino, aunque disgustado, seguiría votándolo.
–¿Qué es lo que se juega?
–Ha hecho un gobierno con buenas intenciones y malos resultados, no ha sido un gobierno de ladrones, ni un gobierno de canallas. Se han equivocado de buena fe. Subestimaron el tamaño de la crisis Y sobreestimaron sus propias habilidades.
–¿Por qué preferís a Macri que a Fernández?
–Con Alberto existe un riesgo no menor de que la facción más recalcitrante de su frente prevalezca, mande. Por consiguiente, la democracia en Argentina puede estar en jaque.
–¿Crees que podría ir por una reforma de la Constitución?
–Ese es un temor fundado. Creo que Alberto Fernández es un demócrata y creo de Cristina perdió las elecciones de 2015 y entregó el poder, cosa que no hacen los chavistas. Pero aún así, tengo el temor de que si los Fernández vuelven al poder la democracia Argentina, la prensa libre, la justicia, estén amenazadas. Por eso creo que Macri merece una segunda oportunidad. Quiero creer que un gobierno de Alberto Fernández sería mejor que un tercer gobierno de Cristina, quiero creer que él es un político profesional y que una vez en el poder se demarcaría de la facción recalcitrante y antidemocrática de su fuerza.
–¿Cuál es esa facción?
La Cámpora, Máximo (Kirchner), Axel (Kicillof) y Cristina (Fernández). Pero Alberto ya rompió con Cristina desde el poder, y si lo hizo una vez, es porque tiene el carácter. Dice que no se va a pelear con Cristina de nuevo, pero puede que las circunstancias lo obliguen a hacerlo. Yo no veo a Alberto como una marioneta de Cristina. Tampoco creo que Cristina va a querer gobernar. Creo que la agenda de Cristina es: yo no quiero ir a la cárcel y no quiero que mis hijos vayan presos; si Alberto Fernández le garantiza eso, a mi me parece que él va a gobernar con la gente de su equipo, lo veo más cerca de Massa que de Cristina.
–¿Qué va a pasar en estos 80 días hasta las próximas elecciones?
–A mi me parece injusto pedirle a Macri que comience ahora la transición, todavía yo daría pelea. Si gana Fernández en octubre, ahí si se reunirán y harán la transición. Yo les pediría que vaya a dos o tres debates, incluso con Lavagna. Además, Alberto Fernández es un buen candidato, es muy argentino: el bigote, la guitarra, el perro, vive en una casa que no es la suya. Es delirante. Es buen orador y es un político profesional, hay que darle crédito a Cristina, ella acertó, no hubiera sacado esos 7 puntos extras sin Alberto y sin Massa. Fue una jugada de ajedrez muy inteligente. Ella sugiere que es humilde, que el poder no le interesa. Ella es una gran actriz melodramática.
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