Un provocador en el Olimpo
A fines de 2013, Roberto Jacoby recibió el Premio a la Trayectoria en Artes Visuales, máximo galardón del Fondo Nacional de las Artes. En diálogo con adn, con su estilo provocador y despiadado, pasa revista a su vida y a sus múltiples puntos de contacto con la creación
Cuando 2013 estaba tocando su fin, Roberto Jacoby recibió el Premio a la Trayectoria en Artes Visuales que entrega el Fondo Nacional de las Artes, probablemente el galardón más legitimador que puede recibir un artista argentino, algo así como el pase de entrada al Olimpo de los grandes creadores de nuestra historia. Sociólogo, periodista, despiadado crítico de teatro, letrista de rock, artista de la agitación y la amistad, chamán de la vanguardia, Jacoby estuvo "en todas": el Di Tella, la redacción del diario La Opinión, Tucumán Arde, el grupo de rock Virus, el Centro Cultural Rojas en los años 90, el Proyecto Venus, la revista Ramona, fue invitado a la Bienal de San Pablo, homenajeado con una retrospectiva en el Reina Sofía de Madrid…
Eterno "gurú" de los artistas y curadores de la escena under y, a la vez, admirado por poderosos referentes del establishment, Jacoby es un excelente conversador. Actividad que, como tantas otras cosas, es capaz de transformar en arte.
–Un premio a la trayectoria. ¿Cómo ha sido esa trayectoria?
–Creo que la mía ha sido una "trayectoria browniana", azarosa, imprevisible, no lineal. Salto de una actividad a otra, de un tipo de ideas a otras, de una materia a otra materia. Aunque ahora hace un tiempo que estoy haciendo cosas conocidas.
–Comencemos con su relación con el periodismo…
–Arranqué en la revista Gente, que dirigía Chiche Gelblung, un lugar espantoso. Me fui de ese sitio inhumano y me llamó Carlos Ulanovsky para ir a La Opinión como crítico de teatro. Yo no era crítico pero sí buen espectador y había visto muchas obras de vanguardia porque era el movimiento en el que yo participaba. De manera que me dediqué a martirizar a los actores y directores de una forma por la que creo que todavía me deben odiar. En ese momento yo me comportaba como muchos de los periodistas jóvenes que abundan hoy. Yo los odio porque fui como ellos y ahora me doy cuenta de qué horrible es ser así: ser ignorante, muy agresivo, destructivo y sentirse con poder. Pero aprendí mucho trabajando en La Opinión. Había un ambiente que no se puede comparar con nada: el jefe era Juan Gelman, después fue Tomás Eloy Martínez, mi subjefe era Kive Staiff, también estaba Osvaldo Soriano. Era el Olimpo total. Venían escritores todo el tiempo, cuando llegaba Cortázar a la Argentina venía a la redacción a charlar.
—Antes de eso, en los años 60, usted fue parte de la fiesta del Instituto Di Tella, pero luego vivió la "resaca", que es algo de lo que no se habla tanto…
—Yo dejé el arte a fines de la década del 60, como muchos artistas vinculados al Di Tella: Pablo Suárez, Luis Carboni, Margarita Paksa… Muchos se fueron del país, se dedicaron a la moda, al teatro, como Alfredo Arias, Delia Cancela, Dalila Puzzovio, Rubén Santantonín…. Toda esa vanguardia se dedicó a otra cosa. Y yo volví a Sociología, que era la carrera que había dejado por el arte. Me puse a estudiar y sobre todo a investigar, inspirado un poco por mi experiencia en Tucumán Arde, que fue un trabajo colectivo donde aparecía el arte vinculado a la investigación social, a la toma de una posición política, a la alianza entre los trabajadores, los estudiantes y los artistas.
–En los años 80, el rock se convierte en el lenguaje que mejor expresa la transición entre dictadura y democracia.¿Cómo se inserta usted en esa escena?
–Los finales de los años 70 eran una catástrofe, la cultura seguía pero muy subterránea, todo era casi clandestino. Los Redonditos tocaban para 50 personas, Charly también, era una cosa increíble. Federico Moura ya estaba tocando con Virus, pero no le convencían las letras, así que empezamos a verlas juntos y él se llevó unas cosas mías para leer y les puso música. De toda aquella experiencia, mucho tiempo después, reflexionando, encontré un concepto que es la "estrategia de la alegría", que va desde la época de la dictadura hasta muchísimos años después: cosas en relación al HIV, al arte de los años 90 en el Rojas, las fiestas de Eros, etc. Cosas como fiestas, encuentros, modas, que yo promoví y que eran vistas como frívolas. Es que a mí se me ve como el frívolo o como el terrorista. No tengo nada en el medio.
–¿Y eso le molesta?
–Me encanta. Además no tengo otra posibilidad, no tengo más remedio que ser yo, no puedo ser otro.
–Volvamos al concepto de "estrategia de la alegría"…
–"Estamos cansados de escuchar música sentados, correr, saltar, cantar por todo lados" creo que decía la canción y tenía que ver con el cuerpo, con el uso del cuerpo, en la relación con el cuerpo del otro. Encontré la idea escribiendo sobre aquella época. La idea de que al salir de la dictadura había un duelo que procesar, muy largo, y que duró hasta ahora; yo creo que se cerró finalmente el día en que Néstor descolgó el cuadro de Videla.
–¿Cómo fue la experiencia en el Reina Sofía, que es uno de los grandes espacios de legitimación del arte hispanoamericano?
–Manolo Borja, del Reina Sofía, le planteó a Ana Longoni el interés de hacer una muestra conmigo. Le parecía que era pertinente. Y a mí me pareció un delirio. Empezamos a hacer fiestas para planear qué íbamos a hacer y surgió la idea de irnos a vivir al Reina Sofía una banda de veinte artistas, instalados en las salas. Pero luego la descartamos: no podíamos vivir veinte personas donde está el Guernica de Picasso. Entonces fuimos bajando a tierra y empezamos a pensar más en una noción sobre la imposibilidad de mostrar cierto tipo de arte. No de mostrarlo, sino de demostrar que no se puede mostrar. Y ésa fue la tesis curatorial.
–En la muestra del Reina Sofía participaron un montón de artistas, fue una construcción colectiva que luego repitió en la Bienal de San Pablo. ¿Cómo recuerda esa experiencia brasileña, que estuvo rodeada de polémicas?
–Fue una idea que se fue desarrollando de una manera natural y orgánica porque la bienal tenía como tema "arte y política". Me rechazaron dos proyectos y acabaron aceptando la propuesta de hacer una unidad básica en la bienal a favor de Dilma, que en ese momento se postulaba para suceder a Lula. Formamos un grupo de 25 argentinos que tocaban música. Se hacían discusiones, polémicas y debates con intelectuales brasileños; había carteles, pins, remeras… El problema fue que la ley brasileña prohíbe hacer campaña en cualquier lugar, menos en la televisión y en la radio. No hay carteles, no hay pintadas, está prohibido; especialmente si es un lugar público. Los curadores de la bienal no nos defendieron, acabaron denunciándonos y cubriendo todas las imágenes hasta que pasaron las elecciones. Al final lograron que saliéramos en la tapa de los diarios. Salimos en la sección Política, que es lo que todo el mundo lee. Lo nuestro era un juego. Si hacés una bienal de arte y política, vas a tener que lidiar con eso, nadie te obliga a elegir ese tema. Pero no tuvieron capacidad de reacción, de reflexión, ni de ocupar su rol de curadores. Luego comenzaron a desprestigiarnos en el mundo del arte, acá, en Europa, dijeron que yo era una persona despreciable. Pero fue una experiencia divertida y hermosa, así que no me importa, no me importa nada.
Adn jacoby
Buenos Aires, 1944
Ingresó en la carrera de Sociología de la UBA en 1964; suspendió los estudios para dedicarse al arte y los retomó en la década de 1970. Integró el grupo Arte de los Medios 1966 en el marco del Instituto Di Tella. Formó parte del Centro de Investigaciones de Ciencias Sociales, tras abandonar el arte a finales de los años sesenta. Fue letrista del grupo Virus. Volvió a participar de una muestra colectiva junto con Oscar Bony, Alejandro Kuropatwa y Pablo Suárez en 1988, en La escena intangible, que se realizó en el ICI (Instituto de Cultura Iberoamericana). Diseñó y concretó varios experimentos de redes sociales de artistas como Bola de Nieve y Proyecto Venus. En 2002 ganó la Beca Guggenheim a la creación artística y dispuso la totalidad de los fondos para sostener iniciativas colectivas dentro del Proyecto Venus. Fue el concept manager de la revista Ramona. En 2010 fue invitado a la 29a Bienal de San Pablo. La curadora Victoria Noorthoorn lo invitó en 2006 a la Bienal de Pontevedra y en 2011 a la Bienal de Lyon. Ese mismo año fue homenajeado con una retrospectiva en el Reina Sofía de Madrid.