Ivan Jablonka: "Todos sabemos que somos varias personas durante nuestra vida"
En En Camping-car, recién publicado en la Argentina, el narrador francés revisa el modo en que su infancia fue marcada por la historia política; "éramos nómades, judíos errantes", dice
PARÍS.– De los seis a los 16 años, el escritor Ivan Jablonka, sus padres, su hermano y amigos de la familia recorrieron miles de kilómetros durante sus vacaciones. Grecia, Portugal, Marruecos, Italia, Estados Unidos... Perfectos representantes de la sociedad de los años 80, todos viajaban a bordo del vehículo mítico de los hippies californianos, una combi Volkswagen.
Esos viajes luminosos, símbolo de independencia y despreocupación, Jablonka los relata en un libro encantador que acaba de ser publicado en la Argentina por Anagrama/El Zorzal, En Camping-car. Son recuerdos de infancia, es verdad. Pero –como explicó durante un reciente encuentro en París a LA NACION– más allá de la experiencia personal, el reconocido historiador no solo describe un mundo que ha dejado de existir, sino que también reflexiona sobre cuestiones de alcance universal.
-¿Por qué define ese libro como la sociohistoria de su infancia?
-La pregunta que me hice haciendo ese libro fue ¿a quién pertenece mi infancia? Y podría incluso generalizar esa pregunta: ¿a quién pertenece nuestra infancia? Creer que pertenece al que la vivió es demasiado fácil. Nuestra infancia pertenece probablemente antes que nada a nuestros padres y a aquellos que nos educan. Pertenece también a la sociedad que nos rodea, a la escuela, a la televisión, a la publicidad, a los libros, etc. Quise ser capaz de hablar de mi infancia no porque ella me pertenece, sino porque ella nos pertenece y porque le sucedió a todo el mundo, excepto probablemente a mí. Una sociohistoria de mi infancia quiere decir utilizar el método de las ciencias sociales para contar una parte de mi infancia. En este caso, mis vacaciones en camping-car.
-Entonces hablemos del método preciso de las ciencias sociales que utilizó.
-El primer paso fue plantearme un problema: a quién pertenece nuestra infancia. La segunda cuestión fue: es posible escribir una historia de su infancia cuando uno es, al mismo tiempo, un historiador de la infancia. El segundo momento de la reflexión fue hallar fuentes. Como no quería solo basarme en mis propios recuerdos, mantuve entrevistas sociológicas con mis padres y con los amigos con quienes partíamos en vacaciones. Recuperé todos mis diarios de infancia, que escribía regularmente. También encontré fotos. Esas fueron las fuentes. Después intenté hacer un relato que respondiera a una cronología a la vez individual y colectiva. Así intenté mostrar cómo mi infancia fue moldeada por lo histórico y lo social o, más generalmente, por la colectividad.
-Deme un ejemplo...
-Las vacaciones en camping-car son algo que puede parecer medianamente banal. Pero hay condiciones de posibilidad históricas que permitieron las vacaciones. La primera de esas condiciones de posibilidad es lo que yo llamaría "el sentimiento de la naturaleza", el sentimiento de que es un placer estar en la naturaleza salvaje o bañarse en el mar. Ese sentimiento es históricamente datable. Puede situarse a fines del siglo XVIII durante el romanticismo y Rousseau, y el siglo XIX con cantidad de autores anglófonos, como Jack London o Robert Baden-Powell, el inventor del scoutismo. Él mismo afirma que la naturaleza en sí misma no es algo nefasto o salvaje, sino algo positivo. Y nuestras vacaciones eran el camping salvaje, es decir, exactamente ese llamado de la wilderness, según el término utilizado por Jack London. Segunda condición de posibilidad, la existencia de las vacaciones pagas en Francia. Es decir que los padres, asalariados, podían partir a descansar sin perder el salario. Eso también es datable históricamente. En Francia se remonta al llamado Frente Popular de los años 1930 y permitió que 50 o 60 años más tarde mis padres tuvieran un poco de tiempo libre y suficiente dinero para llevarnos al extranjero. A esta condición de posibilidad yo la llamaría "la civilización del tiempo libre o de las vacaciones pagas". La tercera condición fue la contracultura. La epopeya del camping-car comenzó en California, el país de los hippies y de la contracultura, para después llegar a Francia. Mis padres eran soixantehuitards (como se llama a la generación de Mayo del 68). Los hippies, la contracultura, Mayo del 68... todo eso es una concepción de la vida en sociedad, un anarquismo de las vacaciones, también una forma de libertarismo encarnado en el camping-car. Ser libre, no tener arraigos, poder partir todo el tiempo, no tener jefes... Es una especie de anarquismo político trasladado al terreno de las vacaciones. Y la última condición de posibilidad, probablemente la más importante, es la historia judía. Lo que hace mis vacaciones en camping-car históricas, en sentido colectivo, es que nosotros sentíamos el llamado del nomadismo y partíamos por las rutas del exilio. Obviamente se trataba de un exilio voluntario, contrariamente a nuestros ancestros. Pero nosotros no teníamos casa de fin de semana, no nos instalábamos en un hotel o un sitio fijo, éramos nómadas, errantes... Éramos judíos errantes.
-¿Pero cuál era el atractivo de esa situación?
-Nos gustaba no pertenecer a ninguna parte, atravesar las fronteras, los países, las épocas y también los diferentes medios sociales. Lo que hace esta historia a la vez emocionante y trágica es que mis vacaciones se hacían en un camping-car Volkswagen. Hay fotos en las cuales Adolf Hitler visita fábricas Volkswagen, feliz de que exista un vehículo para el pueblo. Eso también es parte de nuestra historia, en el sentido colectivo. Porque la epopeya Volkswagen y la combi Volkswagen nos cuenta la historia de Alemania y de los judíos. Mis abuelos fueron deportados en un vagón que los condujo a la muerte, nosotros pasábamos nuestras vacaciones en un camping-car que nos conducía a la alegría, el Mediterráneo y el sol. Dos viajes: uno hacia la muerte, el otro hacia la vida. Y en ambos casos fueron los alemanes que lo permitieron.
-¿Su padre tuvo alguna vez conciencia de esa síntesis que usted acaba de hacer?
-No, porque yo razono como historiador. Además, más allá de esa sociohistoria de mi infancia, yo quise hacer nuestra autobiografía. No quise decir "yo", sino "nosotros". Porque "yo" es "nosotros". Y porque la forma en la que fui construido como niño es en realidad una construcción histórica que traté de analizar a través del camping-car. Y si pude hacerlo es gracias a mi profesión y a los instrumentos que utilizamos los historiadores. Pero cuando hablo con mis padres, tampoco están sorprendidos. Lo que yo digo resuena en ellos.
-Probablemente todo eso sea una forma de explicar por qué su padre los conminaba, a su hermano y a usted, a "ser felices". Como una forma de borrar o reemplazar esa dramática historia familiar...
-No diría borrar. Eso nunca sucedió en la familia. Diría más bien revancha. Algo como ¿tenemos el derecho de ser felices? ¿Ahora nos toca a nosotros? Hasta se podría pensar que nuestros abuelos se sacrificaron para que nosotros fuéramos felices. Quiero decir que mis parientes dejaron Polonia, la miseria y el antisemitismo para llegar, unos a la Unión Soviética, otros a la Argentina y mis abuelos a Francia, probablemente para que sus hijos fueran felices. Pues hay que creer que lo fueron, y que de alguna manera fue un sacrificio que se encarnó en el camping-car porque en esa combi fuimos extraordinariamente felices.
-Usted suele decir que los acontecimientos que recuerda con frecuencia no coinciden con lo que dicen aquellos diarios que redactó en su infancia. Es algo normal. Pero ¿cómo hizo para resolver esa contradicción?
-Para un historiador es siempre así. Nunca dos documentos sobre un mismo acontecimiento dicen lo mismo. En este caso, mi preocupación por la transparencia consistió en contar las dos versiones, sobre todo cuando yo recordaba algo y otro actor de la historia me decía otra cosa. Creo que no hay otra posibilidad que asumir las contradicciones que nos atraviesan. En esta historia hay un niño que sentía cosas, está el adulto en el que se convirtió, ese niño murió, ni siquiera sé si ese niño sigue vivo en mí. Todos sabemos que somos varias personas durante nuestra vida. Es importante dejar hablar a toda esa gente. Yo traté de dejar hablar a todos los niños, adolescentes y jóvenes que fui. Por eso es que mi libro pertenece también a la literatura. En ese libro intenté dejar hablar a mis padres, a sus amigos que nos acompañaban, pero también a todos los Ivan que conocí en mi vida.
Novedad
En camping-car
Autor: Ivan Jablonka
Editorial: Anagrama/ El Zorzal
Páginas: 192