Inicio, apogeo y caída del régimen nazi
Dos libros publicados recientemente ponen al día distintos aspectos de esa conflagración, desde las causas que llevaron al poder a Hitler y la fascinación que ejerció sobre el pueblo alemán hasta los entretelones de los momentos previos al desembarco en Normandía
La vastedad del panorama destructivo impone respeto. La Primera Guerra Mundial había dejado sentimientos contrapuestos de triunfalismo y agobio, la Segunda tiene dos símbolos máximos: el Holocausto y la bomba atómica. Y ambas guerras no están desconectadas: la Segunda fue consecuencia de la Primera y de cómo las grandes potencias se repartieron el mundo después de la derrota de Alemania y sus aliados.
Dos títulos recientes (Breve historia de la Segunda Guerra Mundial, de Norman Stone, publicado por Ariel y La historia secreta del Día D, de Ben Macintyre, editado por Crítica) ponen al día distintos aspectos de esa conflagración. Stone ejerce con maestría el arte de la síntesis y logra dar un panorama amplio y al mismo tiempo profundo de las causas que llevaron al poder a Adolf Hitler y la fascinación que provocó en el pueblo alemán. Los aliados victoriosos de la Primera Guerra pusieron a Alemania ante una serie de tremendas exigencias para evitar su rearme y de allí surgió un resentimiento feroz alimentado por el nazismo. En menos de dos décadas, Alemania retornó a su poderío y, aliada a Japón, puso al mundo ante un nuevo conflicto de enormes proporciones.
El encadenamiento entre las dos guerras es uno de los fenómenos más importantes del siglo XX. Ya sea, como opinan algunos historiadores, que se trata de una misma guerra en dos etapas, o de dos contiendas diferentes, el siglo quedó marcado por ellas, dada la importancia que tuvieron para la consolidación y caída de dos regímenes totalitarios de la envergadura del fascismo y el nazismo.
Antes de que estallara la Segunda Guerra, el mundo vivió un período de tironeos entre las grandes potencias con un campo de batalla flagrante: la Guerra Civil Española, en la cual se jugaron no sólo los bandos internos sino los países que apoyaban a uno y otro. Mientras tanto, Francia había construido la Línea Maginot, un sistema defensivo que creó la ilusión de que Alemania podría ser detenida pero que sólo sirvió para que los franceses se limitaran en su capacidad ofensiva, como lo demostró la imparable invasión alemana.
En todos los países que invadían, los alemanes llevaban adelante su política de antisemitismo, calificada como la "solución final del problema judío". Fue un punto clave en la definición de la política nazi y también derivó en la participación activa de sectores de la comunidad judía en la resistencia contra los alemanes, cuyo punto más alto fue la rebelión del gueto de Varsovia.
La postura de la Unión Soviética ante Alemania fue primero conciliadora y llevó al pacto con Hitler, pero después de la victoria sobre Francia, Hitler decidió invadir la Unión Soviética, para lo cual buscó la paz con Inglaterra. Al negarse a ella los británicos, abrió un segundo frente en el Este e invadió Rusia, en un largo proceso que en un primer momento fue victorioso para los alemanes. Sin embargo, el poderío latente de Rusia convirtió la invasión en una guerra costosísima para Alemania en vidas y en recursos. El Ejército Rojo, que había sido descabezado por Stalin antes de la guerra, se convirtió finalmente en una armada poderosa que opuso resistencia a los alemanes en todos los frentes durante lo que los soviéticos llamaron la Gran Guerra Patria.
El conocimiento de los planes del enemigo fue un asunto crucial para los combatientes. Durante un largo período, los alemanes llevaron la delantera, pues podían descifrar los mensajes aliados pero éstos no lograban descifrar los de la máquina Enigma. Finalmente, un golpe de suerte permitió a los británicos apoderarse de un submarino germano y hacerse de Enigma y sus códigos.
Cuando, después del ataque japonés a Pearl Harbor, los Estados Unidos entraron en guerra, el panorama mundial empezó a cambiar y este cambio se acentuó con la reacción de los rusos: Alemania se extendió demasiado en su territorio, se le hacía cada vez más difícil mantenerse y aumentaron las privaciones de la población, con el consecuente efecto negativo sobre la moral de las tropas. El norte de África y el Pacífico fueron durante ese período los dos principales escenarios bélicos. El Afrika Korps, comandado por Erwin Rommel, obtuvo algunas resonantes victorias sobre los británicos hasta que éstos lograron afianzarse y con el apoyo de tropas estadounidenses, derrotaron a los alemanes. África estaba perdida para los alemanes y los aliados apuntaron hacia Italia.
La invasión de Sicilia fue una sorpresa para los alemanes y los llevó a la necesidad de abrir un frente inesperado en Italia en detrimento de otros. Esta invasión, además de su poderoso efecto militar tuvo como consecuencia un golpe al amor propio de Hitler, que no podía soportar haber sido tomado por sorpresa.
En el Pacífico, los estadounidenses libraron un extenso combate de isla en isla contra el Japón, que después de una serie ininterrumpida de victorias sobre los británicos, comenzó a retroceder pero opuso fuerte resistencia contra el avance de los norteamericanos hacia Tokio. La guerra mundial se había extendido en todos los frentes, pero Alemania no logró doblegar a Inglaterra, que se convirtió en el baluarte aliado en Europa Occidental bajo lluvias de bombas germanas. Este panorama cambió drásticamente cuando los aliados invadieron Francia.
En el norte de Francia se libró la gran batalla posterior a la invasión de las fuerzas aliadas. En ella desempeñaron un papel decisivo los agentes de inteligencia que lograron engañar a los alemanes sobre el lugar y el momento del desembarco que finalmente tuvo lugar en las playas de Normandía. Hitler sabía que los aliados iban a desembarcar en algún punto del Norte de Francia, ¿cuál? Confundirlos fue la tarea de los dobles espías aliados que formaron el grupo conocido como "Doble XX".
El Paso de Calais parecía el sitio más indicado para la invasión desde Inglaterra pues era el más cercano a Francia, así se les hizo creer a los alemanes. El complejo doble juego de los agentes secretos ocultó los verdaderos planes de desembarco hasta el final, cuando el 6 de junio de 1944 los aliados invadieron las playas de Normandía.
Desde 1940, Alemania había desplegado una amplia red de espías en Inglaterra, pero según Macintyre eran completamente inferiores a los que él denomina "superespías" británicos (grupo integrado por una peruana, un eslavo, un danés y un español, entre otros, todos conocidos por sus nombres en código, por ejemplo: "Bronx", "Garbo", "Bruto", "Triciclo"). El trabajo de estos espías, que eran dobles y hasta triples, fue la clave para que los aliados pudieran engañar al alto mando alemán sobre el lugar del desembarco en Francia.
Los movimientos de estos superespías conforman una intrincada trama de verdades, medias verdades e inventos que, a la larga, llevaron a los alemanes a creer que el desembarco aliado ocurriría en el lugar más lógico, desde el punto de vista geográfico, es decir, el mencionado Paso de Calais. Macintyre trabajó con numerosas fuentes recientemente reveladas, que muestran cómo ese heterogéneo grupo de hombres y mujeres de diferentes nacionalidades desempeñaron su papel para confundir a los alemanes.
Los agentes jugaban temerariamente con las cifras que otorgaban a las fuerzas aliadas que se preparaban para la invasión: en ciertos casos, advirtieron que la inteligencia alemana disminuía las cantidades que ellos habían aumentado adrede, por lo cual decidieron aumentarlas aún más. Este atrevido juego de cifras confundió a los alemanes y los llevó a sobreestimar la amenaza aliada. Asimismo, los superespías lograron con sus informaciones falsas que Hitler mantuviera una importante cantidad de tropas en Noruega en vez de trasladarlas al norte de Francia.
Todo este ajedrez de informaciones falsas no era siempre seguro para los aliados. Hubo oportunidades en las cuales, por emitir datos al voleo, los espías acertaron con el lugar cierto de la invasión. Ello ocurrió una vez veinticuatro horas antes del Día D, pero ya los alemanes, aunque hubiesen creído en la información suministrada por ese agente, no tenían tiempo de mover sus tropas hasta las playas de Normandía.