Informalismo y geometría
Kenneth Kemble y Silvia Torras, con obras de principios de los años sesenta, en el Museo de ArteModerno; la selección de homenaje a Noemí Gerstein, en el Centro Recoleta
Una interesante exposición de Kenneth Kemble (Buenos Aires, 1923-1998) y Silvia Torras (Barcelona, 1936- México, 1970) exhibe el Museo de Arte Moderno. Corresponde a un período de su acción que coincide con el de la expansión mundial del informalismo, que había surgido al unísono en Europa y en los Estados Unidos e influido en el mundo de los años cincuenta. Aunque tuvo distintas variantes, se caracterizó esencialmente como contrapartida de las corrientes geométricas por trabajar con formas indefinidas, casi siempre no figurativas. En nuestro medio, aunque tuvo aislados antecedentes, se manifestó de un modo más o menos congruente en 1959, con una muestra en Van Riel en la que, entre otros, participó Kemble, uno de sus más activos representantes.
Sus obras y las de Torras (menos conocida, pero seguidora entusiasta del aporte local) fueron realizadas en el primer tercio de la década del sesenta y procuran reeditar las que ambos presentaron en la Galería Peuser en 1961. Laura Bucellato y Clelia Tarico, que firman juntamente la presentación del catálogo, señalan que además de las piezas de aquella exposición se incluyeron las que completan las series, en el caso de Kemble, y las de "prácticamente toda su producción", en el de Torras, que murió tempranamente.
La parte de la obra de Kemble que puede visitarse estos días se circunscribe al año señalado en el párrafo precedente. Se adscribe sin duda al informalismo, pero de un modo controlado. Revela una actitud prudente en la factura pese a lo avanzado de una propuesta que a esas alturas había tenido momentos de mayor desafuero en su propia pintura. El tratamiento de la materia muestra la tendencia a medir formalmente los resultados. Si bien no excluye lo gestual ni los chorreados, regula la realización y hasta le confiere una estructura rítmica organizada. El cromatismo casi se limita a la oposición de blanco y negro (que técnicamente no se consideran colores) y a una sensible distribución de sus valores intermedios, tenuemente modulados.
Curiosamente, esos trabajos tienen una ejecución que parece aludir al mundo fitográfico y a efectos de claroscuro que responden a la representación de la profundidad.
Torras, que estudió dibujo en las Escuelas Nacionales de Bellas Artes Belgrano y Pueyrredón y fue discípula de Kemble, usó en cambio una paleta amplia. Fue tal vez más colorida y menos entonada. Sus pinturas revelan el deseo de trabajar sin reglas fijas y con gran espontaneidad, pero sus hallazgos liberadores, tal vez por la excesiva flexibilidad de la intención o porque no tuvieron otro fin que explorar los alcances de su interioridad no lograron condensar una potencia expresiva tan convincente. Revelan sin embargo el tenor de las ideas artísticas en consonancia con un momento en el que lo gestual parecía provenir de la action painting neoyorquina, con un fuerte ánimo de ruptura.
No debe de haber sido fácil entonces practicar en el ámbito sudamericano una pintura tangente a la del expresionismo abstracto norteamericano o las diferentes tendencias de la abstracción informal europea. Esa postura vanguardista buscaba una salida opuesta a la ordenación dialéctica de los constructivistas. La improvisación se oponía a las elaboradas construcciones de aquéllos, pero la impronta repentista le daba un impulso que pasaba las barreras de la intelección.
(Hasta el 31 de diciembre. En el Museo de Arte Moderno, San Juan 350.)
Evocación y homenaje
Dibujos, esculturas y objetos de Noemí Gerstein (1908-1996) integran una exposición que ocupa dos salas del Centro Recoleta. Esa referencia al espacio en el que se desarrolla tiene por objeto señalar que si bien dista de ser una retrospectiva completa tiene un desarrollo que por la magnitud, calidad y variedad de la selección permite conocer distintos momentos de su obra. Recorre desde las instancias figurativas que revelan con sumaria gracia los dibujos de línea dedicados a la figura humana o las pequeñas esculturas de ese mismo tenor hasta la no figuración más absoluta.
Trabajó con materiales diversos, a veces combinados, desde la piedra hasta el acrílico, pero tal vez en los metales (bronce, plata, latón, acero, hierro) encontró los que más se adecuaban a su temperamento. Llama la atención en ciertas fotos verla trabajar con el soplete de oxígeno y acetileno y las gruesas antiparras protectoras de la luminosidad que produce la soldadura autógena.
La formación de Gerstein la llevó a pasar inicialmente por nuestra escuela de Bellas Artes y por los cursos de Alfredo Bigatti. Después, como becaria del gobierno francés, estudió en la Grande Chaumiére, con Zadkine, y en la Academia de Bellas Artes de París. Los años cincuenta fueron definitorios. Poco después de su comienzo, encauzó una acción de doble mano: por un lado, estuvo atenta a la enseñanza de los grandes ejemplos; por otro, a las experiencias personales que acentuaron el poder de su medios y la enriquecieron conceptualmente. En 1953 comenzó el trabajo para el Monumento al Prisionero Político Desconocido, que fue distinguido en la primera selección por el Instituto de Arte Contemporáneo de Londres. Eso la estimuló y la indujo a afinar el tono de su propia voz y, en los últimos años de la década, comenzó a practicar la abstracción de manera definitiva. Su paso por ella fue pausado y registró momentos divergentes. Trabajó con formas abiertas y erizadas, con formas cerradas y amables de superficies joyantes y con combinaciones aleatorias. La geometría la introdujo en un mundo al que le respondió a su modo con un lenguaje diferenciado que no deja dudas sobre su identidad. En 1962 obtuvo el premio internacional de escultura Di Tella y en 1982 el Konex de Platino. Fue miembro de número de la Academia Nacional de Bellas Artes.
(En el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930. Hasta el 15.)