Inés Fernández Moreno: “Con los años tengo menos tolerancia a la adversidad”
En su último libro de cuentos, Malos sentimientos, la escritora se anima a indagar en sus propias emociones y sostiene: "Todo lo que ves en la ciudad es muy rico si estás atento"
A veces uno quiere, como un chico, expulsar los malos sentimientos, decirlos para aliviarse. Pero resulta que de nada sirve arrojar palabras llenas de egoísmo, envidia, resentimiento o crueldad a otros, porque estos malos sentimientos son pegajosos, chupan la herida propia como garrapatas, de modo incesante e insaciable. La escritora Inés Fernández Moreno coincide con la mirada de una de las protagonistas de su último libro de cuentos -Malos sentimientos (Alfaguara)-, se anima a indagar en sus propias emociones, a meter el dedo en la llaga y a transformarlas en relatos de ficción.
Ella llega puntual después de su clase de yoga al bar acordado, en el barrio de Belgrano; un sitio de techos altos con ladrillos a la vista que podría ser un café de cualquier lugar del mundo. "Sos vos", dice, cuando se acerca a saludar. Su libro, con la portada estampada de bichos, está sobre la mesa. Propone conversar en otro sitio: elige una mesa frente a un ventanal que da a una galería típica de las casonas antiguas. "En determinadas épocas y de acuerdo a aquello que me está pasando me surgen ciertos cuentos", dice, para empezar a hablar de su nueva criatura de 169 páginas. A modo de ejemplo, hace referencia a la penúltima novela suya, La profesora de español, y cuenta que surgió de su experiencia de exilio en España, donde se mudó con su familia en plena crisis de 2001. "Lo que te produce la crisis del país, sumado a la situación de vivir afuera ya de grande, dejando cosas acá que para mí eran importantes fue un momento existencial fuerte. Las ideas literarias que me empezaron a surgir entonces estuvieron vinculadas con eso", dice.
Inés Fernández Moreno escribe a partir de lo que observa, de lo que es su vida, y la literatura y el lenguaje son herramientas para elaborar, crear, especular. La proximidad de lo cotidiano para reflexionar sobre la existencia. Su mirada se pierde hacia afuera: hay algunas mesas del bar ocupadas, otras libres de clientes; una larga cola de obreros que parecen esperar alguna paga de final del día; parte de la iglesia redonda; algunos artesanos en cuclillas en la vereda frente a su vidriera de objetos a la venta. Lo que ve ella es un misterio. "Yo soy observadora de la ciudad, ando mucho. Toda mi vida anduve a pie, en colectivos y en subte. Todo lo que ves en la ciudad es muy rico si estás atento. Todo el tiempo suceden cosas, diálogos, pequeños sucesos, personajes. Y bueno, yo estoy atenta a eso que sucede", dice.
Se siente una escritora urbana y sostiene que la ciudad en que uno vive no es simplemente un escenario o un fondo sino lo constitutivo de una persona. Y cada uno se arma una ciudad con sus recorridos, sus preferencias, sus lugares de encuentro y sus formas de recorrerla. "Hay gente que se maneja siempre en auto, por ejemplo, entonces la experiencia que tiene de la ciudad es muy distinta de la que tengo yo. Si vos no tomás la línea de subte b no conocés a los personajes patéticos que conozco yo: que son toooodos los que piden en el subterráneo. Entonces no es el paisaje más...glamoroso, digamos, sino que te pone en contacto con hechos bastante duros".
Inés, hija del escritor César Fernández Moreno, dice que heredó de él esa capacidad de observación. Nieta del gran poeta Baldomero Fernández Moreno, también podría provenir de allí parte de su talento. De Baldomero supo escribir el crítico literario Roberto Giusti: "Él no se pone frente a la ciudad sino que describe desde su interior, compenetrado con ella". A Inés a veces le pasa que observa algo, toma apuntes, sabe que allí tiene material como para una nota periodística de tono costumbrista, tipo aguafuerte. Entonces, piensa: "Qué pena gastarme esto que es tan lindo, como para un cuento, en una nota". Ya más alejada de los medios -donde colaboró durante años- esos apuntes serán episodios y descripciones preciadas de sus cuentos o novelas.
- ¿Cómo surgen los cuentos de Malos sentimientos?
- Me pasó que estuve muy en contacto con mi suegra y con mi madre, cuando eran personas muy grandes. Mi suegra ya murió. Personas muy mayores y enfermas y nos tuvimos que ocupar mucho de ellas en un momento en que yo tampoco era una niña. Entonces, tratar con la problemática de la vejez cuando uno ya está ahí pisando el umbral es como si te la acelerara. Hay que tener una generosidad y una disposición de espíritu bastante grande para esto. Y no siempre uno la tiene. Entonces me encontré luchando con culpas; con un sentido de la ética: lo que tengo que hacer y lo que tengo ganas de hacer; con cierta irritación: pucha, estos son los últimos años en que yo estoy bien y sana y joven, ¿por qué uno se tiene que amargar estos años con la vejez de esos otros? Esta cuestión, el esfuerzo económico y personal que requiere ocuparse de los viejos, me despertó sentimientos fuertes. Tenía un primer cuento que se llamaba Malos sentimientos que nunca terminé de redondear, pero como satélite de esos malos sentimientos que se me generaron en aquel momento, aparecieron otros cuentos que también estaban vinculados con el paso del tiempo, con los sentimientos que genera el reencuentro con alguien, las mezquindades, los egoísmos, los celos.
- ¿Coincide con la protagonista de uno de los cuentos que dice que a los malos sentimientos no vale la pena intentar expulsarlos?
- Sí, es muy difícil eso. Porque los malos sentimientos es como si se alojaran en uno y es difícil expulsarlos, están ahí como...Hay una palabra que no me puedo acordar: ¿Es el reconcomio? Hay una palabra. Después me voy a fijar en el diccionario. (Si este bar fuera su casa, seguramente tomaría en sus manos un diccionario y se sacaría la duda; la versión web que ofrece el teléfono celular no es ni siquiera una opción para ella). Es ese placer, esa insistencia en quedarse metido ahí. El dedo en la llaga donde duele.
- Una situación de pareja le permite mostrar eso en el cuento "Lo que te debo": ¿Le resultó más patente esta situación en un matrimonio?
- Y...sí. En las parejas lo que no te gusta mucho al principio cada vez te gusta menos. Y en un momento llega la gota que rebasa el vaso. Por eso, las cosas que se arrastran hace 20 años… También me doy cuenta de que con el paso de los años tengo menos tolerancia a la adversidad. Todo el tiempo te pasan cosas no tan buenas, desde las pavadas cotidianas hasta las cosas más serias. Entonces, claro, cuando una es grande ya te pasaron muchas de esas y te pasan otra vez y te vuelven a pasar. Y hay algo que se gasta en este mecanismo de tolerar la adversidad. Entonces, también, los malos sentimientos, creo que tienen que ver con esta intolerancia.
- El reencuentro entre viejas amigas es también motivo para hablar de sensaciones pasadas que resultan negativas: ¿Qué se juega en el cuento "Una isla"?
- Ahí estaba un poco esa crueldad de la niñez y de la adolescencia que suele ser habitual. Porque en realidad ellas eran tres amigas, de las cuales una quedaba excluida. Una era la imbancable. Entonces la idea de que estas dos, que eran las más fuertes, desecharan a la otra por pesada es un sentimiento cruel. Uno no es tan generoso de decir: bueno, vamos a incluir al otro aunque no nos llevemos genial con él. Pero también está eso que uno siente arbitrario, si querés, de por qué entre dos personas una es linda y la otra es fea, una es inteligente y la otra medio tonta, una tiene gracia y la otra no. Por qué los bienes se reparten de una forma arbitraria entre las personas. Y en ese encuentro, entre ellas, apareció la culpa.
Quizá porque no resulta sencillo enfrentarse a esos malos sentimientos, estas amigas de la infancia (inspiradas en una vivencia de Inés) probablemente no repitan esta cita.
Es la despedida. Inés camina hacia la avenida Cabildo. Desde allí, algún transporte público -colmado de historias por contar- la llevará hacia su casa de Villa Urquiza.
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