Indiana Jones es argentino y trabaja en el Cabildo, donde encontró dos mil objetos que muestra por primera vez
Néstor Zubeldía, antropólogo especializado en arqueología urbana, muestra gran parte de las piezas que encontró en el terreno donde se construyó el primer edificio en 1725
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Como un Indiana Jones en versión criolla, el antropólogo Néstor Zubeldía trabaja tres metros bajo tierra en un pozo que él mismo cavó en el patio del Cabildo porteño. Vestido como un explorador de película, cucharín en mano y con botas de protección a pesar del calor que hace por esta época en Buenos Aires, excava con mucho cuidado en una zona específica de los cimientos del antiguo edificio construido en 1725. En ese sector se tiraban los residuos (desde restos de comida hasta objetos rotos) y cada hallazgo emociona al arqueólogo hasta las lágrimas.
Apasionado por la arqueología urbana y decidido a encontrar piezas valiosas en el terreno donde ya había excavado el arquitecto Daniel Schávelzon con buenos resultados, Zubeldía convenció a las autoridades del Museo Nacional de la Revolución de Mayo para que le permitieran continuar el proyecto. Tenaz como pocos, logró el permiso en 2017 y, desde entonces, divide su tiempo entre la coordinación del área de Investigación y Biblioteca del museo y las excavaciones. Solo en los primeros cuatro meses de trabajo, encontró cerca de cuatrocientos fragmentos de cerámica hispanoindígena y mayólica española, trozos de pipas de caolín, de un cuchillo antiguo, balas y escudos de bronce fechados en 1811. A unos 30 centímetros de profundidad apareció un piso de baldosas francesas que, según estima el especialista, serían de la reforma hecha por el arquitecto Pedro Benoit en 1879.
Gran parte del material hallado (unas dos mil piezas) se exhibe al público, desde el 28 de octubre, en la muestra “Fragmentos bajo tierra. Arqueología urbana en el Cabildo”, con la curaduría de Zubeldía y del equipo de diseño de exposiciones de la Dirección Nacional de Museos, a cargo de Valeria Keller. La exhibición apunta a visibilizar las distintas etapas del trabajo arqueológico y los hallazgos más importantes, como los cimientos del edificio levantado en 1725.
“Esta es mi pasión”, dice el arqueólogo de 62 años a LA NACION todavía con las “manos en la masa”: es que esperó la hora de la visita guiada adentro del pozo, a pesar del sol que rajaba la tierra. El sector excavado está delimitado con una cuadrícula con letras y hay carteles que indican qué había allí hace casi 300 años: una letrina, baldosas francesas de mitad del siglo XIX, los cimientos de la construcción original, el pozo de sondeo y el de desechos. Todo eso está representado en un mapa dibujado por el propio Zubeldía que sirve de referencia para el público.
Ya en el interior de la sala donde está montada la muestra lo primero que se ve es un breve resumen del proyecto de excavaciones, desde 1991, cuando empezó Schávelzon, que encontró fragmentos de cerámica de los siglos XVIII, XIX y XX, objetos de vidrio, restos de la imprenta Barés (que estaba ubicada sobre la actual calle Hipólito Yrigoyen), materiales de construcción y lozas inglesas.
Formado en la Universidad de Buenos Aires, Zubeldía destaca que en el lugar donde ahora está la sala de exhibiciones temporales hubo, en una época, calabozos para hombres y para mujeres. “Casi nadie sabe que el Cabildo funcionó como cárcel. Encontramos fragmentos de cerámica indígena y eso indica que aquí hubo aborígenes presos”, cuenta.
En una pared se proyecta un video que registra el trabajo de estudio de una de las piezas más importantes: una vasija (casi entera) decorada con tres técnicas que empleaban los indígenas. Zubeldía mandó a analizar el interior del objeto con especialistas de un laboratorio de la facultad de Ciencias Exactas, de la UBA, que encontraron indicios de colesterol. “Eso significa que comían mucha carne”, explica.
Además de atesorar las piezas en sí mismas (que ya forman parte del acervo del museo), estos hallazgos permiten conocer (o confirmar) cuestiones de la vida cotidiana de aquella época. Por ejemplo, que se importaban mayólicas pintadas a mano desde Europa para las familias pudientes y que, cuando se rompían, las descartaban y encargaban otras. Es por eso que aparecieron tantos fragmentos. Un tablero parecido a un tatetí con piezas de cerámica y otro similar al de los dardos permiten adivinar a qué jugaban los habitantes de estas tierras en sus ratos libres.
Entre las dos mil piezas halladas, las que más sorprendieron a Zubeldía son los fragmentos de una pipa de caolín inglesa, el hornillo de otra pipa supuestamente afroamericana, cuentas de un collar artesanal y un escudo de bronce fechado en 1811, que es un precedente del escudo nacional. “En la letrina, único baño que tenía el Cabildo, encontré una moneda de 1898″, resalta con orgullo.
En una vitrina se exhibe un decantador muy antiguo con forma de pico, que tiene la marca del elemento con el que lo sostuvieron mientras soplaban el vidrio para hacer la botella. También hay objetos de construcción, clavos y restos de tejas.
En la última Noche de los Museos alrededor de catorce mil personas visitaron el Cabildo, que reabrió sus puertas a mediados de octubre después de un año de refacciones. Zubeldía, que participó de las visitas guiadas, cuenta que “grandes y chicos quedaron fascinados con los objetos exhibidos y no paraban de hacer preguntas”. Un punto de atracción fue la reproducción en miniatura del sitio de excavaciones, en una especie de maqueta hecha a escala de la real. También, los cuadernos con notas y dibujos del arqueólogo donde registró cada uno de los hallazgos y sus hipótesis sobre las procedencias. “La arqueología urbana es relativamente nueva en el país. Me fascina porque permite conocer cómo vivían, qué objetos utilizaban, qué comían”, asegura.
Con la intención de extender las excavaciones para ampliar el perímetro de trabajo, el Indiana Jones argentino piensa continuar la búsqueda porque siguen apareciendo fragmentos de piezas. Ahora está concentrado en el pozo de residuos, que aporta una información valiosísima. “Todavía falta. Hay mucho más por hacer”, remata emocionado.
Para agendar
Museo del Cabildo (Bolívar 65). Miércoles a domingos, de 10.30 a 18. Entrada gratuita.
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