Ilusiones bien fundadas
Testamento intelectual de Pierre Bourdieu, Sobre el Estado recopila las clases que el gran sociólogo francés le dedicó a un tema central de la teoría política
El Estado es una ilusión bien fundada. "Ese lugar que existe esencialmente porque creemos que existe", afirmó el profesor Pierre Bourdieu en sus lecciones del Collège de France (una institución estatal) reunidas en esta cuidada edición, Sobre el Estado, aparecida en francés en 2014, a diez años del fallecimiento de su autor. Las ficciones estatales tienen, sin embargo, efectos muy reales. Hoy, por ejemplo, es jueves porque se impone un calendario oficial en el que incluso confían los anarquistas radicales.
A lo largo de tres cursos dictados entre 1989 y 1992 -la desaparición de la URSS y el tornado neoliberal marcaron la época; un poderoso Estado se derrumbaba y una ideología antiestatal ganaba impulso global- Bourdieu buscó tomar distancia de las concepciones corrientes. Cuando definían al Estado sólo a partir de su función, influyentes tradiciones teóricas como la marxista o la derivada de Max Weber revelaban un defecto central. Para Weber, por ejemplo, el Estado monopoliza la violencia sobre un territorio dado (y recauda impuestos). Su función, y en esto coincide con los marxistas, sería apenas económica o represiva.
Resulta evidente que el Estado no puede borrar las marcas de su nacimiento. Los abogados que sistematizaron las leyes que lo regulan vinieron después de que los guerreros hubieran fijado sus fronteras y pacificado su interior. Pero este proceso legal, bélico y económico a la vez, estuvo acompañado por la concentración de la capacidad de educar y establecer valores morales y culturales; de fijar una lengua oficial y de estigmatizar a quien no la domina.
El Estado es lo más parecido a Dios sobre la Tierra: emite juicios con fuerza social y esto se vuelve posible porque también monopoliza lo que Bourdieu denominó "capital simbólico". El perito y el juez hablan en nombre del Estado que les concedió el título o el cargo; vale decir que instaura la autoridad en un campo burocrático poblado de funcionarios, elegidos o expertos generados por el sistema escolar. Se trata de un poder que regula el resto de los poderes sociales. Un verdadero "metapoder" que domina el discurso de lo universal y el "bien común", y en cuyo diseño moderno fueron decisivos los juristas. Ellos lo convirtieron en un artefacto "legal-racional", como lo calificó Weber, en oposición a los viejos reyes quienes lo administraban como a un patrimonio familiar.
Si bien Weber hablaba de "violencia legítima", no extrajo de esta última noción todas las consecuencias, asegura Bourdieu. Más allá de sus básicas funciones militares y policiales, del Estado surge un orden social menos físico. Crea la atmósfera que respiramos aun cuando nos rebelemos contra él. Es la institución que genera la realidad porque clasifica individuos, forja mentalidades y hábitos, impone visiones del mundo. ¿Cómo lo consigue? Ésa es la cuestión que intenta aclarar Sobre el Estado.
La génesis del Estado es otra constante entre las preocupaciones de Bourdieu. La examina atentamente recurriendo a obras históricas comparativas de variadas procedencias ideológicas. Una múltiple erudición le permite exponer de manera crítica estudios sobre el surgimiento del Estado francés, las peculiaridades políticas de Inglaterra o Japón, o la corrupción en el Antiguo Egipto, al mismo tiempo que comenta las diferencias entre hombres y mujeres a la hora de hablar de dinero, los manejos de las comisiones parlamentarias o el rol que cumplen los sabios en las aldeas argelinas.
Estas clases magistrales, llenas de buen humor y digresiones interesantísimas, están por supuesto marcadas por su origen oral. Se diferencian así de la muy calculada escritura que caracteriza la obra escrita del autor. Reiteraciones y zigzagueos argumentales son frecuentes en ellas. En ocasiones el tedio gana la partida, en particular cuando el profesor da rienda suelta a sus obsesiones metodológicas, nada banales, pero muy repetidas.
Bourdieu se distinguió por considerar que cualquier abordaje sociológico debe incluir una reflexión sistemática sobre la propia sociología. Pero el objetivo de estos cursos es también político: buscan confrontar un difundido espíritu antiinstitucional, característico en la izquierda, que ve en el Estado apenas un guardián del orden social, olvidando sus intervenciones educativas, sanitarias y tendientes a promover cierta igualdad social. Bourdieu también rechaza la pretensión liberal según la cual el Estado sería un organismo neutral, despojado de intereses particulares.
En contraste, y sobre la base de sus propias investigaciones empíricas, Bourdieu demuestra que los funcionarios logran presentar puntos de vista particulares como si fueran generales. Hablar en nombre de todos -la retórica de la prosopopeya- es lo característico del discurso oficial, tensado por conflictos internos permanentes. La llamada cosa pública es por tanto un efecto de la lucha entre los integrantes de lo que Bourdieu denominó "nobleza de Estado", aquella que desplazó a la de toga o de espada.
Tema central de la teoría política, el Estado plantea un desafío mayor para cualquier pensador del poder. Bourdieu fue uno de ellos e integró en estos cursos sus contribuciones sociológicas anteriores acaso buscando ofrecer una obra capital que la muerte le impidió culminar. Sobre el estado constituye a la vez un vasto, elaborado borrador y un testamento intelectual.
Sobre el Estado
Por Pierre Bourdieu
Anagrama
Trad:: P. González Rodríguez
582 páginas
$ 245
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