Los retratos que hizo a distancia el artista misionero durante el encierro asumirán pronto la forma de un libro y de una muestra en la Usina del Arte, exhibida en paralelo a la próxima edición de arteBA
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El 2020 comenzó a lo grande, literalmente. En su amplia casa-taller de Apóstoles, un paraje selvático ubicado en el límite entre Misiones y Corrientes, Ignacio de Lucca estaba abocado a la serie de pinturas más grandes que había realizado hasta el momento. Sobre telas de hasta 5 x 2 metros evocaba imágenes de su infancia en las que la naturaleza siempre tuvo un rol protagónico. Aunque comenzaban a reaparecer algunas figuras humanas, que habían quedado excluidas de su obra durante años, eran apenas un esbozo de lo que vendría después.
Tres meses más tarde, la cuarentena obligatoria encontró al artista en su departamento de Buenos Aires, con las valijas listas para regresar al paraíso norteño. Sin la posibilidad de continuar su trabajo, al igual que gran parte del planeta como consecuencia de la pandemia, se sintió “como un león enjaulado”. Hasta que decidió continuar con lo que tenía a mano: papeles y acuarelas. E inició otro proyecto, que se convertiría en una crónica del histórico encierro y que pronto asumirá la forma de un libro y de una muestra en la Usina del Arte, exhibida en paralelo a la próxima edición de arteBA.
En base a fotos que sus amigos y familiares le enviaban por WhatsApp, emprendió a distancia una serie de retratos de escenas y situaciones íntimas. Cuando se acumularon varios, quiso compartirlas. Y como tantos artistas en ese momento de museos y galerías cerradas, apeló a Instagram como vidriera: los publicó junto con los testimonios. “Sin dudas tengo una personalidad proclive a todo lo apocalíptico, momentos como este sacan lo mejor de mí –escribió por ejemplo desde San Telmo su colega Tomás Espina, habituado a experimentar con pólvora-. No hay día que no deje de sentir que siempre estuve esperando este colapso planetario, este detenimiento de la gran máquina, para barajar y dar de nuevo”.
“Tengo un vínculo afectivo con la mayoría de los que participaron, y esto me permitió retomar diálogos suspendidos en el tiempo”, dijo De Lucca entonces en conversación virtual con María Paula Zacharías, impulsora de otro proyecto pandémico destinado a sostener la red creativa, mientras se abocaba también a editar otro libro sobre su obra. Junto a su mujer, la cantante Cecilia Pahl, logró reunir unas 80 escenas que incluyen a Luis Felipe Noé, Nushi Muntaabski y Alicia de Arteaga. “Nunca había trabajado con la idea del retrato, ni con pequeño formato”, confiesa a LA NACION, feliz con la experiencia de haber podido detenerse en los detalles.
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