Ida Vitale en el Filba. “Al margen de la escuela, lo primero que uno encuentra, si le toca una situación afortunada, son algunos libros”
En las palabras inaugurales, la escritora uruguaya, ganadora del Premio Cervantes 2018, leyó un texto donde trazó su recorrido como lectora y su formación como “poeta del misterio”
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La poeta uruguaya Ida Vitale, Premio Cervantes 2018, inauguró ayer la nueva edición híbrida del Filba (la segunda consecutiva a causa de la pandemia), con algo que sin exageración podría definirse como una clase magistral sobre el amor a los libros y la lectura. Dividida en dos partes, su conferencia abordó además su labor poética, sin mistificaciones. “A la poesía no se le aseguran muchas glorias terrenales: ¿por qué algunos seres se empecinan, por lo general temprano en sus vidas, en ese camino injustificado para muchos y por muchos motivos?”.
La autora, que nació en Montevideo en 1923 y el próximo 2 de noviembre cumplirá 98 años, sigue en el camino y acaba de publicar un nuevo libro de poemas y prosas poéticas, Tiempo sin claves (Tusquets; por ahora, solo disponible en ebook en la Argentina). Desde el canal de YouTube del festival literario que convoca a escritores de todo el mundo durante cinco jornadas, leyó un texto de fuerza evocativa e inspirador, titulado “Las posibilidades y sus límites”, que según trascendió será publicado en un libro de ensayos.
Vitale fue profesora de literatura hasta 1973, cuando la dictadura en su país la forzó a exiliarse. Vivió en México de 1974 a 1984 y, desde 1989, en Austin, Texas, desde donde viaja regularmente a Uruguay. Vitale publicó su primer libro, La luz de esta memoria, en 1949. Hoy, su obra poética -agrupada en parte en Poesía reunida (1949-2015)- es uno de los tesoros de la lengua española. “Unos conciben la poesía como algo abierto al misterio, que se alimenta de él o que lo suscita, que puede contrariar a la razón o estar por encima de ella; otros le imponen la tarea de un ministerio, sin derechos propios, con una función ancilar de servicio comunitario -destacó en su conferencia-. Pero no debemos abandonar nuestra obligación de acompañar al misterio”.
La escritora comenzó con un recuerdo de su infancia, como estudiante de la escuela primaria República Argentina, en Montevideo. “Al margen de la escuela, lo primero que uno encuentra, si le toca una situación afortunada, son algunos libros”.
“No recuerdo que en la poblada escuela a la que asistía se dieran alumnos difíciles, que hoy desestimulan a los maestros -dijo a continuación-. Tampoco crecíamos en el limbo de la tontería. Nadie creía que una corrección implicara una fractura irreparable en el alma infantil y que todo vicio, incapacidad o futura derrota proviene de un freno puesto en los albores de la vida a un niño caprichoso. El ejemplo, la paciencia, el razonamiento y cierto grado de humor bastaban, para que el vivero creciera de modo debido”.
La poeta se refirió a sus lecturas de infancia, que a veces llegaron a sus manos a través de maestras, como pasó con El prodigioso viaje de Nils Holgersson, de Selma Lagerlöf, “libro del que nunca me separé y he releído, con el cual comencé un propósito serio de biblioteca propia, forrando y numerando” y del que aprendió “que las fronteras son un artificio que la cultura debe corroer y no ahondar”. También leyó una versión expurgada de las Mil y una noches, Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, y, “por supuesto, el aleccionador Corazón, de Edmundo De Amicis, que no sé si los niños leen o sufren”, comentó. También desembarcó en su biblioteca Robinson Crusoe, de Daniel Defoe. “Y Dickens. Y Stevenson. Me volví codiciosa de libros. Me interesé más en una geografía distante, tan irreal para mí como las que construyeron Tolkien o Lord Dunsany, que por la del Uruguay”, acotó. Contó que, cuando se agotó la biblioteca familiar, debió ahorrar en cine y meriendas para comprar ejemplares en librerías de usados.
En su conferencia, Vitale protestó por las formas actuales de promoción de la lectura en la infancia y adolescencia, con demasiados “andadores” en su opinión. “Creo que hoy se le adelanta el trabajo al niño y al adolescente: incluso en ciertas universidades se reduce la cantidad de textos literarios obligatorios para no agobiar. Si bien entiendo que restringir campos evita que los estudiosos sean víctimas de agotamiento abarcativo, desde que empecé a orientar mis lecturas me resistí a la reducción, sea esta temática o geográfica”. Evitó, en principio, leer exclusivamente a autores españoles, y, “mucho menos”, atenerse a los de su país. “Consciente de la existencia de una infinita superficie cultural ajena, mis movimientos hacia esta podían ser considerados como pasos perversos de abordaje o usurpación. Me orientaba con toda naturalidad hacia lo que me atraía, fuese cual fuese su origen”.
Invitada por el festival porteño, la poeta mencionó al ineludible Jorge Luis Borges. “Ningún libro verdadero tiene ni una primera ni una última página -dijo-. La idea que sostiene un admirable cuento de Borges es la del libro infinito, representación de un mundo infinito”. Dedicó también palabras a los chilenos Gabriela Mistral y Pablo Neruda, “el poeta para el cual el mundo es la realidad nunca rechazada que alimenta su creación de modo ininterrumpido y no jerárquico”, el peruano César Vallejo, y los estadounidenses Wallace Stevens y, “solitaria entre las solitarias”, Emily Dickinson. Del francés Stéphane Mallarmé, indicó que no es un poeta para principiantes. “La poesía es un puente, sí, pero no de seguro hierro, no de palabras siempre claras, sino riesgoso, lleno de fisuras, cubierto con las angustias invisibles que quizás solo valen para quien lo construyó”.
Los “episodios con libros y lecturas” consignados en el discurso incluyeron otros de su adolescencia y juventud: mencionó a autores destacados de la literatura de su país, como José Enrique Rodó, Julio Herrera y Reissig, Carlos Vaz Ferreira y su hermana, María Eugenia Vaz Ferreira, Delmira Agustini, Susana Soca y Clara Silva, entre otros que forjaron una tradición amenazada por un “nacionalismo delirante”.
“No caí en la cuenta del desequilibrio que relegaba un tanto a las escritoras”, confesó Vitale. “La poesía, entonces, estaba cerca de nosotros -dijo-. La buscábamos, la leíamos, respetábamos con alegría ciertos nombres. Pienso que hoy como sociedad nuestra alma está infinitamente lejana de nosotros, como decía Pessoa”.
“Con Juana de Ibarbourou el país se conmovió y ofreció el masculino templo del Palacio Legislativo para el nunca visto homenaje”, bromeó. ¿Cómo será el templo en honor a Ida Vitale?
Un poema de Ida Vitale
Renuente
Después de los ochenta,
rechazarás el azafrán y el chile,
desde siempre las innobles sandías,
las mentiras del arte del falsario.
Dejarán de angustiarte
las teorías estéticas,
la maldad del azúcar,
el ego, las historias
que la gente se inventa
para alegrar el suyo,
la inabarcable gira
de ajenas cacerías.
Mira las piedras y las hojas,
umbrales de la paz,
sin olvidar que
sobre el descuido
alguien aguarda tu caída inerte.
De Tiempo sin claves
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