Ida Vitale, a los 99 años, en Buenos Aires: “Muchos deben pensar que estoy muerta”
Premio Cervantes, la poeta estará hoy y mañana en la Feria del Libro; por qué ya no escribe, la envidia de los uruguayos a los argentinos por Borges, su amistad con María Elena Walsh y más
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“¡Qué verdes son las terrazas de Buenos Aires!”, dice la escritora Ida Vitale (Montevideo, 1923) en el tercer piso de la embajada y consulado del Uruguay, en Barrio Norte. “Debe ser por el aire húmedo que crecen tan bien las plantas”, reflexiona la Premio Cervantes 2018, una gloria de las letras hispanoamericanas que esta tarde, a las 19, conversará con la periodista Silvina Friera en la Sala Tulio Halperin Donghi de la Feria del Libro, donde se celebra el Día de Uruguay. Mañana, con su voz dulce y cadenciosa, leerá en la primera mesa de la segunda jornada del Festival Internacional de Poesía, que se hace en La Rural, de 18:30 a 20:30 en la Sala Victoria Ocampo.
En 2016, a su regreso de la Universidad de Texas, en Austin, donde vivió treinta años con su segunda pareja, el escritor y profesor Enrique Fierro (1941-2016), se instaló en el barrio montevideano de Pocitos. “Cerca del agua; tenemos que aprovechar la playa”, bromea. Hace varios años que Vitale no visitaba Buenos Aires. “En una época venía mucho, tenía grandes amigas acá, por ejemplo, había un intercambio de casas con María Elena Walsh -dice a LA NACION-. Ella iba a Montevideo y yo venía acá. Era mucho menor que yo María Elena, y empezó a ser famosa muy joven. Y me quedan algunas como Josefina Delgado; hace años que somos amigas. No todos los amigos se han muerto, por suerte”. Se asombra al enterarse de que el poeta chileno Raúl Zurita se presentará en la Feria del Libro porteña este sábado, a las 18. “¿Zurita vive? Qué gusto, somos dos sobrevivientes -exclama-. No sé si se acordará de mí, él es más joven que yo, creo; bueno, todos son más jóvenes”.
Tanto ella como Walsh fueron en cierto modo discípulas del Nobel de Literatura español Juan Ramón Jiménez. “Juan Ramón flotaba, allá arriba -dice-. Era muy agradable, muy tratable, muy papá con nosotras”.
A los 99 años, Vitale lee y escribe poco. “Estoy algo desconcentrada y toda ‘enchufada’ y ‘cableada’” -dice y señala el audífono-. Para escribir, como para todo, hace falta un poco de aburrimiento. Cuando hay mucho movimiento no escribo tanto. Sigo teniendo la casa, aunque dejé de tener perros, que me encantan”.
Después de recibir el Premio Cervantes en 2018, su vida cotidiana no tuvo grandes variaciones. “A mí no me cambió nada y no creo que lo haya cambiado mucho a nadie -sostiene-. Aunque lo primero que tengo que recordar es que no tengo memoria”. Además del Cervantes, Vitale recibió los premios Reina Sofía, en 2015; Federico García Lorca, en 2016; Max Jacob, en 2017, y el Premio FIL de Guadalajara en 2018. Su obra incluye varios de libros de poemas, la mayoría incluidos en Poesía reunida (Tusquets, al cuidado de Aurelio Major); ensayos, prosas y críticas literarias, estas últimas agrupadas en Resurrecciones y rescates (FCE). “En general, las escribí en México, cuando colaboraba en Vuelta, la revista de Octavio Paz; había que vivir de algo. Octavio siempre fue muy generoso; dirigir una revista cultural te obliga a ser generoso y abrirte a los demás”. El libro de poesía más reciente de Vitale es Tiempo sin claves (Tusquets).
¿La visitan estudiantes y escritores jóvenes en su casa en Pocitos? Se encoge de hombros antes de responder. “En Montevideo, la mitad de la gente debe pensar que estoy muerta. Me deben tener presente por algún índice de algún libro. ¿A qué van a venir? Les puedo dar una receta de torta. Uno se va del país y se lleva una tradición, lo que a uno le hizo falta en un momento, pero todo es distinto: había una época en que había muchas revistas literarias, después no hubo ninguna; cuando alguien sentía la falta de una revista, surgía alguna. Ahora debe haber muy poco. Falta alguien que organice”. Menciona a dos escritores y “gestores culturales” avant la lettre: Carlos Rodríguez Pintos y Carlos Sabater Casti, “que para mí era el padre de mi amiga Sol, que me prestaba muchos libros”.
En su juventud, Vitale visitaba con frecuencia el Paraninfo de la Universidad de Montevideo, donde se hacían encuentros literarios. “Pasaba a mirar y ver qué había; era algo abierto y podías entrar a ver qué pasaba. A veces hay que darles una pista a los muchachos, que ahí se puede ir, que ahí no muerden, que no cobran entrada, que puede haber algo divertido e interesante. Eso depende menos de las instituciones que de quién las dirige; si es alguien que tiene un poco de imaginación o es alguien que se sienta a ocupar una silla porque no queda más remedio”. Para la escritora, la enseñanza de la literatura en las escuelas es primordial. “Una cosa es enseñar el español como una lengua fría y otra es que nos metan la literatura -afirma-. Es importante que los profesores tengan buen gusto y estén bien formados; depende de quién maneja el asunto se ven los resultados. A mi profesora Élida Miranda le agradezco mucho; tuve muy buenos profesores, que siempre tenían en cuenta el contexto cultural. No sé cómo estará hoy todo”.
Un funcionario de la embajada uruguaya, José Ramiro Reyes Segade, le dice a Vitale que su bisabuelo era poeta: José María Delgado. “¿Y usted no heredó?”, le pregunta la poeta. “Solo la verborragia”, responde el ministro. “Bueno, no nos conviene tener mucha competencia”, concluye la escritora, y se ríe. Alguien tendría que escribir un poema sobre la risa de Vitale.
No lleva un diario personal. “Muchas veces dije ‘voy a’, pero me duró tres días; es muy aburrido”. Tampoco tiene un archivo formal. “Debo haber donado manuscritos y cartas; cuando una se muda y no sabe qué hacer con las cosas, siempre hay alguien que se las pide. Mi hija [Amparo Rama Vitale] se ocupa mucho. La biblioteca ha cambiado, también. Tantos años en México, y luego en Estados Unidos; nunca tuve la idea de que estaba viviendo una historia que iba a cambiar”. Cree que estará en Montevideo para su próximo cumpleaños, el 2 de noviembre, cuando alcanzará la edad de cien años, “si no me voy antes allá arriba”, acota y hace un gesto. Considera que el presidente de su país, Luis Lacalle Pou, es un “hombre normal” y que el desarrollo de los países depende de los habitantes. “A nadie le dan un país ya hecho y empaquetado”, sostiene.
“Pero ¿se lee a los escritores uruguayos?”, pregunta, y luego agrega: “¿Y leen los uruguayos? Esa es la cuestión. Creo que todo está a la buena de Dios, o del diablo”. Más risas.
“Juan Carlos Onetti era casi más argentino que uruguayo, porque lo publicaban las editoriales de Buenos Aires, de repente creo que estoy diciendo en disparate; en Uruguay había pocas editoriales en esos años -recuerda-. A Felisberto Hernández lo conocí y era estupendo; con Mario Benedetti éramos de la misma generación, casi vecinos; era un momento en que una sentía que la literatura no estaba tan separada, en la que todo estaba cerca. Y Armonía Somers, que es menos conocida, tiene una obra muy importante. Ella tuvo la buena idea de tener una actitud de escritora, en una época en el Uruguay en que había dejar morir el hecho de ser escritora; los escritores eran los maridos. María Inés Silva Vila, por ejemplo, fue una gran escritora de cuentos pero no se la conoce mucho; el importante era el marido: Carlos Maggi”, dice.
Conoció a Jorge Luis Borges en su juventud. “Estaba mirando la vidriera de una zapatería en el centro de Montevideo y yo, que era muy osada, me acerqué y le pregunté si era Borges. Se sobresaltó y me preguntó quién era yo. Los uruguayos les tenemos envidia a los argentinos por Borges. Lo admiraba muchísimo pero nunca estuve cerca de él”, revela. ¿Prefiere los cuentos, los ensayos o los poemas borgeanos? “De Borges, todo; solo me daba un poco de rabia que fuera argentino y no uruguayo”.
Estreno en el Malba
El miércoles 3 de mayo, a las 19, se estrena en el Malba el documental Ida Vitale, de la directora María Arrillaga. Luego de la proyección, la poeta conversará con el crítico, profesor y ensayista Jorge Monteleone. El rodaje de la película comenzó en 2019, cuando la directora acompañó a Vitale a recibir el Premio Cervantes en Madrid. En julio de 2022 se terminó de rodar y hubo un preestreno en Montevideo. El estreno internacional fue en Málaga y desde mayo se la podrá ver en la Argentina. Hay escenas con Vitale en su casa, en su ciudad natal; y otras filmadas en Cartagena de Indias, Madrid, Mallorca y Barcelona.
Un poema de Ida Vitale
Mariposa, poema
En el aire estaba
impreciso, tenue, el poema.
Imprecisa también
llegó la mariposa nocturna,
ni hermosa ni agorera,
a perderse entre biombos de papeles.
La deshilada, débil cinta de palabras
se disipó con ella.
¿Volverán ambas?
Quizás, en un momento de la noche,
cuando ya no quiera escribir
algo más agorero acaso
que esa escondida mariposa
que evita la luz, como las Dichas.
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