Ian Cheng, el artista que crea obras vivas con inteligencia artificial
Una comunidad arcaica vive en armonía al pie de un volcán, hasta que la Tierra comienza a temblar. El cráter en erupción despide una piedra que golpea la cabeza de una niña, y ella asume la misión de convencer al resto de evacuar el territorio para no morir.
Así comienza Emisarios, trilogía del artista estadounidense Ian Cheng comprada por el MoMA. Una obra viva, en constante cambio, poblada de personajes con inteligencia artificial. Una videoinstalación imprevisible e infinita, que permite observar cómo se modifica el comportamiento cuando lo familiar choca con lo desconocido.
"Tomé muchas drogas psicodélicas, y eso fue importante para mi trabajo como artista. El LSD me abrió una nueva manera de ver el mundo, una visión sensorial sin categorías, como la de un bebe. Me permitió explorar los límites, otras formas de ser", dijo Cheng semanas atrás en Madrid ante decenas de coleccionistas, cuando la Fundación Sandretto Re Rebaudengo y el prestigioso curador Hans-Ulrich Obrist presentaron los tres videos en paralelo a la 39a edición de ARCO. De ahí surge, explicó, su deseo de concretar un proyecto aún más audaz: "fabricar drogas para explorar espacios neurológicos".
Nacido en Los Ángeles en 1984, de chico solía ver varias películas por día. Tras estudiar Arte y Ciencias cognitivas, se dedicó a la animación y llegó a integrar el estudio de efectos especiales de George Lucas. Pero algo faltaba. En su afán de aportarle vitalidad a un trabajo que no dejaba lugar a la improvisación, decidió abandonar toda voluntad de control y crear "videojuegos que se jugaran a sí mismos".
En 2012, comenzó a realizar simulaciones de realidades en permanente cambio. Luego le agregó narrativa, con la intención de aportarle algún sentido al caos. No solo fue el origen de la mencionada trilogía, sino también de BOB (iniciales en inglés de bolsa de creencias), una criatura virtual que evoluciona a medida que interactúa con su audiencia a través de una aplicación.
Cheng comparó con Pinocho a este Tamagotchi con forma de serpiente, presentado como "arte con un sistema nervioso" en la Serpentine Gallery de Londres y en la neoyorquina Gladstone. "El arte puede ser el portal que nos permita enamorarnos de la complejidad", dice el artista, admirador de BTS. "Me inspiran porque aluden en sus canciones a las teorías de Jung", señaló sobre la banda de K-Pop que conecta la música con la psicología y el arte contemporáneo, en un mundo cada vez más parecido a la ciencia ficción.
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