Humanos en el planeta rojo: se cumplen 70 años de las "Crónicas marcianas" de Ray Bradbury
Este año, cuando se celebra el centenario del nacimiento de Ray Bradbury (1920-2012), el escritor y guionista que hizo de la imaginación el centro de su vida, también se festejan los setenta años de la publicación de uno de sus grandes títulos: Crónicas marcianas. Desde mediados de la década de 1940, el joven escritor estadounidense había dado a conocer sus cuentos en revistas pulp de ciencia ficción, fantasía y terror. El libro se publicaría en mayo de 1950. ¿Qué es Crónicas marcianas, además de un conjunto de cuentos ordenados cronológicamente? Responde Bradbury: "Es el rey Tut salido de la tumba cuando yo tenía tres años, las Eddas nórdicas cuando tenía seis, y los dioses griegos y romanos que me cortejaron a los diez: puro mito".
Desde 1950 en adelante, esta colección de relatos sobre la llegada de una expedición de humanos a Marte y la ocupación de ese territorio, en paralelo con el desarrollo de una guerra nuclear en la Tierra, fue elogiada por lectores de todo el mundo. "Su tema es la conquista y colonización del planeta –escribió Jorge Luis Borges en un prólogo de 1955–. Esta ardua empresa de los hombres futuros parece destinada a la época, pero Ray Bradbury ha preferido (sin proponérselo, tal vez, y por secreta inspiración de su genio) un tono elegíaco. Los marcianos, que al principio del libro son espantosos, merecen su piedad cuando la aniquilación los alcanza". El reflotado sello Minotauro lanzó a fines de 2019 una nueva edición del clásico bardburiano, con el prólogo del escritor argentino y otro del estadounidense John Scalzi.
Huir de la Tierra
Para los lectores contemporáneos, el inicio de la acción de Crónicas marcianas ha quedado atrás: los relatos de la expedición transcurren entre 1999 y 2026, cuando la Tierra ha quedado devastada por una guerra nuclear. "Los amenazó con los puños y les dijo que quería irse de la Tierra; todas las personas con sentido común querían irse de la Tierra. Antes de que pasaran dos años iba a estallar una gran guerra atómica, y él no quería estar en la Tierra en ese entonces. Él y otros miles como él, todos los que tuvieran un poco de sentido común, se irían a Marte. Ya lo iban a ver. Escaparían de las guerras, la censura, el estatismo, el servicio militar, el control gubernamental de esto o aquello, del arte y de la ciencia", se lee al inicio de "El contribuyente", fechado en marzo de 2000.
"Crónicas marcianas es uno de esos libros que marcan un antes y un después –dice la narradora y traductora Esther Cross–. Sus historias de otro planeta nos hablan de nuestra propia vida. Es un libro de ciencia ficción, si entendemos por ciencia 'la investigación de un milagro inexplicable'. Es un libro de cuentos magistrales que gravitan como planetas en el universo mayor de una novela. Y es un libro de historias de fantasmas, un viaje en el tiempo, y el mejor libro de los dobles que existe, con sus personas y lunas y ciudades reflejadas, y el tándem, no siempre funcional, entre la Tierra y Marte". Para la autora de Radiana, este título de Bradbury mejora con los años. "Es algo que se nota mucho en estos tiempos de realismo restrictivo, seguramente por su apuesta a la imaginación y sus historias bellísimas, sutiles".
En uno de los capítulos de Trance, donde Alan Pauls evoca su formación como lector, revela que en su niñez una de las "primeras lecturas de vicioso" fue Crónicas marcianas: "Ray Bradbury siete veranos al hilo, la mitad de la colección Minotauro devorada con treinta y cinco grados a la sombra".
Algo diferente le pasó a Carlos Chernov. "Cuando era adolescente me recomendaron que lo leyera –confiesa el autor de El sistema de las estrellas a LA NACION–. Me acuerdo de que me produjo cierto desencanto: esperaba un Marte 'de verdad' y este era demasiado poético. Acepté, un poco decepcionado, que no fuera un libro de ciencia ficción realista". Sin embargo, su percepción cambió. "'Los hombres de la Tierra', uno de los primeros cuentos, es una reflexión muy interesante sobre la cuestión de la verosimilitud –agrega Chernov–. Los astronautas descienden en Marte, esperan una entusiasta bienvenida, pero los marcianos se los sacan de encima con fastidio. Los toman por locos y los internan en el manicomio. El psiquiatra a cargo visita con ellos la nave espacial que los ha traído desde la Tierra. Los astronautas suponen que algo tangible será suficiente prueba de la veracidad de su relato, es decir, de su cordura. Pero el psiquiatra los considera alucinaciones auditivas, táctiles y olfativas. Con ironía, Bradbury nos da una lección sobre la literatura de ficción. Como si dijera: '¿Quieren verosimilitud? Aquí la tienen: imposible de distinguir de un buen delirio'".
Pese al intento de trasladar la magia de Crónicas marcianas al lenguaje audiovisual (empeño en el que colaboró el propio autor como guionista para el cine y la televisión), no se obtuvieron resultados memorables. Como escribe Scalzi en su prólogo, "los personajes de Bradbury no existen solo para figurar o para que les pasen cosas: trazó a sus personajes por lo que decían, o por lo que no decían, y por cómo decían o no las cosas".
"No hay carrera espacial que oxide la angustia, soledad, sarcasmo, espanto y denuncia zumbona de Bradbury", sostiene Pablo Martínez Burkett. Como saben los que leyeron este libro hoy septuagenario, luego del arribo de la segunda expedición a Marte los humanos son objeto de maltrato y desdén. Los equívocos se agravan hasta que los viajeros terminan encerrados en un loquero. "Habrá que esperar a la tercera expedición (la que más inquietaba a Borges) para saber cómo siguió la cosa. Seguro que nada bueno para los marcianos", agrega el autor de Mondo cane.
El escritor y editor del sello Marciana, Denis Fernández, también leyó esta obra cuando era un adolescente. "Quedé fascinado por el extraño universo que había explorado -dice-. Hasta ese momento no tenía relación directa con la literatura fantástica, ese fue el primer paso hacia mi actual vínculo con el género. Hace unos meses, cuando vi que la renovada Minotauro lo reeditaba, volví a leerlo con enorme satisfacción. Y esta vez, con una perspectiva más crítica sobre la humanidad que fui cultivando con los años, comprendí la compleja analogía que Bradbury creó sobre la despiadada mente humana: las colonizaciones, el exterminio de pueblos originarios, el uso indiscriminado de recursos naturales, la destrucción de nuestro propio planeta, la aniquilación sistemática de un mundo que tarde o temprano eclosionará". Como Spender, el único colonizador que advierte que el arribo del hombre a Marte terminará en tragedia, el Bradbury de Crónicas marcianas todavía tiene algo que decirnos.
Un fragmento de Crónicas marcianas
De noche, cuando el viento barre el fondo del mar Muerto y el cementerio hexagonal con cuatro cruces viejas y una nueva, una luz brilla aún en la baja casa de piedra, y en esa casa, mientras ruge el viento y giran los torbellinos de arena y las estrellas frías titilan en el cielo, cuatro figuras, una mujer, dos hijas y un hijo atienden el fuego sin ningún motivo y conversan y ríen.
Noche tras noche, año tras año, la mujer, sin ningún motivo, sale de la casa y mira largamente el cielo con las manos en alto, mira la Tierra, la luz verde y brillante, sin saber por qué mira, y después entra y echa al fuego un trozo de leña, y el viento sigue soplando y el mar Muerto sigue muerto.