Hugh Hefner: El hombre que venció a los puritanos y perdió con Internet
Hugh Hefner, el excéntrico editor de la revista Playboy, que murió ayer a los 91 años, combatió y sobrevivió a dos grandes enemigos, pero su imperio comenzó a tambalear ante la irrupción de un tercero, imposible de prever.
El primero fue el puritanismo religioso que aún dominaba la sociedad estadounidense a inicios de la posguerra; el segundo fue el movimiento feminista, que irrumpió con fuerza en los setenta. Hefner, ayudado por el propio agotamiento de los resabios victorianos que aún dominaban la sociedad, demolió al primero de los rivales y sobrevivió al segundo. La irrupción de Internet y su oferta inagotable de pornografía primero en oscuros sitios digitales, ahora presente hasta en los chats de WhatsApp de padres del colegio resultó demoledora y comenzó a horadar las bases de su legado.
Más allá de sus últimos días un tanto decadentes de hombre mayor siempre en pijama abrazado a mujeres de silicona con edad de ser sus bisnietas y sobreviviendo a base de Viagra en las fiestas de su mansión de cortinas cerradas, Hefner alguna vez fue un revolucionario libertario. Su ideario incluyó reivindicaciones como la libre circulación de sexo y drogas, y otras menos hedonistas, como la despenalización del aborto y la defensa irrestricta de la libertad de expresión.
Nada de esto se podía imaginar a partir de sus orígenes: Hefner nació el 9 de abril de 1926 en el seno de una familia metodista y puritana. Su padre, Glenn, les daba la espalda a sus hijos varones cuando se cambiaba en el vestuario de la pileta municipal. Su madre, Grace, imponía domingos de celebración religiosa y sin radio. "Crecí con mucha represión", diría Hefner años más tarde.
Luego de una larga relación atravesada por la prohibición del sexo, se casó con su novia católica, Millie Williams, y el inicio de la década del 50 lo encontró deslizándose hacia la adultez de monogamia y empleo estable, la misma que habían tenido sus padres. Pero algo lo inquietaba y Hefner combatía esa abulia en paseos nocturnos por el lago Michigan, en Chicago, mientras soñaba con mujeres que no eran su esposa.
El espíritu de posguerra
La ebullición de los Estados Unidos en la posguerra y algunos avances científicos como la penicilina, que ayudó a combatir las enfermedades venéreas, la píldora anticonceptiva y el informe Kinsey, que reveló una vida sexual secreta de los estadounidenses, estaban limando los acuerdos de la vida burguesa y preparando el terreno para la revolución en las costumbres.
Hefner fue un adelantado y en 1953, con 27 años, gastó 500 de los 600 dólares que puso como ahorro propio para comprar unas fotos de Marilyn Monroe semidesnuda, juntó algunos fondos más e imprimió la primera edición de Playboy. El novel editor supo interpretar a sus lectores -jóvenes universitarios encerrados en sus dormis, viajantes de comercio en hoteles de ruta, soldados aburridos en los cuarteles- porque él era uno de ellos y les ofreció una fantasía de lujo, viajes y mujeres que resultó un éxito.
Pronto, Hefner se divorció de su esposa y comenzó a vivir esa fantasía de sexo casual y fiestas. Junto con el conejo, se convirtió en la marca del imperio Playboy. La poderosa iglesia de Chicago lo combatió, pero la potencia de lo que Playboy había descubierto era más fuerte que el poder residual del puritanismo y Hefner no paró de crecer.
En lo setenta la revista vendía siete millones de ejemplares y Playboy se había expandido a casinos, clubes, indumentaria, programas de televisión y canales de cable. Sin embargo, debió enfrentar un enemigo que Hefner desconocía: el naciente movimiento feminista. En un debate televisivo, una crítica feminista, Susan Brownmiller, lo acusó de tratar a las mujeres como "objetos sexuales" y le preguntó por qué no andaba él con una cola de algodón pegada a su trasero, el atuendo icónico de sus conejitas.
Al final, recién en 2015, Playboy eliminó los desnudos totales de su revista, que pasó a publicar mujeres en poses sugerentes. "Cuando Hefner lanzó la revista, en 1953, la desnudez era provocativa, pero ahora ya es algo pasado de moda", explicó el director, Scott Flander.
Playboy se volvió irrelevante y su credo de hedonismo sexual, vetusto. Pero no fueron las feministas ni los sacerdotes los que derrotaron a Hefner. Fueron Internet y su oferta infinita de cuerpos los que limaron lo prohibido del desnudo. Privado de su condición de tabú, el sexo dejó de ser negocio. Al menos para Hefner.